Roberto Montenegro

“Por encima de la música no hay nada”

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Montenegro junto a Susana Caligaris, una de las solistas de la Gran Misa en Do menor (sentada a la izquierda, la destacada Graciela Oddone). Foto: Pablo Aguirre

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Anoche, con un concierto en la Iglesia Nuestra Señora de los Milagros, interpretando la Gran Misa en Do menor de Mozart junto al Coro Polifónico Provincial y los solistas Graciela Oddone (de excepcional labor), Susana Caligaris, Roberto Nadalet y Fernando Morello, el director uruguayo Roberto Montenegro se despidió definitivamente de la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe.

Antes del adiós, el conductor conversó con El Litoral para hacer un balance y contar sus próximos pasos.

—¿Cómo se encara un último concierto en un organismo?

—Es una distinción grande el hecho de que el primer concierto mío cuando vine como director titular lo abrimos con Mozart, hicimos la Sinfonía Concertante con vientos y la Sinfonía Júpiter; y a las pocas semanas, en el Convento de San Francisco hicimos el Réquiem de Mozart. Ahora culminamos con la Gran Misa en Do menor. Creo que es una de las obras cumbres del repertorio clásico, es una de las obras más bellas (si podemos hablar de belleza como un término estético) de Mozart, y realmente me da un gran placer poder terminar un período en el que la ciudad de Santa Fe me tuvo como director titular de la Orquesta Sinfónica, con una misa de este nivel.

—Al principio y al final obras sinfónico-corales, obras muy grandes. Un gran cierre.

—Primero, es el último concierto de todo un ciclo, y es el último concierto de un ciclo que hemos denominado Clásico Barroco, que abrimos en julio con la participación como solista de Cristian Garreffa; un mes después la participación solista de Gordon Hunt, oboe solista de la orquesta Philarmonia de Londres; y creo que un buen broche era terminarlo con una obra sinfónico-coral, para darle participación también al Coro Polifónico.

Creo que el público va a estar contento de un período de cinco años donde tratamos de dar el máximo, la orquesta ha ido en ascenso técnico y estético.

Debe y haber

—¿Qué pasa cuando uno deja un organismo?

—En primer lugar le estoy agradecido a Santa Fe, a toda la gente del público, a periodistas, a la gente del gobierno, ni que hablar a los integrantes de la Orquesta Sinfónica, que me hicieron sentir en estos años como en mi casa, siempre tratando de mejorar en los aspectos técnicos. No me llevo más que un recuerdo muy grato de mi estadía en Santa Fe.

No tengo que olvidarme de que yo vine por tres años y por diversas circunstancias me quedé cinco. Creo que es el momento en que es necesario un recambio, que venga alguien con nuevos bríos, nuevas ideas y tratar de proseguir con un trabajo y cambiar aquello que no haya sido del todo óptimo y siempre es necesario en organismos de esta naturaleza.

No puedo dejar de mencionar las cosas que hemos tratado de hacer. Ahí no me puedo olvidar el primer año, que fuimos al Festival de Bariloche, tuvimos el concierto final de esa semana musical en Llao Llao, y el honor de que fuera transmitido por la Televisión Pública: tuvimos dos puntos de rating, lo que significa 100.000 televisores, probablemente 200.000 personas.

Luego, a medida en que la orquesta fue levantando en su nivel, tuvimos la posibilidad de que vinieran artistas de primer nivel mundial: no nos podemos olvidar de Aldo Cecatto, Enrique García Asensio, Anna Loro, Martín Cacik, Ratmir Martinovic, Emily Beynon (flauta solista del Concertgebouw de Amsterdam), Gordon Hunt, Frederieke Saeijs, Mirjam Tschopp.

Una cantidad de gente que al mismo tiempo fue alternando con personalidades de la propia Orquesta Sinfónica que también tuvieron la oportunidad de tocar al lado de esas grandes figuras: por ejemplo el caso de Cristian Garreffa, que tocó junto a Anna Loro el Concierto para flauta y arpa de Mozart; hicimos “Las cuatro estaciones” de Vivaldi con cuatro violinistas de la Orquesta junto a “Las cuatro estaciones porteñas” de Astor Piazzolla con Marcelo Nisinman, el último alumno que tuvo Piazzolla.

Institucionalizamos un ciclo de música de cámara, con cuatro o cinco conciertos por año, con pequeñas agrupaciones de la Sinfónica. Luego los conciertos didácticos para niños, donde llenábamos el Centro Cultural, o íbamos a algunos lugares para darle la posibilidad a otros niños de que pudieran participar.

Creo que hemos hecho bastantes cosas dentro de las posibilidades que nos daba Santa Fe, y ahora queda una Orquesta Sinfónica funcionando, que tiene una calidad distinta a cuando la recibí, para ahora continuar con el trabajo.

—¿Qué deudas pendientes quedan?

—Creo que fue el hecho de no haber podido continuar con el ciclo en Llao Llao, que nos habían invitado tres años seguidos, y no pudimos proseguir con eso, que era muy importante. El otro día sacaba la cuenta de que para que a nosotros nos vean 200.000 personas (que son las que nos vieron por televisión) tendríamos que hacer 15 conciertos por año durante 14 o 15 años.

Aparte el hecho de poder estar junto a un público europeo en su mayoría que pudieran catalogar y ver el trabajo de calidad que estábamos haciendo. Tuvimos críticas magníficas, y eso nos quedó en el debe, quizás no tuvimos la suficiente visión como para ver lo importante que era eso.

En segundo lugar, la posibilidad que nos perdimos de ir a Montevideo, teníamos la invitación para actuar en el mismo período en que estaba la Filarmónica de Israel con Zubin Mehta. Fue en la época de la gripe A. Íbamos a estar alojados en el mismo hotel, y estar compartiendo con una orquesta de primer nivel.

Eso nos quedó un poquito en el debe; pero creo que son cosas si se quiere mínimas en estos momentos al lado del trabajo de calidad que se pudo efectuar.

Futuro

—Ahora se tomará un descanso, seguramente...

—Unos dos o tres meses en que me voy a la playa, me voy a limpiar mi cabeza de tantas ideas y cosas que hemos tenido en estas últimas semanas.

Después ya comienzo con mis actividades como director invitado: tengo cosas en 2014, 2015, y 2016, como dirigir la ópera “Don Giovanni” en el teatro en el cual Mozart la estrenó, el Teatro del Estado en Praga.

Después tengo una gira con la Orquesta Filarmónica Checa del Norte, y probablemente vengamos a la Argentina; Brasil está confirmado, Chile y Uruguay. Varias participaciones mías en diferentes festivales: en la República Checa tengo el Festival de Música Judía en Terezin; mi regreso al Festival Smetana, en Litomyšl; regreso también al Festival Martinů en Polička; y voy a ir al ciclo principal de conciertos de la Orquesta Filarmónica de Moravia Olomouc. Y en Sudamérica tengo varias cosas.

—Mucha actividad en Europa del Este.

—En la República Checa, donde voy desde el ‘96 prácticamente todos los años. El primero que me vio dirigir de República Checa fue el manager de la Orquesta de Cámara de Praga, que vino a un concierto a la Salle Pleyel en París. Ahí ya me invitó y comenzamos a planificar una gira, hice tres conciertos en el ciclo principal de ellos en el Rudolfinum de Praga, y grabaciones.

Hoy se puede decir que las grandes orquestas de la República Checa las he dirigido todas; he dirigido en los principales festivales, como el de la Primavera de Praga, el Smetana, el Dvořák, el Martinů. A mí me llena de orgullo, porque no hay país en el mundo en el que se haga mejor música. Por algo Mozart fue reconocido en vida, estrenó “Don Giovanni” y “La clemencia de Tito”, escribió la Sinfonía Praga; en Olomouc escribió la Sinfonía Olomouc cuando tenía nueve años. Tuve el honor de visitar la casa natal de Mahler, cerca de Praga, la de Smetana, la de Dvořák, estar en los lugares donde Beethoven iba a hacerse sus curas en aguas termales.

—Sin perspectivas de aspirar a un cargo estable...

—No. En general soy bastante reacio a los cargos estables: a lo largo de mi carrera fui director artístico del Sodre de Montevideo y titular de la Sinfónica de Santa Fe. En el Sodre me volvieron a invitar tres veces para ser director artístico y las rechacé; una vez volví a aceptar como titular de la orquesta y otra como principal director invitado. Pero lleva muchas cosas que están fuera de la música y me hace perder mucho tiempo mental.

—¿Qué consejo o mensaje le dejaría a quien lo suceda?

—No soy nadie para dar un consejo. Solamente que amen y respeten la música, que por encima de la música no hay nada. El resto de las problemáticas que tenemos los hombres pueden esperar: la música no puede esperar. Y que el hecho de trabajar con grandes artistas es fácil; lo difícil es cuando viene la mediocridad.