El debate medioambiental que se viene

¿Qué hacer con la “tecnochatarra” contaminante que genera la ciudad?

  • El municipio junto con otras entidades habían comenzado con un plan de reciclaje de basura electrónica, pero la iniciativa se cayó. El problema es dónde disponer los componentes tecnológicos que son peligrosos para la salud.
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Un cementerio de tubos de rayos catódicos (de monitores desguazados) yacía hace un tiempo en un galpón de la Estación Belgrano. Qué se puede hacer con esos restos, la pregunta que dispara el principal debate tecnoambiental. Foto: Archivo El Litoral / Amancio Alem

 

Luciano Andreychuk

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La pregunta que titula esta nota inquieta y preocupa a funcionarios y ecologistas locales, por la sencilla razón de que no tiene una respuesta clara. Y es uno de los tantos debates tecnoambientales que se vienen, o que ya están pero no terminan de instalarse. Es que la producción de productos electrónicos crece año a año, y también los desechos que se vuelven obsoletos. Hoy se ven en las esquinas de las calles de Santa Fe viejas CPU’s, monitores, impresoras y hasta notebooks dejadas a la buena voluntad de los recolectores informales, o para los camiones de la basura.

Muchos de los componentes que están en la chatarra electrónica pueden reciclarse —carcazas de metal, vidrio y plásticos, cables, etc.—, pero otros no, como plaquetas, tubos de monitores, baterías internas, entre otros. Estos componentes, que contienen materiales sulfurosos, metales pesados y fósforo, con el tiempo pueden volverse peligrosos para la salud humana: hoy se depositan en el relleno sanitario, admiten desde el municipio.

En la Argentina, un proyecto de ley que pretendía legislar sobre la disposición de la basura electrónica —y las responsabilidades de las empresas fabricantes— empezó a dar vueltas por la comisión de Medio Ambiente del Senado desde 2008, a instancias del senador kirchnerista Daniel Filmus. Perdió estado parlamentario. Reingresó, y otra vez fue descartado de la agenda. En 2010, volvió a ingresar, modificado. Volvió a perder estado parlamentario a fines de 2012. Y este 2013 reingresó. En medio de tantas idas y vueltas, la falta de legislación se vuelve el primer gran obstáculo.

Actualmente hay empresas en el país que se dedican al reciclaje y reutilización de materiales electrónicos desechados. Pero a nivel mundial hay unas pocas plantas que reciben, tratan y procesan los materiales peligrosos no reciclables (como las plaquetas). Los costos de envío de containers al exterior con los residuos peligrosos son muy onerosos. Segundo obstáculo.

Datos que alertan

Según un informe de Greenpeace de hace dos años, en la Argentina se adquieren en promedio 2 millones de computadoras por año. De 2006 a 2010, el parque de computadoras creció más del doble, y en 2011 se descartaron 1.200.000 equipos. Son más de 120.000 toneladas anuales de residuos electrónicos las que genera el país anualmente.

En 2011, cada habitante del mundo generaba dos kilos de residuos electrónicos por año. Se estimaba que en Santa Fe ciudad se generaban 1.000 toneladas de estos desechos por año..


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Una plaqueta de CPU puede volverse contaminante si no es tratada adecuadamente.

Foto: Archivo El Litoral

 

Una dificultad compartida

“El problema es que un equipo electrónico tiene distintos componentes, algunos son reciclables y reutilizables (las chapas de las CPU’s, los plásticos, algunos cables), pero las plaquetas o los tubos son residuos peligrosos que contienen metales pesados. Hay muy pocos lugares en el mundo que reciben estos componentes peligrosos para su tratamiento. Los costos de envío son exorbitantes”, dijo Roberto Celano, subsecretario de Ambiente del municipio.

“Este problema es compartido entre los municipios y comunas de la región. No hay legislación nacional y no sabemos cómo proceder con los componentes electrónicos peligrosos. Algunas localidades hacen campañas de recolección, pero después se encuentran con que no saben qué hacer con lo acopiado. Los fabricantes y las empresas deberían hacerse responsables de los productos que fabrican”, opinó.

5 toneladas

  • A finales de septiembre pasado, el gobierno provincial trasladó 5 toneladas de basura informática, que se encontraban depositadas en instalaciones del ex Liceo Militar de Recreo. Esos residuos provenían de todas las oficinas públicas. El nuevo data center del gobierno obligó al cambio de equipamiento y a retirar altos volúmenes de chatarra. El traslado fue contratado al grupo Pelco SA, que tiene una planta de reciclaje en Tigre, y otra en Puerto General San Martín.

En 2013, a nivel mundial aumentó la proporción: cada habitante genera promedio entre 4 y 5 kilos de residuos electrónicos por año. Si se consideran esas estimaciones globales, la capital hoy estaría generando entre unas 1.800 toneladas anuales. El problema de qué hacer con la tecnobasura se agravó en tan sólo dos años.

Qué pasa en la ciudad

El 21 de octubre de 2010, el Concejo aprobó una ordenanza (la Nº 11.726) impulsada por el entonces edil Luciano Leiva (PJ) y acompañada por sus pares (era presidente del Cuerpo el actual intendente José Corral). La norma creaba el plan de recolección diferenciada de basura informática en la ciudad, para “recolectar equipos informáticos y sus partes y componentes en estado de obsolescencia o desuso”. También disponía que el municipio debía habilitar bocas de recolección en cada uno de los 8 distritos de la ciudad para almacenar temporariamente los desechos.

Esa ordenanza dio impulso al programa “Recuperando Futuro”, un taller de formación laboral en el que unos 25 jóvenes en situación de vulnerabilidad social recibieron capacitación y trabajaron en el reciclado de elementos informáticos, como carcazas de metales, plásticos de teclados, cables, etc., y la recuperación de implementos. Cobraron un estipendio mensual.

“Ese programa funcionó en 2011, gracias a un convenio entre la Municipalidad y dos instituciones. Estaba apadrinado por dos empresas. La primera etapa del taller funcionó bien. Pero transcurrido un tiempo, unos nueve meses, el programa dejó de ser apadrinado y no se continuó”, admitió a El Litoral Roberto Celano, subsecretario de Ambiente del municipio.

La situación, hoy

Actualmente, la ciudad no cuenta ni con un plan de reciclaje de basura electrónica en marcha, ni con puntos de almacenamiento temporario de tecnochatarra en los distritos. Los desechos informáticos que sirven, como metales, plástico y vidrio, son reciclados y vendidos por la Asociación Dignidad y Vida Sana. Pero el resto de los implementos electrónicos, que pueden volverse a la larga contaminantes, se depositan en el relleno sanitario, dijo el funcionario.

En un relleno sanitario, estos componentes peligrosos, cuando entran en contacto con el agua y el resto de los residuos, pueden generan un proceso de lixiviación: el agua arrastra las sustancias tóxicas de esos elementos hasta las napas subterráneas. Y hasta puede quedar barro lixiviado sobre la superficie, que es peligroso para la salud. Ante este panorama, urge la sanción de una legislación nacional que regule claramente sobre estos aspectos que afectan directamente a la salud humana.

análisis

por Jorge Cappato (*)

Pensar en la salud y el medioambiente

El municipio debería encarar la formación de un equipo técnico de alto nivel para resolver el vacío normativo en materia de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (Raee) y presentar opciones tecnológicas ambiental y económicamente viables para que la sociedad opine. Una asignatura pendiente es la ausencia de comunicación a los ciudadanos en temas ambientales, y el caso de los Raee es decisivo: cualquiera sea la tecnología, se deberá contar con el compromiso activo de los vecinos.

La falta de legislación nacional y la zona gris que ocupan los Raee en la gestión, hace que los municipios intenten soluciones parciales con resultados pobres. Los Raee tienen elementos tóxicos como mercurio, plomo y cadmio, pero también cobre, oro y plata cuya recuperación puede cerrar la ecuación económico-tecnológica.

Los electrónicos son los que más tóxicos aportan a los rellenos o basurales, un tema grave para la salud pública. Cuando celebramos los beneficios de la informática en los ‘80, no imaginamos que el acelerado descarte iba a llevar a una crisis de esta magnitud.

(*) Director general Fundación Proteger (www.proteger.org.ar)