Vivir en un mundo aparte

Vivir en un mundo aparte

Escena de “La hermana”, película dirigida por Ursula Meier que muestra las consecuencias de las diferencias sociales en un lugar emblemático para el mundo capitalista como es Suiza. Foto: Gentileza Memento Films

 

Laura Osti

Simon tiene doce años y Louise, su hermana, veintitantos. Simon y Louise son familia, su única familia, en un mundo que los ignora y al cual se han adaptado para sobrevivir, aunque de manera precaria.

“La hermana” (L’enfant d’en haut) es el segundo largometraje de la talentosa directora suiza Ursula Meier (Home, de 2008, es el primero) y su estilo se emparenta mucho con el de los belgas hermanos Dardenne, por la temática, los personajes y el modo de narrar.

Simon y Louise viven en un edificio de apartamentos modesto ubicado al pie de una montaña, en los Alpes Suizos, adonde en época invernal acuden muchos turistas que aprovechan la nieve para practicar esquí.

La parte baja se comunica con la cima mediante un sistema de teleféricos, que sólo funciona en temporada alta, al igual que el bar y restaurante ubicado arriba, que ofrece todo tipo de servicios para los visitantes, gente de importante nivel adquisitivo que viene de distintos lugares del mundo.

Simon se mueve en ese ambiente como pez en el agua, camuflado con ropas caras parece uno más y no llama la atención. Sin embargo, Simon no está de turista, el chico es un ladronzuelo oportunista. Mientras los paseantes están entretenidos con sus excursiones, el muchachito les roba todo lo que puede: esquíes, gafas, guantes, cascos, comida, dinero, ropa. Artículos que luego vende abajo, entre la gente del pueblo y los trabajadores golondrina que aparecen con la temporada invernal y desaparecen cuando los turistas se van.

Louise se comporta como una adolescente descarriada. Sale todo el tiempo en compañía de hombres que no parecen tratarla muy bien. Nunca trae dinero a la casa, no consigue trabajo, bebe mucho y depende material y emocionalmente de su hermanito. En la casa, están invertidos los roles. Simon no solamente es el sostén económico sino que también se encarga de las tareas domésticas, como conseguir comida y lavar la ropa.

La relación entre ellos es afectuosa y conflictiva, y a mitad de la película se sabrá que hay entre ellos un doloroso secreto.

En la montaña, la cámara se acerca mucho al niño, quien en primer plano despliega sus habilidades al momento de robar y de interactuar con sus “víctimas”. Se comporta como uno de “ellos”, con solvencia, relajado. Y luego, con sus “clientes”, se muestra como un experto comerciante.

En la cima, los planos son cerrados, centrados en la figura del niño, y en la llanura, la perspectiva se amplía, mostrando el paisaje, que aparece gris y melancólico.

En ese lugar, Simon y Louise se sostienen uno al otro en una relación completamente disfuncional, sin educación ni referentes adultos que los contengan. Así como se quieren y se necesitan, se sabotean permanentemente, porque es evidente que no tienen ni idea de cómo manejar sus emociones ni saben qué otra cosa hacer en la vida. Simon y Louise viven en un mundo aparte, casi como animalitos abandonados a la buena de Dios.

El relato de Meier, si bien es descarnado y sin concesiones, no llega a los extremos de volverse insoportable, manteniéndose en un delicado equilibrio, evitando los golpes bajos y como dando a entender que en algún momento los hermanos lograrán encajar como sea en el sistema que los rodea y que a pesar de todos los inconvenientes, sobrevivirán. Tampoco hace hincapié en los dilemas morales que los afectan.

Meier se concentra en la fuerza de la energía vital en condiciones desfavorables y para ello cuenta con la excelente actuación del joven actor Kacey Mottet Klein, quien construye un personaje que expresa una gran complejidad de matices, consiguiendo una buena química con la actriz Léa Seydoux, a cargo del protagónico femenino.

Muy buena  * * * *

“La hermana”

  • L’enfant d’en haut, Suiza-Francia, 2012. Dirección: Ursula Meier. Guión: Ursula Meier, Antoine Jaccoud y Gilles Taurand. Fotografía: Agnès Godard. Música: John Parish. Edición: Nelly Quettier. Diseño de producción: Ivan Niclass. Elenco: Léa Seydoux, Kacey Mottet Klein, Gillian Anderson, Martin Compston, Yann Tregouet, Johan Libereau, Gabin Lefebvre y Jean-François Stevenin. Duración: 97 m. Para mayores de 13 años con reservas. Se exhibe en el América.