A PROPÓSITO DE LA DISCUSIÓN “AL INTERIOR” DEL PERIODISMO

Las costillas de los medios

Las costillas de los medios
 

Estanislao Giménez Corte

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“La interpretación

es obra de Dios”

Génesis 40.8

I

Durante la larga década de los noventa y después, el periodismo se abandonó un poco impunemente al gozo de un aura autoinflingido: una estela de limpieza, moralidad y profesionalismo parecía entonces parir una “verdad” producto de esforzadas investigaciones de esforzados escribas. Por mucho tiempo, esa suerte de distancia blanca colocó a los medios de comunicación, junto con otras “instituciones sociales”, entre los más creíbles y estimados del orbe. Hubo, claro está, personas y medios valiosos y valientes. Pero aquella épica, en muchos casos, servía esencialmente para alimentar una historiografía propia del periodismo hacia adentro: el propio relato periodístico contaba las cosas pero antes se contaba a sí mismo, a menudo elogiándose desmesuradamente. Amén de algunas situaciones y casos resonantes, ello siguió siendo así hasta el día del quiebre -circa 2008- producido entre los (apenas antes) aliados Clarín-Gobierno Nacional. Entonces se abrieron las puertas del infierno. Allí comenzó, allí se liberó, como una explosión en cadena, una contienda aplacada por años, que día a día se retroalimenta con episodios de la coyuntura (un ministro “chicanea” a un periodista) y/o con hondas cuestiones de fondo (Ley de Medios). Esto que vivimos ahora, esto que no podemos pensar desde ninguna distancia, es extraordinario, en el sentido más llano y en su significado más tradicional.

II

Las consecuencias de esa explosión de los medios (hacia la sociedad) y esa implosión en los medios (hacia sus propias lógicas) dependen de la disposición de los agentes en la arena. Podemos mencionar algunas: la primera corresponde a la parábola del periodismo del aura límpido y etéreo al barro; del dedo que señala a la pelea; de la verdad a secas a la elaboración de una posibilidad. Una segunda es que todo sujeto ha devenido un verdadero exégeta y ejecuta a diario una interpretación, más o menos liviana en sus fundamentos pero expuesta con énfasis y pesadas palabras que pretenden edificar una causa. Saludablemente, cualquier persona se concibe con derecho y con deber de cuestionar, polemizar, referir, opinar sobre el rol del periodismo: es la apertura a una necesaria polémica sobre los modos en que hacemos lo que hacemos. Pero aquello también atrajo ciertas miopías colectivas, producto en algunos casos de perspectivas ideológicas no lo suficientemente estudiadas, que pueden llevar a muchas personas, apresuradamente, a revolear juicios, condenas y pareceres sin un debido detenimiento (aunque ¿quién puede establecer eso?). Una tercera es el insólito retorno de una retórica belicista. Una cuarta, el travestismo no muy disimulado a ambos lados del espectro entre el periodismo y la propaganda política. Pero sucedió algo diferente y radical, además: el periodismo se vio obligado a mirarse en el espejo porque, antes de ello, personajes de todo pelaje comenzaron a escudriñarlo; o, dicho al modo tradicional, comenzaron a contarle las costillas. Los personajes tradicionalmente señalados por el periodismo giraron sobre sus talones y comenzaron ellos mismos a señalar al periodismo. Ello es por demás interesante, pero también puede llevar peligrosamente a un lugar común de estos tiempos, una máxima no escrita que dice así: la culpa es del periodismo. Para algunas personas, todas las calamidades de la especie humana corresponden a operaciones y a conspiraciones de los medios de comunicación. El juicio al periodismo siempre es ejecutado por un lector. Sólo que el estado público de esa crítica pone a los periodistas ante un tribunal de juzgamiento permanente. Esto, a menos que hubiere ostensible mala intención, reviste un claro costado positivo. A menos que el periodismo responda esquizofrénicamente: yo quiero juzgar pero no ser juzgado. Así el periodismo abierto, ofrecido, crucificado, disecado, expuesto hasta en lo más recóndito, ahora mismo observa a los lados y se mira a sí mismo: trata de ver en qué consisten sus nuevas facciones y su nueva estructura ósea.