Operativo lupín

Operativo lupín
 

¡Conmoción en Santa Fe! La nota sobre la progresiva mezquindad en la entrega de ingredientes con los lisos que consumimos por estas tierras, se concentró en los lupines. Parece que el lupín, especie en extinción, despierta hondas emociones en las personas. Yo tengo mi propia opinión sobre los lupines. Las anoto ya mismo, antes de que se me escapen.

TEXTOS. Néstor Fenoglio ([email protected]).

DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Yo creo que una forma de elegir la pareja adecuada es mediante los lupines, esos simpáticos frutitos amarillos (una leguminosa antiquísima: hace 4.000 años ya la consumían) que, ay, cada vez menos, te sirven en los bares. Invitar a tomar un liso con lupines a la candidata dirá muchas cosas sobre ella (también sobre vos, desde luego: en la previa de cualquier relación de lo que se trata es de intercambio de información, de lectura de indicios, de resolución de misterios), porque si hace cara de asco ante la deglución sistemática, ya puede (ella) irse bien un poquito al carajo, con ese gesto fruncido.

Porque tampoco soportará que dejes los pellejos, como un cazador compulsivo, en la platina o al costado del liso. Y jamás entenderá tus ganas de apretar el capuchón externo para que salga expulsada, con inusual fuerza, la munición interior. Una mujer así, desde luego, verá con horror tu lascivo manejo de la aceituna, o tu elegante modo de escupir de costado las vainas de las semillas de girasol...

También verá con desagrado que, puesto vos mismo en función docente, le digas que el lupín o lupino viene del fondo de la historia, que tanto se conocían en América como en el Mediterráneo, que ya los egipcios lo consumían por sus propiedades, y que tiene unas flores hermosas. ¡Tomá, te lo dije así todo rápido, como escupido, como si se tratara del arrojadizo venablo vegetal que el lupín es!

Tampoco quiero pensar en la cara de la (ex) candidata cuando se entere que el lupín, que ya tiene sospechosa sonoridad, también puede ser designado como altramuz y chocho. ¡Qué placer invitar a una fina dama de alta sociedad a compartir un plato de altramuces! ¡Cuánto placer al sugerirle compartir unos chochos!

En América se conoce el subgénero de los platycarpos, con lo cual ya etimológicamente se sitúa al lupín en un plato, platito, platina, para su consumo con cervezas.

Los amantes de la medicina natural, encuentran que el lupín es bueno para el colesterol y hasta algunos arriesgan que es bueno para la calvicie. Eso se confirma con las irresistibles ganas de intentar un lupinazo a distancia en la calva cabeza del comensal ubicado en la mesa cercana. Yo he sabido de lupines arteros que han recorrido largas distancias intrabares para impactar puntuales y discretos por allí. Sugiero (hay tantos deportes nuevos y competencias de tantas cosas, que no tienen por qué impugnar esta así nomás) un concurso de puntería con lupines. No me va a temblar la mano, espero, para participar en él...

Hay gente que remoja sus lupines (sin ofender) por la noche para consumir la infusión al otro día, porque dicen es muy buena para reuma, gota y artritis. También permite reducir el nivel de glucosa en sangre, porque en algunos casos se los recomiendan a los diabéticos. Como contrapartida (no hay una sola cosa que sea enteramente buena) tiene componentes alcaloides que, con consumo excesivo, puede acarrear inconvenientes a la salud, especialmente al sistema nervioso. Yo me di cuenta de eso el otro día: se me escapaban los lupines, no podía pincharlos con el escarba o monda dientes, y me puse nervioso. Hasta que agarré el platito y lo embutí delicada y directamente en mi boca para hacer una transferencia masiva de lupines. Justo después de eso la señorita invitada a tomar lisos con lupines se levantó como impulsada por un resorte y salió disparada del lugar sin decir una palabra, actitud que ha mantenido los últimos treinta años. No éramos el uno para el otro...

Y nos vamos, con el lupín intacto. Me referí al lupín en forma tangencial y no tan específica como en este caso la semana pasada. O sea que tenía el tema entre mis manos. Pero se me escapó.