Entrevista a Mariana Enríquez

La muerte le sienta bien

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Mariana Enríquez.

Foto: Leonardo García

 

Por Augusto Munaro

La editorial Galerna acaba de publicar a la periodista y escritora Mariana Enríquez por partida doble. Se trata de Alguien camina sobre tu tumba, crónicas que la autora transformada en una elocuente “catadora de cementerios”- escribió tras visitar numerosas necrópolis diseminadas por el mundo; y la reedición de su mítica novela posgótica Bajar es lo peor. Dos libros que comparten varias obsesiones y que están escritos con una prosa de un curioso realismo sugestivo. Sin medias tintas, Enríquez es una de las pocas escritoras de habla castellana que logra alcanzar lo fantástico sin caer en impostaciones cínicas.

—¿Cuáles fueron sus influencias al escribir un libro de características como Alguien camina por tu tumba?

—El título tiene que ver con un dicho inglés, “I felt somebody walking on my grave” (“sentí que alguien caminó sobre mi tumba”). Es una creencia folclórica británica que, cuando alguien siente un escalofrío, es porque alguien acaba de caminar sobre el lugar donde, en el futuro, estará la tumba del que siente el chucho de frío en cuestión. Entonces esa persona dice: “Sentí que alguien caminó sobre mi tumba” después del escalofrío. Se menciona en montones de libros y canciones. En nuestro idioma hay un dicho parecido, yo recuerdo habérselo escuchado a mi madre y mi abuela: es “me pasó la muerte”. Lo decían cuando tenían un escalofrío. Es básicamente la misma idea pero el dicho inglés, traducido, era un mejor título.

—Es un libro de género difícil de determinar. ¿Podría considerárselo un diario de viaje, tal vez?

—Sí, es un diario de viaje y es un libro de relatos de viaje... Pero me gusta que no pueda ser encasillado en un género. Me alegra que resulte un libro inclasificable.

—No son pocas las zonas en que su prosa se torna poética. Hay dos citas concretas: “Siento un gusto plateado en la boca, monedas en el paladar” (para expresar que tiene miedo). Otro ejemplo: “El río está plateado y quieto, como una serpiente mojada”. Paradójicamente, es un libro impregnado de cierta nostalgia y fantasía también...

—Jamás escribí poesía, pero la prosa que carece totalmente de lirismo cada vez me gusta menos; así que naturalmente tiendo a veces a usar recursos líricos, pero de manera inconsciente, de lo contrario creo que mi prosa seguiría siendo muy seca. ¿Es un libro un poco triste, a lo mejor? Y sí, rara vez escribo cosas alegres.

—Al leer los capítulos dedicados a los Estados Unidos, que posee una concepción sobria de la muerte, y se los compara con México, país donde se la ha desacralizado casi por completo; ¿cuál cree que es la relación que tienen los argentinos con Tánatos?

—Un poco fóbica. Negadora. Cada vez escucho más cosas como “yo quiero que me cremen y se olviden de mí”. Para la mayoría de las personas con las que hablo les parece un horror tanto la concepción de sobria festividad de los funerales norteamericanos como el festejo colorido mexicano, ambas cosas les parecen “morbosas”. Sin embargo, los cementerios argentinos son muy hermosos y de lo más creativos, los regalitos y recordatorios que se les dejan a los muertos queridos son muy particulares. Como en casi todo, sospecho que nuestra relación con los lugares de la muerte es contradictoria.

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—Personalmente me impactó su descripción de la tumba del poeta norteamericano Conrad Aiken. ¿Tiene usted alguna sepultura que la haya cautivado en especial?

—La tumba de Marie Laveau en New Orleans debe ser mi favorita, por el ritual pedirle un deseo, dar la vuelta, marcar con tres cruces-, porque fue una mujer fascinante y muy misteriosa, y porque paradójicamente me gusta que sea un lugar común del turismo, eso la convierte en un espacio de encuentro colectivo global, me imagino millones de personas de todo el mundo saludando y pidiéndole un deseo a una negra libre de Louisiana, a una sacerdotisa vudú, y me parece sensacional, una de las cosas buenas del mundo.

—Hablemos de su otro libro. Bajar es lo peor cumple casi veinte años y lo celebró de la mejor manera posible, a través de una esperada reedición. ¿Qué modificaciones se contemplaron para la realización de esta nueva edición?

—Ninguna del texto. Le escribí un prólogo y cambiamos la tapa con una hermosa foto de Nora Lezano. El texto es exactamente el mismo.

—Las resonancias góticas de su primer novela, son evidentes. ¿Además de los clásicos de género, por entonces, había leído asiduamente a Ann Rice y Stephen King?

—Sobre todo a King. Y a Emily Brönte, a Charlotte Brönte. Y mucho horror clásico, Stevenson, Henry James (Otra vuelta de tuerca es una influencia). Clive Barker. Anne Rice también, los dos primeros libros de la saga de crónicas vampíricas eran una influencia muy importante. También Sobre héroes y tumbas y Rimbaud.

—También resulta un poco punk... A través de un estilo a lo Charles Bukowski, crudo, muy potente que encierra la violencia de un cross a la mandíbula, como diría Arlt. ¿Recuerda en qué circunstancias escribió la historia de Facundo?

—No mucho, tengo mala memoria.

—¿Cómo imaginó una narración semejante?

—En general, los personajes se me presentan, convivo con ellos mentalmente. Facundo fue una especie de síntesis de lo que yo consideraba hermoso y maldito, una noción bífida que me obsesionaba mucho entonces. Cuando lo imaginé tenía unos 17 años, era de verdad muy chica.

—¿De qué modo cree que se vislumbra el menemato en sus páginas?

—No estoy muy segura. Los críticos me dicen que en esos jóvenes abandonados y sin futuro está el menemismo y puede ser. En que ellos no viven la fiesta o, mejor dicho, tienen su propia fiesta lateral y autodestructiva.

—Si la compara con su otra novela Cómo desaparecer completamente (2004), además del género y extensión, ¿en qué se diferencian?

—Cómo desaparecer... fue una novela escrita cuando yo ya estaba decidida a ser escritora, después de varios años no sólo de no publicar, sino de escribir textos fallidos, incluso una novela entera muy mala. Es un libro mucho más reconcentrado y mucho más consciente.

—Haciendo un balance y en retrospectiva, ¿haría alguna modificación?

—No, nunca.

—¿Por qué?

—Los libros le pertenecen a su época y al autor en ese momento, que va cambiando. Además, rara vez releo: no sabría qué modificar.

—¿Cuál es su próximo proyecto?

—Estoy escribiendo hace mucho una novela de terror. Me costó horrores -ésa es la palabra- resolverla técnicamente pero ahora que está encaminada, espero terminarla muy pronto. También tengo listo un libro de cuentos. Y estoy en proceso de corrección de un libro sobre Silvina Ocampo que se editará en Chile.


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