En Familia

La insolencia tiene cura

La insolencia tiene cura

Es sencillo reconocer a quienes deciden abandonar la insolencia, poniendo en práctica las normas insustituibles del respeto y valoración del otro. Foto: Archivo El Litoral

Rubén Panotto (*)

[email protected]

Cuando niño, formaba parte de una familia de cinco hermanos, y habría sido muy difícil la convivencia si mis padres no hubiesen establecido límites, exigido reglas y tenido “la cancha marcada”.

Insolencia significa: atrevimiento, falta de respeto en el trato, hecho o dicho ofensivo, descaro, desfachatez, etc. Entendemos que las reglas se aprenden desde la cuna, y deben ser respetadas sin excepción, lo que forma un contexto de justicia y piedad. Un dicho proclama que “ley pareja no es rigurosa”, y así se aprende a ser justo y piadoso.

El Dr. Mario Rosen, médico argentino, educador y escritor, decía respecto de su propia experiencia que en su hogar “las reglas eran claras y los castigos eran claros... En mi casa de la infancia -explicaba- había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara. Esta regla de oro presidía el comportamiento de mi casa y declaraba: ‘no sea insolente’. Si rompió la regla, hágase responsable, y haga lo que debe hacer para reparar su desatino”.

La psicopedagogía sostiene que en la primera infancia es cuando los niños graban, para toda su vida, el aprendizaje que hayan recibido de sus padres y tutores, no importa cuál haya sido la calidad de la enseñanza. No obstante, llegan a una etapa en que experimentan cambios físicos y psíquicos en la llamada adolescencia, y manifiestan reacciones que se oponen a las normas de convivencia aprendidas, al intentar forjar su propia y definitiva personalidad. Este período está señalado como el tiempo de la insolencia, en que los adultos debemos actuar con autoridad responsable y honrar la justicia con actitud piadosa.

Estudios recientes sobre causales de la insolencia en adolescentes argentinos mencionan lo siguiente: tienen mayor acceso a los medios como nunca antes; están familiarizados con la agresividad; practican los excesos; dejan huellas en su piel; consideran a la amistad como un valor supremo. En la mayoría de los casos, los padres y adultos mayores están tan absorbidos por sus trabajos y complicaciones, que sus hijos deciden tomar distancia para hacer su propio camino. En este estado de convivencia, la gran mayoría de los jovencitos adopta actitudes insolentes, que criticamos y sancionamos, sin llegar a la causa que las provoca. Así las cosas, es tiempo de recapacitar, hacernos cargo de nuestros propios defectos y buscar el cambio. ¿No cree que nuestra sociedad está plagada de malos ejemplos, de petulancia, descaro y desvergüenza?, ¿que el culto a la insolencia está destruyendo las bases de nuestra familia, de nuestra sociedad y nación? ¿Acaso no nos angustian aquellos que rompen las reglas, diciendo que se sienten vivos, y ultrajan y denigran a los demás como estúpidos e ingenuos? Si algo caracteriza al insolente es que pretende saberlo todo, tener razón hasta la muerte. No escucha y usa a los demás.

Es sencillo reconocer a quienes deciden abandonar la insolencia, poniendo en práctica las normas insustituibles del respeto y valoración del otro. En este sentido, el Dr. Rosen nos propone una manera de identificarnos, cumpliendo simples prácticas urbanas, a saber: “No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho de basura. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted y cumpla con la regla. No va a pasar mucho tiempo en que seamos varios para levantar un mismo papel”. Aunque parezca irrisoria tal invitación, no lo sería si esa simple idea se extendiese y fuera aplicada -por ejemplo- por los automovilistas, respetando al peatón, a los semáforos; cumpliendo los límites de velocidad en calles y rutas; no manejando si se bebió alcohol; por los dueños de mascotas, limpiando los desperdicios que dejan sus perros cuando los sacan a pasear; etc., etc., y si todo lo que hiciéramos fuera coherente con lo que pregonamos y exigimos a los demás.

Siempre nos vienen bien algunas frases de sabiduría que están en la Biblia: “El que fácilmente se enoja hace locuras... La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego. El que es paciente muestra gran discernimiento; el que es agresivo muestra mucha insensatez”.

El nuevo año que comenzamos puede ser muy favorable, en gran parte de los aspectos deseados, si curamos nuestro país de la insolencia, ¿qué le parece?

(*) Orientador Familiar