Tribuna de opinión

La soberanía y la Vaca Muerta

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H. A. R. Norman

Es interesante observar y comparar las múltiples opiniones y declaraciones de periodistas, políticos y funcionarios, casi todos poco informados, sobre los inconvenientes de avanzar en el proyecto de explotación de los yacimientos neuquinos de esquistos bituminosos y gasíferos del área llamada genéricamente Vaca Muerta.

Si de opinar se trata, dichos yacimientos están catalogados, por sus dimensiones estimadas, entre los tres mayores del planeta. Su explotación solucionaría los requerimientos de nuestro país para los próximos 200 años, computando los previsibles aumentos de la demanda.

Dos son los argumentos principales para fundamentar las insensatas oposiciones al proyecto de desarrollo de dicha área. El primero se relaciona con la pérdida de “soberanía”, sonsonete repetido hasta el hartazgo, por la participación que correspondería reconocer a quienes aporten las gigantescas inversiones que demandará el desarrollo de la exploración, extracción, transporte, refinación, distribución y financiamiento de todo el sistema.

Nada dicen, estos detractores del desarrollo, sobre la auténtica “pérdida de soberanía” ínsita en la erogación anual de unos 15.000 millones de dólares que se despilfarran para importar los combustibles que quemamos en automóviles, camiones, industrias y todo tipo de calefaccionamientos que requiere el diario vivir.

El segundo argumento lo constituye el temor por la polución que declaran se produciría con motivo de la inyección de arenas en las profundidades, elemento principal que, con los correspondientes aditivos, induce a la liberación de los óleos y gases que luego son elevados mediante sistemas de agua a muy alta presión. Los esquistos están detectados mayormente a profundidades que oscilan entre los 4.000 y 5.000 metros medidos desde la superficie.

Este último argumento ha sido desestimado mayoritariamente en los países donde la explotación avanza decididamente, como los Estados Unidos de Norteamérica.

Poner en producción nuestros yacimientos requeriría según los más avezados, entre cuatro y cinco años, y una inversión en tecnología de punta e infraestructuras obvias, del orden de los 45.000 millones de dólares. Nuestro país no está en capacidad de suministrar ni la tecnología ni los fondos para semejante desarrollo. Se necesitan aportes del exterior.

En nuestro país supimos conseguir la pérdida del autoabastecimiento energético, un jalón que habíamos conquistado con perseverancia. Desapareció durante esta década, catalogada como “ganada” por unos pocos, pero perdida según la mayoría, merced a la falta de inversiones en el sector, y entre otros “detalles” merced a la “tolerancia” con que se favoreció a Repsol para que distribuyese el 95 por ciento de los dividendos de varios años de actividad, sin obligaciones de reinversión, como propietaria-operadora de YPF. Ese modo de distribución de dividendos, que colateralmente beneficiaba a Eskenazi, se aplicaba a la cancelación de la deuda por la adquisición del 25 por ciento del paquete accionario, condición que el ex presidente Néstor Kirchner había negociado con Repsol. Con ese mecanismo, la compra del paquete accionario se hacía sin pago alguno, curiosa modalidad de adquisición de una empresa respecto de la que se afirma que, en realidad, Eskenazi era sólo el nombre de superficie.

El avance que recientemente se realizó entre YPF y la norteamericana Chevron, como un tímido inicio de explotación sobre el yacimiento de Vaca Muerta, con muchísimos defectos formales y legales, no sería otra cosa, para YPF, que un tanteo de la opinión pública sensibilizada con la temática de la soberanía. Mientras tanto, para Chevron sería un primer paso que la lleva a una posición de avanzada como primera contratista de un área con un futuro estimado como altamente promisorio frente a la realidad de escasez de combustibles en nuestro país. En verdad, el contrato referido es menor ya que sólo abarca una zona inferior al 5 por ciento del área de los yacimientos.

Es dable remarcar que la importación de combustibles durante cinco años -hasta que Vaca Muerta alcance la plena producción- implicaría erogaciones del orden de los 75.000.000.000 de dólares. Y esta cifra sí que podría denominarse una pérdida de “soberanía” en término de valores contantes y sonantes. Es en verdad el mejor modo de asegurarnos una gran escasez de recursos en divisas; y también, con seguridad, un enorme endeudamiento.

Es evidente que quienes omitieron a su tiempo estimular las inversiones en exploración y explotación de yacimientos convencionales, y a la inversa, las ahuyentaron con políticas falsamente nacionalistas -mediante la adulteración de informaciones económicas (Indec) y el manejo equivocado del sistema monetario- son plenamente responsables de la grave situación actual, que está muy lejos de ser resuelta.

Los ahora inocultables efectos de las masivas importaciones de combustibles tienden un grave manto de sospecha sobre la gestión de funcionarios que habrían lucrado espuriamente con esas negociaciones.

La importación de combustibles hasta que Vaca Muerta se ponga en marcha implicaría erogaciones del orden de los 75.000.000.000 de dólares, cifra que sí podría denominarse una pérdida de “soberanía” en término de valores contantes y sonantes.