Situación límite

“No estoy dispuesto a regalar el sacrificio de toda mi familia”

Tres delincuentes armados asaltaron anoche un comercio de la zona sur. El propietario se resistió y atacó a los ladrones con una “caramelera”. Salvó su vida de milagro, cuando una bala pasó a centímetros de su cabeza.

“No estoy dispuesto a regalar el sacrificio de toda mi familia”

Mauro tiene 38 años y es padre de dos hijos. Ayer le disparó un ladrón que "estaba dado vuelta". Le apuntó a la cabeza, pero afortunadamente no tuvo puntería. La bala se incustó en la pared. Guillermo Di Salvatore

 
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Joaquín Fidalgo

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“Este es un negocio familiar. Nunca me habían robado a mí antes. Sí a mi hermano, en dos ocasiones. Yo lo que siempre tuve en claro es que si me venían a asaltar, no se las iba a hacer fácil. La cabeza rota se iban a llevar”, enfatizó Mauro, de 38 años, quien está casado y es padre de dos hijos, un joven de 19 años y una niña de 7. El comercio al que hace referencia es la agencia de quiniela La Esquina, ubicada sobre calle Urquiza, a metros del cruce con Juan de Garay, en el barrio Sur.

“Lo compramos con el esfuerzo de toda la familia -contó- en septiembre del año pasado. Nos rompemos el alma todo el día para tener habilitado el negocio, pagar los impuestos, para no tener problemas con el Estado. Nunca estuve dispuesto a regalarle todo eso a un delincuente”.

Ese momento que Mauro no deseaba pero sabía que podía tocarle llegó anoche. Eran aproximadamente las 20 cuando dos sujetos sospechosos entraron a su local, en el que también se pueden comprar artículos de kiosco y pagar facturas de impuestos y servicios.

Los individuos, de más de 30 años, tomaron dos chupetines de una de las góndolas y pagaron con un billete de dos pesos. “Me parecieron raros de entrada. Luego, uno de ellos se dirigió hacia donde estaba mi esposa, en el otro rincón del negocio. Su cómplice sacó un arma de fuego plateada y me dijo que era un asalto, mientras me apuntaba”, recordó el comerciante.

En eso, llegó una clienta, que se retiró apenas se percató de lo que pasaba. Luego apareció otro joven, que se quedó a modo de campana en la puerta. Era el tercer integrante de la “banda”.

El primer momento de extrema tensión surgió cuando el ladrón que llevaba la voz dominante pensó que Mauro también estaba armado. “Largá el fierro o te tiro. Cuidado, cuidado que tiene un fierro”, gritó.

El propietario trató de calmarlo y le explicó que no tenía nada. “El que estaba armado estaba ‘dado vuelta’ (bajo los fuertes efectos de algún estupefaciente). El otro parecía asustado. Yo le dije que no se meta de este lado del mostrador y me hizo caso. Entonces aproveché un descuido y le arrojé una caramelera que tenía sobre el mostrador al que portaba el arma. El tipo disparó y la bala pasó a centímetros de mi cabeza y se incrustó en la pared. Los peritos encontraron el plomo y están viendo de qué calibre es. Me tiré debajo del mostrador”, aseguró Mauro.

Los asaltantes entendieron que la situación había escapado de sus manos y salieron corriendo de la escena. “Dos subieron a un auto y escaparon. El tercero siguió corriendo. No sé si lo dejaron pagando o si no quiso subir al vehículo. Al que se fue a pie lo perseguí hasta Salta y 1º de Mayo. Ahí lo perdí. No sé qué hubiese pasado si lo agarraba, porque estaba furioso”, narró el comerciante.

“Yo no estoy de acuerdo -manifestó- con los que dicen: ‘dales todo, porque lo importante es la vida’. Al sacrificio de todo el día no se los voy a regalar. Después, nadie te da una mano. Si yo les entrego todo lo que tengo... ¿quién me ayuda después? Ése es mi pensamiento. Yo me animé a reaccionar porque vi que mi señora no corría peligro y no había clientes adentro”.

Dentro de su enojo, Mauro destacó la labor de la policía. “No me puedo quejar. Los patrulleros llegaron en pocos minutos”.

Es la tercera vez que le roban a la agencia La Esquina desde septiembre del año pasado. “Los primeros dos robos ocurrieron cuando mi hermano era el que atendía. En ambos casos, se trató de muchachos armados que estaban drogados. La primera vez se llevaron 100 pesos y un paquete de cigarrillos; la segunda, sólo un teléfono inalámbrico”.

“Yo no tengo por qué vivir de rehén de los delincuentes. No voy a poner rejas, porque yo no merezco vivir tras las rejas. Tampoco es justo para mis clientes”, concluyó Mauro.