editorial

  • Las lentas y, en algunos casos, insignificantes reformas del régimen obedecen a la necesidad de paliar la prolongada crisis económica de un país con recursos cada vez más escasos.

Cuba y los Castro medio siglo después

Noticias llegadas desde Cuba afirman que los habitantes de ese país podrán acceder a la compra de automóviles cero kilómetro, una decisión que completa la reciente iniciativa de facilitar el acceso a la propiedad de autos usados. La noticia coincidió con los festejos de los cincuenta y cinco años de la revolución, fecha que evoca el momento en que el derrotado dictador Fulgencio Batista abandonó el país y Fidel Castro se hizo cargo del poder.

Medio siglo después la titularidad del régimen está a cargo de Raúl Castro, hermano de Fidel y uno de los protagonistas de la proclamada guerra revolucionaria. Como se sabe, con la llegada de Raúl al poder circularon versiones de una liberalización del régimen, liberalización que hasta el momento se ha expresado en la puesta en marcha en cuentagotas de algunas iniciativas tendientes a reconocer la propiedad privada en la isla, apertura hasta ahora leve que, en este caso, se traduce en la posibilidad de adquirir autos nuevos, con la salvedad de que los precios son prohibitivos, ya que cuestan entre 25.000 y 200.000 dólares mientras que un empleado estatal tiene un sueldo promedio de 40 dólares por mes.

Las lentas y, en algunos casos, insignificantes reformas del régimen obedecen a la necesidad de paliar la prolongada crisis económica de un país con recursos cada vez más escasos. Los funcionarios de la dictadura nunca lo reconocerán, pero está claro que de hecho se admite que la revolución socialista tal como fue presentada por la propaganda revolucionaria fracasó. De aquí en adelante, como descuentan los analistas e inversores europeos, Cuba iniciará un camino de reformas no muy diferente a la que vienen practicando China o Vietnam, lo que significa un lento pero sostenido retorno a la propiedad privada, aunque manteniendo en pie la dictadura política fundada en el partido único.

Las celebraciones del aniversario de la revolución estuvieron precedidas de las habituales consignas acerca de las bondades del socialismo y la decadencia del imperialismo. Los festejos con movilizaciones de masas regimentadas no alcanzan a disimular la bancarrota del régimen expresada en la pobreza de la gente, el colapso de los servicios sociales y la proverbial ineficiencia económica.

Cuando Fidel Castro tomó el poder lo hizo con un programa político que contemplaba la vigencia de la Constitución liberal de 1940 y el compromiso de construir un orden democrático con libertades civiles y políticas. Pero como se recordará, lo que se hizo fue exactamente lo contrario y la anacrónica dictadura de Batista fue reemplazada por un régimen más opresivo desde el punto de vista de las libertades. La flamante revolución cubana liderada por Castro creó uno de los más formidables mitos de la segunda mitad del siglo XX, pero disipada la hojarasca de la propaganda, los cubanos descubren que sus condiciones sociales y políticas son mucho más duras que en el pasado.

No deja de ser una ironía de la historia que en la actualidad las principales fuentes de ingreso de Cuba provengan del turismo, considerado en su momento como una actividad burguesa, y de las remesas que los dos millones de exiliados calificados por la retórica castrista como “gusanos”, mandan desde Miami a sus parientes en la isla.

El balance histórico, en este sentido, es aleccionador: necesidades insatisfechas, represión interna, cientos de miles de exiliados, mordazas públicas y privadas, para arribar a la conclusión -medio siglo después- de que la democracia y la propiedad privada son necesarias.

No deja de ser una ironía de la historia que en la actualidad las principales fuentes de ingreso de la isla provengan del turismo y las remesas de los exiliados.