Un pueblo cordobés festejó sus 100 años

Un pueblo cordobés festejó sus 100 años
 

María Teresa Viganó, de 96 años, participó de los actos del centenario de Monte Ralo. Antonio Dall’Armellina (h) era su esposo.

Monte Ralo celebró sus 100 años e invitó a participar de los actos centrales a María Teresa Viganó de Dall’Armellina, de 96 años, nuera del fundador de ese pueblo cordobés, quien reside en nuestra ciudad.

TEXTOS. MARIANA RIVERA. fotos. gentileza felicitas hays.

“Venimos hoy a rendir homenaje no sólo a hombres que -por una u otra razón tuvieron que abandonar su patria y buscar otro lugar en el mundo que cubriera sus anhelos- sino también a sus herederos que mantuvieron en alto el ideal de sus antecesores. Y así, Argentina les abrió sus brazos y, generosa, ofreció su tierra (no sin ofrecer resistencia). Mucho tuvieron que bregar para obtenerla. Pero obcecados, laboriosos, vencieron obstáculos, soledad, desarraigo y fundaron un pueblo. La tierra, antes monte, se convirtió en maíz, trigo, lino, girasol, maní. Surgieron casas y, poco a poco, se necesitaron negocios, escuela, iglesia y así nació Monte Ralo (Pueblo Dall'Armellina), una comunidad esforzada y tenaz. Los hijos y nietos de esos hombres muestran orgullosos esta obra, un pueblo en constante crecimiento. ¡Por 100 años más, adelante Monte Ralo!”.

Estas breves pero sentidas palabras fueron escritas por María Teresa de Dall'Armellina, una santafesina de 96 años -pero cordobesa de nacimiento- que participó el pasado 29 de septiembre de los actos conmemorativos del centenario de Monte Ralo, un pequeño pueblo de la provincia de Córdoba, ubicada a 62 kilómetros de la ciudad mediterránea.

Sus calles la cobijaron cuando tenía 18 años, recién recibida de maestra normal. Era su primer destino como docente y allí conoció a su amor, se casó con el hijo del fundador -Antonio Dall'Armellina- y tuvo dos hijas.

“Vivió en una pensión, solita, y se quedaba de lunes a viernes. La luz funcionaba a querosene de tubo. Ahí se enamoró de mi papá, Antonio Dall'Armellina, el hijo del fundador de ese pueblo, que tenía el mismo nombre. Allá nació mi hermana Ana María y yo, después se vinieron a Santa Fe”, reseñó Irma Dall'Armellina.

“Lo que interesa no es mi historia sino la obra del señor Antonio”, interrumpió María Teresa, preocupada porque se recordara la labor de su suegro, a quien mencionaba como “el señor”. Y continuó explicando su participación en los actos del centenario de Monte Ralo. “Me invitaron a decir unas palabras porque les parecía que yo iba a interpretar mejor lo que siente la gente, es decir, ofrecer la memoria del señor pero también de la gente que fue a ese lugar. Esa gente se desarraigó, tuvo que abandonar todo (su quinta, su casa, su chacra, lo que tuvieran), trasladarse y empezar de nuevo. Es mérito de toda esa gente y de sus hijos. Fundaron el pueblo unas cinco o seis familias, y se dedicaron a la agricultura, labrar la tierra. Todos eran de Larrechea, pero no sabemos si vinieron de Italia, como Atilio Miguel Cavallo, Pedro Piombo y Carlos Sánchez, entre otros”.

ANTONIO Y ANA

Antonio Dall'Armellina se casó con Ana Bessone, hija de Lorenzo Bessone y de doña Filomena Collino, quien había nacido en la Colonia Jesús María el 6 de octubre de 1880. Se casaron el 27 de septiembre de 1899 en Larrechea. Ella tenía 19 años y él, 28.

El 28 de junio de 1900 “la alegría llega definitivamente al hogar de Ana y Antonio: en aquella jornada de la primera semana del invierno santafesino nací su primogénita, una niña que recibe el nombre de Irma Filomena Dall'Armellina”, escribe Juan Alberto Goy en el libro “Pasado de sacrificios, futuro de esperanza”.

El 31 de julio de 1901 nace su segundo hijo, el primer varón, quien es bautizado con el nombre de Hugo Emilio; el 9 de diciembre de 1903 nace la segunda niña, Delia Emilia; el 22 de julio de 1906, Antonio Luis (quien en su juventud recibe el sobrenombre de ‘Tito', continuador de la tarea iniciada por su padre); y el 19 de abril de 1912 Odilio Ángel, quien -a diferencia de sus hermanos que nacieron en Larrechea- nació en Santa Fe.

UN FESTEJO ESPECIAL

Por último, María Teresa contó algo más de sus recuerdos en Monte Ralo: “Entonces, el colegio era hasta 4to. grado y sabía que tenía que mandar a las chiquitas a estudiar a la ciudad. Por este motivo, pedimos traslado y conseguí a Santa Fe. Pero estuve 10 años allá. Fue mi primera escuela. Ahora el pueblo tiene todo: agua, luz, cuando lo único que tenía en esa época era el correo. Ahora tiene hasta secundario y a la escuela también le pusieron por nombre Antonio Dall'Armellina. La colonia es Monte Ralo y el pueblo era Dall'Armellina. Él le dio el pueblo a su esposa; y las colonias eran de él”.

En tanto, aclararon que “de lo que hizo acá en Santa Fe no tenemos mucha documentación. Sabemos por tradición oral pero no tenemos mucha idea de fechas exactas”, al tiempo que destacaron la organización de la fiesta en el pueblo.

“Tiraron el pueblo por la ventana. La primera noche de festejo hubo fuegos artificiales y una misa en la capilla. Habían contratado a un tenor que cantó en la iglesia, porque fue una noche muy fría y de mucho viento. Al día siguiente fue el acto protocolar en la plaza, con la banda de la Policía y los Bomberos, con la presencia de las escuelas, autoridades de Córdoba y de localidades vecinas. Un acto divino y muy bien organizado, y después una gran comida en el salón comunal. A la noche había orquesta y más música, pero no nos pudimos quedar. A mamá le entregaron una placa recordatoria en reconocimiento por su participación”, aseguró Irma.

Y su madre concluyó: “No era la primera vez que volvía al pueblo sino que hemos ido para los 50 años de la escuela y para los 90 años del pueblo, para inaugurar un busto de bronce del ‘señor', que se colocó en la plaza. Me reencuentro con mis ex alumnos. Cuando los abrazo y los palmeo veo que están muy viejos (se rió)”.

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Antonio Dall’Armellina (H), en su niñez.

Juan Alberto Goy, “un vecino de Monte Ralo que es escritor”, es el autor del libro sobre la historia de ese pueblo cordobés titulado “Pasado de sacrificios, futuro de esperanza”, Alción Editora, en ocasión de los 94 años.

Aclara que la fecha de fundación de Monte Ralo se fijó el 29 de septiembre de 1913, ocasión en la que comenzó la venta del loteo de los terrenos (50 manzanas divididas en dos grupos de 25, separadas por las vías del ferrocarril). En primera instancia se llamó “Pueblo Dall’Armellina, Estación Monte Ralo del Ferrocarril Central Argentino, Ramal de Cruz a Córdoba”.

Transcribimos algunos datos interesantes:

“El 20 de abril de 1856, en el pueblo de Lozzo Atestino, inserto en la zona de influencia de la ciudad de Padua (Pádova), contraían enlace matrimonial don Angelo Dall’Armellina y doña Giovanna Veronese. Tiempo después, el matrimonio habría de radicarse en el pueblo de Noventa Vicentina, una comunidad que presentaba eminentes características agrícolas, situada en la región centro-norte de la provincia de Vicenza.

El 20 de junio de 1871, el hogar de Angelo Dall’Armellina y Giovanna Veronese recibía a su segundo hijo, a quien pusieron por nombre Antonio. [...] Muy pocos datos se han podido recuperar de la infancia de Antonio [...] Sin embargo, algunas informaciones fidedignas nos señalan que, en los albores de su adolescencia, una situación estrictamente familiar habría marcado definitivamente su vida, como asimismo trazaría aquel hecho, el camino que habría de transitar. [...] Precisamente el fallecimiento de su madre a temprana edad, habría significado un duro golpe para las expectativas y los sentimientos de Antonio, además, poco tiempo después su padre, don Angelo, contraía nuevo enlace matrimonial, siendo este acontecimiento el motivo central de su partida”.

SUEÑOS Y ESPERANZAS

“[...] Ante aquellas circunstancias por las que atravesaba su vida y su fuerte espíritu emprendedor, a pesar de su juventud, Antonio Dall’Armellina orienta definitivamente su destino hacia las tierras del nuevo continente [...] Con escasas pertenencias materiales, pero dotado de sueños y esperanzas al por mayor, al igual que miles de inmigrantes, Antonio Dall’Armellina apostaba todo a esa tierra que llamaban ‘América’, con un lugar especial llamado Argentina.

Dentro de los escasos datos recuperados de su juventud, se sabe que Antonio había adquirido conocimientos de telegrafía Morse, lo que lo constituía en persona de mano de obra capacitada, algo muy difícil por entonces. [...] Tras una breve estancia en Buenos Aires y luego de evaluar distintas opciones para su asentamiento, se traslada a la provincia de Santa Fe, allí desarrollaría definitivamente sus actividades, las cuales -con el paso del tiempo- le darían un firme posicionamiento económico y prestigio dentro de los estratos sociales que frecuentaría.

Aquellos conocimientos que poseía Antonio Dall’Armellina sobre el sistema de comunicación conocido como Alfabeto Morse muy pronto y apenas pudo dominar el idioma, le franquearon el ingreso a una empresa sobre la que descansaba gran parte del desarrollo de la economía argentina: el Ferrocarril. Indudablemente, dentro de esa empresa, Antonio Dall’Armellina encontraría un buen día la estrella de su rumbo económico definitivo”.

En relación a su “particular emprendimiento económico”, el autor lo describe así: “En uno de sus cotidianos viajes en ferrocarril, llamó poderosamente la atención al joven Dall’Armellina la existencia -a lo largo de todo el recorrido- de innumerables montículos de osamentas vacunas, que permanecían en los campos. No fue necesario mucho tiempo para que Antonio comprendiese que en aquellos huesos abandonados había una enorme fortuna. En el norte del país, los ingenios azucareros transitaban los pasos para proveer de ese elemento a la creciente demanda y uno de los productos que se agregaban a la producción del azúcar era precisamente el hueso molido, de allí que el emprendedor hombre de negocios que había en Antonio puso manos a la obra”.

Y luego agrega: “Con este particular emprendimiento económico, Dall’Armellina fue reuniendo los primeros pesos que, manejados con maestría y buena visión en su inversión, le permitieron prontamente adquirir las primeras hectáreas en la localidad de Larrechea, provincia de Santa Fe, tierras que fueron puestas inmediatamente en producción. [...] A los campos adquiridos y ya explotados en Santa Fe se agregaron pronto otras tierras en las provincias del Chaco y Córdoba”.

UN NUEVO PUEBLO

Antonio Dall’Armellina (italiano) formó un condominio con Juan Gasser (francés) y Tomás Lynch (argentino) y adquirieron 1.320 hectáreas que luego pasarían a conformar la denominada Colonia San José, lugar estrechamente vinculado con el nacimiento -a posteriori- de la localidad de Monte Ralo. El 4 de abril de 1910, Gasser, Lynch y Dall’Armellina adquirieron otra fracción mayor de tierras contiguas al lote adquirido anteriormente: 2.456 hectáreas.

Posteriormente, y tras haberse solucionado ciertos diferendos respecto de los límites de sus tierras, Antonio Dall’Armellina “convence a un grupo de amigos y conocidos, los cuales no sólo compartían sus inquietudes económicas sino que también eran afectos a la explotación de las tierras, un especial espíritu que trajeron desde el otro lado del mar.

Dentro de aquella primera avanzada gringa que se acerca a la colonia de maiceros podemos citar a Barolo Carena, Luis Lusso, Pedro Sartori, Luis Pieretto y Atilio Miguel Cavallo, a los que luego se agregarían don José Reineri, José Rodini, Pedro Piombo, Fermín Calzolari, José Amateis, Alejandro Pereyra, Miguel Giraudo y Santiago Barberis, entre otros. No todos llegarían en el mismo año y tampoco la totalidad de ellos se asentaría en la Colonia, aquellos que arribaron en segundo término se afincaron en los alrededores de Estación Monte Ralo.

Visionario y emprendedor

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Antonio Dall’Armellina junto a sus hijos Hugo, Odilio y Antonio, junio de 1928.