Crónica política

Fin del año y fin del relato

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por Rogelio Alaniz

“La canalla sentimental aún no había usurpado el nombre de pueblo”. Jorge Luis Borges

Se supone que el fin del año reclama un balance personal, social, político. Sin embargo, para los historiadores el tiempo histórico no coincide necesariamente con el cronológico. Según Eric Hobsbawm -por ejemplo- el siglo XIX se inició en 1789 con la Revolución Francesa y concluyó en 1914 con el inicio de la Primera Guerra Mundial, mientras que el siglo XX concluyó en 1989 con el derrumbe del Muro de Berlín, por lo que el siglo XXI -para el historiador inglés- comenzó once años antes de lo que dicta la cronología de los almanaques.

La periodización, la determinación de los períodos, es un instrumento clave de todo proceso de conocimiento histórico. No es un capricho ni una moda, la historia está hecha de tiempo, de tiempos más largos, más cortos, tiempos que hay que saber precisar para hacer inteligible los procesos, con sus rupturas y continuidades, con sus cambios y permanencias.

Trasladando este criterio a la política nacional, podríamos decir que el año 1975 terminó en marzo de 1976 con el derrocamiento de Isabel Perón. También podría postularse que la gestión peronista real finalizó con la muerte de Perón en 1974 o con el “Rodrigazo” de 1975. Otro historiador podría plantear con buenos fundamentos que la gestión de Alfonsín concluyó políticamente en 1987 con la derrota electoral de ese año. En todos los casos la periodización depende del historiador y la única exigencia académica es que debe estar muy bien fundamentada.

Si esto es así, bien podríamos sostener que el año 2013 concluyó en octubre, cuando el oficialismo fue derrotado sin atenuantes en las urnas. La ausencia de la señora en esos días, como consecuencia de una enfermedad, no fue más que una cortesía del azar a través de un diagnóstico médico, algo así como una gentileza de los dioses para preservarla a Ella de los sinsabores de la derrota.

A Jorge Luis Borges se le atribuye haber dicho que la derrota es más digna que la victoria, como dando a entender que es allí cuando los hombres se ponen a prueba. Aguirre Cámara, uno de los grandes políticos conservadores del siglo pasado, decía que todo lo que valía se lo debía a las derrotas, porque ellas le habían dado la certeza de que en la vida se podía derrotar a la derrota. Ninguna de estas lecciones de ética política parece haber sido asimilada por la Señora, cuya máxima reflexión sobre sí misma la hizo en los Estados Unidos, cuando ante un público universitario no tuvo tapujos en calificarse como “exitosa”.

Volviendo a octubre de este año, no deja de ser sintomático que la presidente que hasta ese momento recurría a la cadena nacional hasta para anunciar el cambio de vestuario, en los días del contratiempo electoral (vamos a llamarlo así para no lastimar sensibilidades) haya estado ausente. No dudo de la profesionalidad de los médicos que prescribieron el reposo, pero conociendo el paño apuesto doble contra sencillo que si en octubre el oficialismo hubiera ganado, la Señora se las habría ingeniado para estar festejando en el escenario. Y si ello hubiera sido imposible, habría aprovechado la ocasión para montar una de esas escenas truculentas, sentimentales y cursis a las que es tan aficionado nuestro populismo criollo, con las cámaras de televisión en el cuarto del sanatorio y la heroína, debidamente acicalada para la ocasión, pronunciando con voz doliente palabras inolvidables, aprendidas de memoria pero presentadas como el fruto de una deliciosa espontaneidad.

Como ello no fue posible, quien se hizo presente en el escenario a la hora de afrontar el veredicto de las urnas fue el señor Amado Boudou. Como se dice en estos casos, “por sus frutos los conoceréis”, porque cada uno puede evaluar al actual vicepresidente de los argentinos de la manera que más le guste, pero lo que parece estar fuera de discusión es que el caballero encarna en su figura al arquetipo de hombre nuevo que el kirchnerismo le presenta a la sociedad. Boudou es a Cristina lo que Gostanian era a Menem. Más que un funcionario político, un modelo ético y estético a seguir, con la diferencia sugestiva de que a Menem jamás se le ocurrió llevarlo a Gostanian a la vicepresidencia de la Nación. Con Nazareno en la Corte Suprema de Justicia le alcanzaba y le sobraba

Retornemos a la cronología. Octubre de 2013 no sólo fue una derrota electoral, sino el fin del ciclo político iniciado por los Kirchner diez años antes. Previo a los cortes de luz de este mes, llegó el corte del relato y con ello la disolución en el aire de la fantasía populista y autoritaria del “Vamos por todo” o de “Cristina eterna”, con reelección indefinida incluida.

El oficialismo continuará gobernando hasta 2015 -por lo menos es lo que deseamos todos- pero sus ilusiones de perpetuidad en el poder murieron en octubre de 2013. Lo que se avizora hacia el futuro inmediato es una lenta y tortuosa agonía que pondrá a prueba la consistencia de las instituciones y la paciencia democrática de los ciudadanos. Como ya lo probó la crisis del campo en 2008, serán las instituciones las que preservarán la investidura presidencial.

Los comicios de hace dos meses también pusieron punto final a las reales y no imaginarias maniobras destituyentes de un oficialismo que hizo lo posible y lo imposible para llevarse puesto al Estado de derecho y a las libertades que este garantiza.

¿Quiénes son los destituyentes en la Argentina? ¿los que traman un supuesto golpe de Estado con militares ausentes o dirigidos por un teniente general sospechado de represor e inexplicablemente millonario y devenido en oficialista, o quienes desde que llegaron al poder se dedicaron a degradar las instituciones en nombre de la supremacía del caudillo? No hay una sola declaración del arco opositor a favor de la renuncia o el derrocamiento de la señora, pero sobran los anuncios oficiales exigiendo centralizar el poder, avasallar los controles institucionales, asfixiar el federalismo, falsear cifras, reducir el Parlamento a una escribanía, la Justicia a una mucama y la libertad de prensa a un coro oficial.

De aquí en más, el objetivo de la señora será durar, pero su máxima aspiración será la de impedir que estalle la bomba de tiempo que Ella con tanta dedicación supo activar, para obsequiarle el artefacto al próximo gobierno.

Por definición, por lealtad a su naturaleza, el populismo no se hará cargo del desastre que produjo. En otros tiempos el golpe de Estado o la muerte de sus jefes, lo hubiera liberado de culpas. Ahora se esforzará por convencer a la sociedad de que las cosas no andan bien por la conspiración de los enemigos del pueblo. El desenlace es previsible: la bomba de tiempo le estallará al próximo gobierno, mientras el populismo prepara su retorno invocando su inocencia respecto de lo que ocurra y su enternecedor y nunca desmentido amor al pueblo.

Una vez más la Nación asiste al dilema de una encrucijada dramática. El país está en los umbrales de un estallido social, pero el gobierno, en lugar de asumir sus responsabilidades, lo que hace es presentarse como víctima mientras posterga el desenlace con el objetivo de que la bomba le estalle a los otros. Si logran su objetivo será una desgracia; y si fracasan, una tragedia. ¿Feliz Año Nuevo? Ojalá. Ojalá no tengamos que extrañar 2013. La reina no está desnuda -por el contrario, siempre se ha preocupado por vestirse bien y caro- pero los que están desnudos son los ciudadanos, desnudos ante un régimen que además les hace creer que Magnetto tiene la culpa de todo lo que ellos han hecho mal en nombre de la “década ganada”, desnudos por haber ingerido una vez más la pócima del populismo. El kirchnerismo está agotado, el relato está muerto, pero su capacidad de hacer daño se mantiene. Es que, como le gustaba decir a mi tío, los peronistas son como los gatos, mueren arañando.


En lugar de asumir sus responsabilidades, el gobierno se presenta como víctima, mientras posterga el desenlace con el objetivo de que la bomba le estalle a otros.