Ischigualasto & Talampaya, un portal a la prehistoria universal

Ischigualasto & Talampaya, un portal a la prehistoria universal
 

El Hongo, delante de la formacion de los Tarjanos, se levanta contra la voluntad del viento en el extremo oeste del recorrido por el Parque Provincial Ischigualasto.

Considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, esta región del Nuevo Cuyo argentino abraza a las provincias de San Juan y La Rioja. Naturalmente unidas y políticamente divididas, Ischigualasto & Talampaya componen uno de los paraísos geológicos más importantes del planeta.

TEXTOS. JUAN MARTÍN ALFIERI. FOTOS. JOSÉ VITTORI.

El tiempo se ha detenido en un espacio de este mundo. Sus huellas, definidas por una artística erosión de viento y agua, han calado en lo profundo del noroeste argentino dejando al descubierto la prehistoria universal. Hermanos por sangre geológica, aunque vecinos por caprichos político-geográficos, Ischigualasto & Talampaya dan vida a la denominada Cuenca Geológica Triásica, región valorada a nivel mundial por turistas y científicos.

El primero, más conocido como Valle de la Luna, está en el norte de la provincia de San Juan y es un Parque Provincial. El segundo, emplazado en centro oeste de La Rioja, fue erigido en los ‘90 como Parque Nacional. Ambos, en conjunto y como se debe, fueron declarados por la UNESCO como Patrimonio Natural de la Humanidad el 29 de noviembre de 2000. El balance comparativo entre ambos permite sostener sus cabales diferencias: Ischigualasto tiene gran valor científico y Talampaya regala vistas impactantes.

De nuevo en la unidad, esta región recompone fragmentos de un tiempo infinito que coquetean con la génesis de nuestra tierra. Un sistema ecológico extraordinario, parido por la formación del cordón cordillerano acontecida hace 60 millones de años, en el que las capas superficiales quedan al descubierto por los eternos movimientos internos de la tierra, que las fueron acomodando como las hojas de un libro. Sus paredes son como ventanas al pasado que nos permiten espiar vegetación y animales que existieron hace millones de años y que quedaron atrapados allí, para nuestra indiscreta observación.

En un planeta en el que todo va de prisa, en el que la virtualidad de las relaciones se ha vuelto moneda corriente, en el que no tenemos tiempo ni para calentar agua en una pava de metal, la hermandad geológica de Ischigualasto & Talampaya nos permite vivir la sensación de viajar al pasado, de detener el reloj. Nos invita a pensarnos en nuestro vínculo más profundo con la tierra. Nos insta a dejar de lado las ansiedades cotidianas para sumergirnos, sin histerias, en la prehistoria universal.

LUNA EN TIERRA

Si bien en las ciencias geológicas se lo llama Cuenca Triásica de Ischigualasto, nos referimos a él como Valle de la Luna. Esta inmensa depresión sanjuanina da cuenta en su piel de sedimentos del Triásico mesozóico que datan de 230 millones de años en el tiempo.

Fue una era dominada, en principio, por plantas e invertebrados y, luego, por los reptiles que no encontraron oposición para su desarrollo y acapararon el ecosistema. Ischigualasto, en silencio, nos cuenta de esta hegemonía irguiéndose como uno de los yacimientos paleontológicos más importantes del mundo.

Un buen panorama de este contexto se sintetiza en el Museo de Ciencias Naturales que se encuentra en la entrada del Parque. Este espacio, dependiente de la Universidad de San Juan, propone una serie de visitas guiadas que enriquecen la experiencia revelando detalles que para nosotros, los lego, permanecen ocultos como misterios de la naturaleza.

El recorrido por Ischigualasto sólo puede realizarse acompañado por los guías. De sus 63 mil hectáreas tan sólo una pequeña área está permitida para el paseo turístico. Sin embargo, alcanza y sobra para el asombro que deja la boca abierta. En este espacio, entre tantas otras cosas, podemos maravillarnos con la Cancha de Bochas, el Submarino, el Gusano, el Hongo, Los Colorados y sus inmensas murallas.

MURALLAS ROJAS

A diferencia de lo que sucede en Ischigualasto, el recorrido por el Parque Nacional Talampaya no puede realizarse con vehículo propio y es necesario abonar, claro, un ticket de ingreso. Si de contratar servicios se trata, tres son los circuitos propuestos: El Murallón, Los Cajones (epicentro del nacimiento del río Talampaya) y Ciudad Perdida.

Los primeros dos son coordinados por una empresa turística privada que ofrece un servicio diferenciado de acuerdo a los intereses de cada uno y el traslado se realiza en camionetas conducidas por guías especializados. Por otro lado, de Ciudad Perdida se hace cargo la Cooperativa de Transporte de Villa Unión.

Ahora bien, también existen opciones paralelas a las regulares. Aventureros y guías sugieren contratar guías para recorrerlo en bicicleta o caminando, como formas más puras de vivirlo en plenitud; en ambos casos, alertan, la combinación perfecta es pasar la noche acampando en el Parque. Se trata de una experiencia inigualable que rompe con los esquemas del “turismo de confort”.

En estos casos, la travesía comienza con el arribo a un mirador panorámico y a la Quebrada de Don Eduardo. El camino lleva luego a la zona de las inmensas murallas rojas, lo más impactante del paisaje, que superan los 160 metros de altura. Con el correr del paseo se accede a los impresionantes cañones y a la importante cantidad de formas creadas por la naturaleza en esta inmensa superficie de 215 mil hectáreas mediante la erosión del viento y el agua. Entre ellas, las más conocidas son Los Reyes Magos, El Tablero de Ajedrez, La Catedral, El Cura, El Tobogán, Las Agujas, El Cañón, La Chimenea, Los Balcones y El Mirador. También es admirable el “Jardín Botánico” poblado de flora local, donde jarillas, chañares, algarrobos y espinos dominan la postal. El regreso comienza con la contemplación de petroglifos de 600 a 1000 años de antigüedad y de las pinturas rupestres que esbozan seres que parecen lucir casco y antenas.

No podemos pasar por alto la opción de la visita a Ciudad Perdida. La mencionamos como la tercera de las opciones y es la más extensa. Se trata de un recorrido de 6 horas que se realiza en camioneta, avanzando por el lecho seco del Río Gualo. Luego, se abandonan las ruedas para caminar sorteando dunas y pampas pobladas por guanacos hasta llegar a un mirador natural. Allí hay un cráter de 3 kilómetros de extensión con fantásticas formaciones en su interior. Se trata de una depresión del terreno de 70 metros de profundidad con interminables laberintos diseñados por las corrientes de agua. Entre los tesoros escondidos hay un gran anfiteatro natural de 80 metros de profundidad excavado por la erosión.

Son experiencias únicas, que nos paran ante la eternidad del planeta. Experiencias que, aunque se realicen acompañados, nos aíslan en la reflexión de la soledad ante el universo.

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El Valle de la Luna es el fondo de un lago que, con el cambio climático producido por el ascenso de la cordillera, mutó en desierto.

Ruta al pasado

Los viajeros y guías no arriban a un consenso respecto al tiempo que debe destinarse a la visita. Unos sostienen que lo ideal es tomarse el tiempo para recorrer estos paisajes en días separados. Otros, los más, afirman que la visita que se realiza en la misma jornada permite absorber de forma cabal los contrastes y similitudes entre las geografías.

De todas maneras, sí hay unanimidad en cuanto a las dos opciones que hay para llegar a la región de estos parques. La primera, por San Juan haciendo base en San Agustín del Valle Fértil, localidad cercana a Ischigualasto.

La segunda vía es llegar desde ciudades riojanas como Villa Unión o Pagancillos. Éstas, claro, están más cerca de Talampaya. Sea como sea, todos estos puntos están preparados para recibir visitas de todo el mundo y, en cualquiera de ellos, pueden adquirirse los pases turísticos para recorrer la Cuenca Geológica Triásica.

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los Estrechos desfiladeros entre eternos paredones, arcos de piedra y temerosos senderos, distinguen a la Quebrada de Don Eduardo de otros circuitos del Parque Nacional Talampaya. todos caracterizados por su magnitud y su aspecto irritado, apenas veteado por algunos tonos minerales. Foto: Télam/ef.


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los cerros presentan coloridos estratos de hasta 250 millones de años, mientras que los ríos ausentes varían su curso con las lluvias que los actualizan en breves temporadas.

es asi que el agua y el viento pertinaces esculpen sus formas.

Foto: Télam/aa.

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El Herrerasaurus ischigualatensis compartía el parque en el Triásico medio con el pequeño y voraz Eoraptor lunensis, o cazador del alba.

+ información

www.ischigualasto.org

www.talampaya.gov.ar