Gladys Erbetta, un  orgullo para Santa Fe

Gladys Erbetta, un orgullo para Santa Fe

Ejemplo de dedicación, esfuerzo, sencillez y modestia personal, la emblemática deportista santotomesina sigue cosechando reconocimientos y halagos en vida. Recientemente, el gobierno de la provincia impuso su nombre al Centro de Educación Física Nº 33, con sede en Santo Tomé.

TEXTOS. ARIEL DURÁN Y SERGIO FERRER. FOTOS. AGENCIA SANTO TOMÉ Y GENTILEZA GLADYS ERBETTA.

 

El gesto de sorpresa se repite una y otra vez, con cada halago, cada homenaje y cada reconocimiento. Gladys “Dida” Erbetta es una mujer simple, sencilla y espontánea. Sumamente modesta, agradece infinitamente los elogios y asume con gran naturalidad su “fama”, aunque le cuesta creer que, después de tantos años, se sigan destacando con tanto respeto su trayectoria, récords (provinciales, argentinos, sudamericanos) y participaciones deportivas.

Todo ello forma parte de su leyenda como atleta, la que está inscripta con letras de molde en el historial deportivo santafesino y se vio revitalizada recientemente, al ser impuesto su nombre, en vida, al de una institución de bien público: el Centro de Educación Física Nº 33.

“La verdad es que no puedo expresar con palabras lo que siento; nunca me hubiera imaginado que le pusieran mi nombre a una entidad pública”, expresó Gladys con sano orgullo y cierta vergüenza. “Soy sincera: jamás me imaginé que un día mi nombre se convirtiera en sinónimo de deporte santafesino”, agregó la homenajeada, quien recibió a Nosotros en su domicilio de San José al 5000 de la ciudad de Santa Fe.

“QUÉ SE YO, TUVE SUERTE”

“Empecé casi de casualidad; siempre me gustaron los deportes pero al principio no hacía atletismo, que es la disciplina en la que luego pude destacarme”, aclaró “Dida” posteriormente.

“En Santo Tomé estaba el club El Tientuco, del que yo era socia y en donde practicaba tenis criollo y básquetbol; el presidente era don Alfredo Clark”, recordó nuestra anfitriona. “Un día, en 1949, se hizo un torneo libre de atletismo y quise participar, pero tenía que pedirle permiso a mi mamá, por supuesto; fue duro, pero me dejó. Allí tuve la suerte de ganar la prueba de salto en alto, con una muy buena marca para aquella época (1,30 metros) y la de salto en largo (con 4,20). También tiré el disco, sin saber hacerlo, y conseguí un lanzamiento de 20,38. Tenía 21 años”, acotó.

“Empezar a los 21 años y que me haya ido tan bien como me fue es algo realmente fuera de lo común... Qué se yo, tuve suerte, otra cosa no puedo decir”, expresó después Gladys. “Claro, lógicamente que hice mis sacrificios y bueno, rindieron sus frutos”, reconoció.

Consultada por su aparición en la tapa de las principales revistas de la época (como El Gráfico de Argentina y Estadio de Chile, por nombrar sólo un par) se limitó a decir: “Las cosas se sucedían y me sorprendían, porque realmente no las esperaba. Yo competía porque me gustaba, lo hacía de corazón. Imagínense, me había criado con cuatro hermanos mayores; andaba en bicicleta, a caballo, iba a cualquier lugar al que ellos fueran, así me fui haciendo, a los golpes. Con el tiempo llegué a la conclusión de que mi cuerpo se fue preparando de esa manera, jugando con ellos... cayéndome, levantándome”, completó el concepto.

“NUNCA ME CREÍ SUPERIOR A LAS DEMÁS”

“Nuestra preparación era muy de entrecasa, por decirlo de algún modo”, manifestó la histórica deportista en otro momento de la entrevista. “Teníamos un entrenador, un profesor de Educación Física que era del Club Velocidad y Resistencia. Él nos daba indicaciones generales pero no contábamos con preparadores para cada especialidad, o sea, para salto en alto o en largo”, agregó Gladys, a quien se la conoce también como “La Dama del Salto” o “La Embajadora de Santo Tomé”. “Las ganas que tenía de participar superaban cualquier carencia o problema”, añadió. “Nunca se me fueron los humos a la cabeza; soy sincera, nunca me creí superior a las otras chicas”, explicó a continuación. “Pienso que se me dieron las cosas porque tuvieron que darse así no porque era superior a las demás”, amplió.

“Por ejemplo, yo empecé con salto en alto; había una persona de Velocidad y Resistencia (Luis Montecchiari) que me vio y como era amigo del presidente de El Tientuco, le habló de mí. A la semana se hacía el torneo provincial y quería que yo estuviera”, narró Gladys.

“Repito, en esos tiempos el problema mayor era el permiso para salir; esa vez me lo dieron porque iba con uno de mis hermanos; participé en alto y gané con récord provincial (1,37)”, prosiguió. “Seguí compitiendo en salto en alto, pero no en todos torneos figuraba esa especialidad; como yo quería participar igual, a veces me inscribían en otra; recuerdo que un 25 de mayo le dije a este hombre que me representaba: anóteme en 100 metros, no me importa salir última, quiero correr igual”, rememoró.

“En esos tiempos estaba Nancy López, que era la mejor velocista de Santa Fe. Bueno, corrí igual y a los 60 metros ya iba al lado de ella; finalmente gané con 12,9, cuando nadie que comienza en esa distancia hacía menos de 13 segundos”, concluyó.

Gladys Erbetta, “La Dama del Salto”, en pleno vuelo triunfal. Los colores de Argentina destacan la figura de esta verdadera embajadora deportiva.

Resolución

A través de la resolución Nº 1.927, del 25 de septiembre de 2013, el Ministerio de Educación de la provincia de Santa Fe impuso el nombre de Gladys Erbetta al Centro de Educación Física Nº 33 de Santo Tomé.

En razón de que Gladys aún vive, dicha designación se resolvió recurriendo a la vía de excepción contemplada en la modificación hecha en 2002 a la norma vigente desde 1991 en materia de imposición de denominaciones a entidades de bien público (la resolución Nº 852). Esta normativa prohibía, originalmente, el uso de nombres de personas que no hubieran fallecido.

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Buenos Aires, 29 de marzo de 1953, Gladys Erbetta triunfa en una prueba de velocidad. “Mi primera participación en los 100 metros la hice un 25 de mayo; no había prueba de salto en alto y entonces pedí que me anotaran en esa competencia”. Obviamente, corrió y ganó.

La medalla que pudo ser

Mucho se habla de la digna y meritoria participación de Gladys Erbetta en los Juegos Olímpicos de 1952 de Helsinki (Finlandia), pero muy poco se dice o comenta de su no participación en Melbourne (Australia), cuatro años después.

“Es difícil saber qué hubiera pasado en 1956, aunque muchas veces pienso que me hubiese ido bien, especialmente por la buena marca que había hecho en el Sudamericano de ese año, 5,88 metros, la que me dejó a pocos centímetros del récord mundial de entonces. Por las marcas que estaba haciendo y las que tenían otras competidoras que estuvieron en Australia creo que hubiera podido acceder a los primeros tres lugares del podio, pero me hacían muy mal los viajes, me descomponían mucho”, destacó Gladys sobre este tema.

“A Helsinki fuimos en un avión cuatrimotor, demoramos tres días en llegar; fue terrible, pensar en otro viaje como ése o peor -porque iba a ser un trayecto más largo-, me parecía algo realmente imposible de soportar”, describió a continuación.

Para finalizar, redondeó: “Con la marca que hicieron en ese torneo y la que yo tenía, creo que hubiera estado entre las tres primeras. En realidad, hubo saltos en los que llegué a 6,12. Por eso digo que podría haber obtenido una medalla, aunque eso lo puedo decir hoy -a la distancia-, porque podés estar bien preparado y podés andar bien, pero si el día del salto no es tu día, la marca que esperabas, lamentablemente, no se te va a dar”.

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Gladys Erbetta nació en Santo Tomé en 1928. Da gusto escucharla hablar de su trayectoria sin grandilocuencia ni actitudes vanidosas.

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La atleta santafesina en plenitud, en 1956, durante un certamen subcontinental.

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Hipólito Yrigoyen 3200, sede del Centro de Educación Física Nº 33 Gladys Erbetta de Santo Tomé. Muchos conocen a esta institución como “El Polideportivo del Barrio Loyola”, ya que se encuentra ubicada frente al citado complejo habitacional.