Huerteros y pequeños productores

El otro valor de la agricultura 

El proyecto del INTA “Casa de Semillas” busca preservar y difundir variedades de hortalizas criollas o “no convencionales” en las quintas y huertas de la región. Junto a otros productores, Ramón Gómez multiplica estas semillas como parte de un trabajo que apunta al desarrollo local.

El otro valor  de la agricultura
 
 

Juan Manuel Fernández

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Detrás del paradigma de la eficiencia hay otra agricultura: la que realizan miles de familias para complementar la economía doméstica y apuntalar la dieta cotidiana. No es la gran generadora de divisas sobre la que se asentó la economía nacional de la última década, aunque tiene un enorme valor si se la mide con parámetros más sociales que monetaristas: conecta a las personas entre sí a partir del intercambio o el trueque; las afianza en el territorio y ayuda a evitar migraciones de campesinos a cordones urbanos marginales; y aporta a una dieta equilibrada del grupo familiar.

Por razones como estas, diversas áreas del Estado Nacional y las provincias desarrollan programas de apoyo. El INTA, a través del ProHuerta, lleva años difundiendo técnicas y suministrando semillas a “huerteros” urbanos o periurbanos y agricultores familiares de todo el país. Para abastecerlos, más recientemente se creó “Casa de Semillas”: un proyecto por el cual algunos productores se encargan de evaluar la adaptación de variedades -preferentemente criollas o nativas, que no están disponibles en el mercado- y su posterior multiplicación para ser distribuidas entre los beneficiarios de la región.

Desarrollo local

En Santa Fe y sus alrededores, un equipo de la AER Monte Vera del INTA -el ingeniero agrónomo Hugo Amherd y las asistentes sociales Gabriela Cardoso y Cecilia Páez- coordina entre 15 y 20 “promotores-multiplicadores”, distribuidos en Coronda, Desvío Arijón, Colastiné, Arroyo Leyes, Monte Vera y la capital provincial. Entre todos cultivan 44 variedades de hortalizas, 18 de porotos, 14 de flores y 9 de aromáticas y medicinales, entre otras. Rarezas como el “ajo pata de elefante” o la “chaucha turca” se destacan entre la mandioca colorada correntina, la batata morada o el poroto negro.

“Casa de Semillas” consiste en una “estrategia de conservación de especies” -explicó Amherd- que “tiene una trascendencia que va de lo cultural y lo técnico a la soberanía y seguridad alimentaria”. El objetivo es “conservar todas las especies que nos son útiles, no solamente autóctonas”. Por ejemplo, se utilizan porotos y batata que no son originarias “pero que se adaptan a la zona”.

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Equipo. Luis Chamorro, productor de aloe vera; Marta Acosta, integrante del consorcio La Verdecita; Roque Macaudiere, huertero de autoconsumo; Luciana Carrizo, de Aromas de la Huerta; Ramón Gómez; Pedro Osuna; Vicente Tosti, promotor de ProHuerta; Gabriela Cardoso; Cecilia Páez; y Fernando Salvador, integrante de la Permaferia de Rincón. Foto: Gentileza INTA

El técnico detalló que una vez que constatan la adaptación al medio y la aceptación del consumidor de una determinada variedad, “la idea es conservarlo, multiplicarlo y distribuirlo en forma gratuita dentro del grupo nuestro de familias y a otros productores por fuera del programa”. Agregó que junto a la entrega de semillas que ProHuerta realiza dos veces al año también se entrega material a aquellas familias que quieran multiplicar estas otras semillas. “Más allá de que hay variedad en las que entrega el ProHuerta, hay algunas que la gente las multiplica y no están en el comercio”. Lechuga, albahaca, poroto o remolacha son algunas especies “producidas por los propios huerteros” que se distribuyen entre las familias. Es la manera de “multiplicar las semillas y que lleguen a todos”.

“La mayoría de quienes lo siembran, en cada encuentro también intercambian información sobre cómo conservar las semillas y cómo elaborar la producción de la huerta en la cocina o cómo consumirla”, agregó. Y no se trata sólo de alimentarse o intercambiar recetas sino que, como “no se tira nada y todo se transforma”, también se trabajan técnicas para darle usos terapéuticos o fitosanitarios, por ejemplo utilizando las semillas de los ajíes para ahuyentar plagas.

Gabriela Cardoso destacó el valor de las semillas criollas y nativas “porque los híbridos no se pueden multiplicar” (ocurre con la mayoría de las verduras de quinta: lechuga, tomate, zapallito, berenjena). Y explicó que la estrategia se complementa con el desarrollo de “circuitos cortos de comercialización”: productores locales (periurbanos) que puedan vender directamente al consumidor y no a través de los canales tradicionales. “Se acorta el tiempo entre cosecha y consumo y mejora la calidad del producto; además del precio, porque generalmente al quintero le pagan poco en relación con lo que luego se vende en el mercado”, detalló.

Por este motivo también se gestiona con municipios y comunas la generación de espacios de venta directa. “No es fácil con las comunas, porque rotan cada dos años y a los políticos les interesa únicamente qué industria se radica para generar nuevos puestos de trabajo; y los productores ya están en el territorio y generan empleo”. La mecánica de trabajo consiste en reuniones periódicas donde se debate “que entendemos por desarrollo y que queremos para la zona”, además de relacionarse con medios de comunicación locales o comunitarios para “sensibilizar al consumidor para que compren local”. El objetivo último es “fortalecer a los productores para que no migren a los cordones y la plata quede en el lugar”.

Una filosofía de vida

Gracias al trabajo del equipo de la AER Monte Vera, localidades como Laguna Paiva, Nelson y Llambi Campbell aprobaron un proyecto para impulsar productores locales y en Santa Fe se logró una habilitación en la Feria de las 4 Vías para la venta directa de Ramón Gómez, integrante de “Casa de Semillas”.

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Circuito corto. Se busca que los agricultores familiares tengan la posibilidad vender directamente al público, como lo hace Don Gómez todos los domingos en la ex estación Belgrano.

Foto: Gentileza Juani Gómez

A sus 63 años, Gómez vive con su familia (9 personas) en el límite entre el ejido santafesino y el distrito Monte Vera. Llegó desde Corrientes a fines de los sesenta y se radicó sobre 2 hectáreas y media. Allí es donde hoy produce -en sólo media hectárea- la verdura que vende en la feria, donde es el único productor.

Aproximadamente hasta 1995 hizo horticultura convencional, pero siempre conservando sus propias semillas para consumo. Hasta que, impulsado por el encarecimiento de los insumos, decidió volcarse 100% a la producción agroecológica, “la única forma de subsistir con la familia”. Reconoce que no es mucha la producción, pero “se saca un jornalcito para vivir”. Sobre todo gracias a la posibilidad de vender directo al consumidor, actividad que también realiza los domingos en la ex estación del ferrocarril Belgrano.

“Venimos de cuna haciendo la semilla uno mismo y de intercambio de semilla, que era costumbre nuestra”, afirmó Gómez mientras recorría su chacra junto a Campolitoral. Y recordó que antes él trocaba sus semillas en “la iglesia, la carnicería y el Ramos Generales”. De su tierra natal trajo especies como el “ajo pata de elefante”, el ají “gorrita de vasco” y el maíz “amarillo polenta” de gran contenido de harina, que con el intercambio pasaron a formar parte de la “Casa de Semillas”.

Admitió que no usar químicos le dificulta el control de plagas, pero al mismo tiempo rescata los beneficios de tener maleza “entreverada” como refugio de insectos benéficos. Asegura, por ejemplo, que “está más aliviado” el ataque de pulgones. “Se le busca la vuelta y la misma naturaleza le va enseñando”, predica.

El laboreo lo reparte entre lo mecánico y lo manual. Para algunas especies, como el jengibre y las aromáticas, dispone de dos invernaderos en los que hace plantines. Riega por surco en la mayoría de los cultivos y con goteo en la rúcula y “los ajíses”. Como abono usa la bosta de caballo y gallina compostada durante un año y transformada en humus por las lombrices. El combate a los insectos lo realiza con varias recetas: “el ataque de bichos que están en grupo uno lo machaca ahí, deja el olor en la planta y los otros se van solos”. Y para contrarrestar los trips pulveriza ceniza diluida en agua.

Sobre el trabajo con el INTA, explicó: “me traen semilla para que pruebe si viene o no; y como a mi me gusta seguir a las plantas hasta el final, entonces ese es mi trabajo”. Asegura que se precisa paciencia para seguir el cultivo de cerca: “si se adapta, si resulta, cuanto tiempo lleva; andar a tras de ella (la semilla), cuidarla para que salga con todas las buenas energías que necesita”. Pero lo más importente, asegura, es “sentirlo para preservar una semilla que viene generación tras generación”.

Para “Don Gómez” la quinta no es un negocio, sino una filosofía de vida. A pesar de considerar que sus verduras tienen un valor especial y que le demandan un trabajo mayor, no lo incluye en el precio final. Su razón es espiritual: “va directo al consumidor y me alegra sentirme útil para el semejante; lo material ya no es tan importante”. Y aunque “no se saca mucho, alcanza para el pan de todos los días”. Además, la quinta le da buena parte del alimento que demanda la familia. “Es una maravilla vivir así, a mi me encanta; el que puede que tenga su huertita porque le va a hacer bien”.

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Extrañas variedades. Semillas como la de la “chaucha mojarra” se multiplican para luego repartirse en los kits del ProHuerta.

Foto: Juan Manuel Fernández

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Agroecológico. La pulverización de ceniza aleja los trips de las plantas en los cultivos de Ramón.

Foto: Juan Manuel Fernández

Variedades y resultados

Dentro de la “Casa de Semillas” se cultivan las siguientes variedades:

-Ajo: pata de elefante y alpa suquía

-Mandioca: colorada correntina

-Batata: morada INTA, arapey, colorada INTA, cumpita amarilla

-Maíces: amarillo polenta Gómez, indio enano (pisingallo)

-Poroto: navarro, sable, metro, mojarras, señorita, corazón, negro, blanco, cucaracho, vignas, etc.

-Flores: cosmos, pi-pi, rudbeckias, gisofila, pajarito, siempre viva, alelí, penachitos, etc.

-Tomates cherry: gigante, perita amarillo, común, perita rojo, silvestre, morado

Y los rendimientos medidos son:

-Mandioca: 4,6 kg por planta por metro, en un promedio de tres años

-Ajo: pata de elefante: 1,1 kg por metro, alpa suquía: 0,3 kg por metro lineal

-Batata: morada INTA: 1,5 kg por metro, arapey: 3 kg por metro

-Poroto navarro: 1,1 kg por planta