Un cumpleaños muy especial

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La familia organizó una fiesta para don Mario, quien celebró junto a su hija Lucía (izq.), el intendente de gálvez (der.) , entre otros invitados.

Soplar 105 velitas no es un acontecimiento que se viva todos los días. Pero Mario Melchor Terisotto sí tuvo el honor de hacerlo -y con mucha garra- el pasado 6 de enero, acompañado de unas 90 personas, entre familiares y amigos.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. GENTILEZA JOSÉ IGNACIO GIGLI.

Mario Melchor Terisotto nació un Día de Reyes de 1909 en San Carlos Centro pero se considera galvense por adopción, ya que vive allí desde 1941. El 6 de enero pasado celebró sus 105 años y el día de su santo en una reunión familiar realizada en el Club Atenas, en la que participaron su hija, Lucía, sus hermanas: Icinia, de 101 años, y Emérita de 90, y el intendente de Gálvez, Mario Fissore, además de amigos y otros familiares.

Fue una noche llena de emociones, lágrimas, sonrisas, abrazos y besos. Compartieron una cena, música, una canción dedicada especialmente al homenajeado y hasta algunos se animaron a bailar, logrando que el rostro de don Mario perdiera su característica apostura y evidenciara la enorme emoción que sentía. Goza de perfecto estado de salud y tiene “una lucidez mental digna de un joven”, explicaron sus familiares.

“Chor”, como lo llaman cariñosamente, es el sexto de 10 hijos. Es fanático del El Litoral (lo lee desde hace 75 años y lo espera cada tardecita en su casa) y del club Unión de Santa Fe. El consejo que da cuando se le pregunta cómo hace para estar tan bien es el siguiente: “Siempre hice gimnasia y fútbol, comí sano y nunca fumé ni tomé”.

Lucía, la hija de Mario, contó que “mi papa nació en San Carlos Centro el 6 de enero de 1909. Sus padres eran italianos, vinieron a la Argentina y se radicaron en ese pueblo. Tuvieron 10 hijos y mi papá es el sexto. De ellos quedan tres: él y sus hermanas Icinia de 101 y Emérita de 90, quienes viven en Santa Fe. Somos una familia muy unida, católica y solidaria, que se reúne muy seguido y lo seguimos haciendo, y nos comunicamos permanentemente. Todos los años festejamos su cumpleaños y en éste fuimos 90 personas, entre familia y amigos”.

También destacó “mi papá trabajó con su papá en la hojalatería, en la cosecha (tenían una máquina trilladora), y en el bar del cine Rivadavia, que tenía uno de sus hermanos. En 1941 se viene a Gálvez como empresario del cine Moderno y Marconi. Estuvo 20 años trabajando en eso hasta que lo vendieron cuando comenzó la televisión”.

RESPETUOSO, OPTIMISTA Y FELIZ

Por otra parte, Lucía Terisotto precisó que “conoció aquí a mi madre y se casó. Tuvieron dos hijas: yo, la mayor, y Marta, fallecida. Luego lo nombraron juez de paz y jefe de registro civil. Allí hizo un buen trabajo anotando niños que no lo estaban de la zona de la costa. Estuvo hasta jubilarse, y trabajó hasta los 73 años porque le gustaba y se sentía querido”.

Asimismo, explicó cuáles son sus pasiones y actividades: “Su pasión es el fútbol. Su cuadro preferido es Unión de Santa Fe pero los sigue a todos.Recuerda a grandes jugadores como Galateo, Chividini, el zurdo García, Napoleoni y el fantasma Ruiz. En la filial tatengue de Gálvez es el socio Nº 1. También jugó en Argentino de San Carlos y en Central San Carlos, club del que es socio fundador. Además, le gustan las bochas, escuchar música italiana, tangos y las canciones de antes”.

Por último, destacó que “lee el diario El Litoral desde hace 75 años; nunca lo dejó. Todas las tardes lo espera a las 19 horas. Es una persona buena, tranquila, humilde, respetuosa, generosa, justa y patriota (hasta no hace mucho tiempo iba a la plaza de Gálvez a participar en los actos patrios). Esta ciudad lo siente su hijo y tanto la municipalidad como los medios y la gente lo admira y lo quiere y se lo hace sentir. Es una persona lúcida con una memoria notable. Es optimista y feliz. Es confiado, cree en la gente y es afectivo. Tuvo una vida sana: el no fumar ni beber le dio frutos. Sus pocas arrugas son cómplices de la chispa encendida que se lee en sus ojos y muestra devoción de agradecimiento a su paso por esta vida. Parece mentira que tenga 105 años: se lo ve jovial contando ricas historias; transpira paz. Su memoria no se evaporó, brota en él emoción y optimismo de que todo -con fe y esfuerzo- se puede en esta vida”.

EN PRIMERA PERSONA

Sobre su niñez y el festejo de Reyes (y su santo), Mario Melchor Terisotto contó que “cuando era chico se festejaba más que ahora. Era feriado y en la familia dejaban el regalito debajo de la almohada. El que podía regalaba una muñeca o un autito y, el que no, un paquetito de caramelos o 20 centavos. Cuando uno veía un juguete era tanta la alegría... Teníamos un bar y, para hacer publicidad, una casa nos dio una muñeca (casi la única que había en el pueblo), que recorrió todas las casas”.

También recordó que “en nuestra juventud jugábamos a las bolitas y los árboles eran nuestro cotidiano juguete. El fútbol con pelota de cuero cosida a tientos (que sí se mojaba) pesaba más de 500 gramos. Éramos felices jugando descalzos, las zapatillas no se tocaban, eran para ir al colegio. Cualquier calle o campito era nuestra cancha. Era una época en la que muy pocos tenían autos. Por día pasaban por la casa 4 carros (el lechero, panadero, verdulero y carnicero), que se anunciaban con un silbato. Era una época en que los feriados se reunía la familia y la sobremesa era hasta la noche”.

Por otra parte, rememoró que “para las fiestas de fin de año salíamos a cantar serenatas y nos daban caramelos y sidra. Nos reuníamos con los muchachos en el bar y almacén de ramos generales (en Belgrano y Wheihmuller) y un día fundamos el Club Central para jugar torneos locales. Mi puesto en la cancha era de full back Nº 2. Se jugaba fuerte pero leal. Éramos un equipo sin recursos económicos. Algunos compañeros no tenían botines para los partidos. También jugué en Argentinos. Nos enfrentábamos con Gessler, Matilde y San Agustín. Con sólo pensar que cada 15 días debíamos viajar en un pueblo diferente era para nosotros, en ese tiempo, como viajar a Buenos Aires”.

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Mario con sus hermanas Icinia, de 101 años, y Emérita de 90.

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Una anécdota

La vida de Mario Terisotto tiene olor a telón. Sus hermanos tuvieron cine e hicieron teatro. En la década del ‘40 fue titular del cine Moderno y Marconi de Gálvez. Gastó zapatos bailando con Feliciano Brunelli y Francisco Canaro. “Luis Sandrini era mi artista favorito y mi película favorita: Lo que el viento se llevó; canciones, La Cumparsita y ¡Oh, sole mío!. Siempre fui un fanático de las bandas de música”, reconoció.

Recuerda que, en julio de 1923, llegó Carlos Gardel, con sus músicos Lepera y Barbieri, quien iba a actuar en el cine teatro Rivadavia de San Carlos, donde Mario trabajaba como mozo. “Me pidió un café. Tenerlo tan cerca me parecía mentira. Hasta el día de hoy recuerdo su voz”, recordó con emoción, contó José Ignacio Gigli, sobrino nieto de Mario.