“Metallica: Through the Never 3D”

Al servicio de los Cuatro Jinetes

2.jpg

Trip (Dane DeHaan) perseguido por una horda descontrolada, mientras James Hetfield rockea entre las cruces de “Master of Puppets”.

Fotos: Gentileza Blackened Recordings/Picturehouse

Ignacio Andrés Amarillo

[email protected]

Durante décadas, cuando el cine era el gran espacio audiovisual, la música ocupó su espacio de muchas maneras, desde varietés en celuloide craneados por Louis B. Mayer y la transposición de comedias musicales, hasta filmes en los que los artistas presentaban nuevo repertorio que luego se convertía en material discográfico: fue el caso de Elvis Presley y de varios filmes de Frank Sinatra y el Rat Pack.

Con el desarrollo de las técnicas de captura en vivo, conciertos y festivales comenzaron a ser capturados para la posteridad, retratando shows históricos y la esencia del directo de los artistas: un caso señero fue “Monterey pop” (1968), del mítico D.A. Pennebaker, de “Woodstock” (1970) de Michael Wadleigh, y de “Magic Tour: Live in Budapest” (1987), de János Zsombolyai, primer registro de esa gira de Queen.

Pasó el tiempo, y a la vez que se perfeccionaron las puestas escénicas de los megaconciertos, se desarrolló la técnica de filmarlos, al punto de que las mismas cámaras se integraron a la performance en vivo, editándose en simultáneo para su proyección en pantallas. La industria del DVD (desarrollada en parte para contrarrestar la caída de las ventas de los discos) ha regalado miles de propuestas de las más diversas calidades.

Metallica decidió levantar la apuesta y buscar un formato que pueda volver a la pantalla grande. Para ello se alió con el director Nimród Amtal y cranearon un formato en el que la performance en vivo se combine con una estructura narrativa.

1.jpg

Misión imposible

Desde la primera escena vemos un estadio cubierto, y una voz radial indica que allí se va a presentar Metallica; un cartel indica que con localidades agotadas.

Trip (Dane DeHaan) es un skater flaquito. Su remera y su pase indican que está en la producción de Metallica, pero en realidad es un cadete. Llega al estadio con un paquete, y se va cruzando con los integrantes del cuarteto, en versión estilizada: James Hetfield llega en un auto que larga fuego, Kirk Hammett muestra una guitarra ensangrentada, Robert Trujillo precalienta en una sala tapizada de amplificadores y Lars Ulrich llega y empieza a dar órdenes, algo que bueno, no es tan alejado de la realidad.

El concierto arranca y Trip se mete a verlo, pero lo interrumpen para indicarle que tiene que cumplir una misión: un camión de la producción que contiene algo muy importante para la banda ha quedado varado sin combustible, así que lo mandan en una camioneta con un bidón de nafta a recuperarla. Parece algo fácil, pero todo se desviará, en un escenario apocalíptico.

El filme pivota así entre el caliente show de la banda en un ámbito íntimo pero plagado de efectos especiales en vivo y la aventura que vive el muchacho entre calles salvajes, accidentes, turbas enloquecidas enfrentadas a brigadas antidisturbios y un jinete misterioso y sobrenatural, enmascarado y asesino, que empieza a perseguir al muchacho, que en medio de semejante caos intenta cumplir con su cometido y volver a salvo al estadio.

El argumento funciona como hilo conductor, plagado de imágenes que pueden relacionarse con la estética de la banda, cuyos miembros figuran como coguionistas. Es un relato visual bastante bien llevado, que se luce cuando se integra con lo que está pasando en el show: por ejemplo, la secuencia de manejo al ritmo de la canción “Fuel” (“Combustible”), proyectando sobre los edificios las imágenes de pistones que se ven en las pantallas del estadio, o cuando la turba enardecida se funde con la procesión de soldados que acompaña “One”).

Potencia directa

En cuanto al show en sí mismo, es una proeza en sí mismo. En principio, por la puesta escénica (ideada por el recientemente fallecido Mark Fisher; quien diseñó la escenografía original de “The Wall” y del 360º Tour de U2), con una plataforma irregular pero armada en el centro de la arena, apta para ser vista en 360º grados y con numerosos efectos mecánicos y pirotécnicos que salen desde el techo y el suelo, que a su vez es una pantalla de leds. Es decir, una suma entre la parafernalia de un show de estadio y la cercanía que brinda una arena cerrada (en estas páginas se comentó alguna vez el histórico concierto de Metallica en el Orfeo Superdomo de Córdoba).

Sobre esto, hay un gran trabajo de rodaje a muchas cámaras, que juegan entre los primeros planos de los artistas (interesante ver a Hetfield “chichoneando” a Ulrich, en su eterna relación de amor-odio) y planos generales que hacen lucir la puesta, incluyendo a los técnicos (Hamish Hamilton y Peter Gabriel ya los filmaron en “Growing Up Live”, otro show “en redondo”) pero ya como “actores” dentro de la escenificación (incluso hay una sorpresa sobre el final) o capturar al público en su momento estelar: el coro de “The Memory Remains” (piel de gallina para cualquiera). En definitiva, un recital de rock retratado con una calidad que levanta el estándar visual.

Para los fans, la mejor captura del espíritu de los Cuatro Jinetes: el simiesco carisma de Trujillo, el grácil virtuosismo de Hammett y los veteranos caciques: esa especie de vikingo actualizado que es Hetfield y Ulrich con su potencia y su aura de villano de cómic. Sobre el final, tendrán un momento de reposo, y también el sufrido cadete. Misión cumplida.

muy buena

“Metallica: Through the Never 3D”

  • Ídem (Estados Unidos, 2013). Dirección: Nimród Amtal. Guión: Nimród Amtal, James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo. Fotografía: Gyula Pados. Música: Metallica. Edición: Joe Hutshing. Diseño de producción: Helen Jarvis. Elenco: Dane DeHaan as Trip, James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett, Robert Trujillo y Mackenzie Gray. Duración: 93 minutos. Apta para mayores de 13 años con reservas. Se exhibe en Cinemark, en 3D.