En Familia

La luz es vida

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Rubén Panotto (*)

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Durante los últimos meses, la falta de luz en amplias zonas de nuestro país ha producido un caos de enormes dimensiones, con miles de damnificados, sin alimentación, sin agua, sin descanso, aplastados bajo una ola de calor nunca registrada, y en algunos casos la muerte de personas mayores que no resistieron semejante precariedad.

Si usted hace un detalle de todas las áreas de su vida en donde interviene la luz, llegará a la misma conclusión de la mayoría: sin luz es imposible la vida. Si profundizamos un poco más, también podemos aplicar este concepto a la luz del pensamiento, desde que pareciera que la generalidad de las decisiones en los ámbitos internacionales, sociales, familiares, etc., se toman en las tinieblas del egoísmo, la ignorancia, la avaricia y el desamor. ¿Cuántas veces como padres nos reprochamos la falta de luz que tienen muchos de nuestros jóvenes en la toma de decisiones que afectan su vida personal, su salud, su futuro y el de la sociedad toda?, ¿cuántas veces nos habremos sentido a la deriva, sin saber cuál sería el paso más atinado para salir de las dificultades? Es aquí donde surgen los agoreros y manochantas que ofrecen soluciones a medida, desde sus sortilegios nacidos de las tenebrosas tinieblas.

Interesante anécdota

A continuación, una historia ilustrativa: Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta: ¿Dios creó todo lo que existe? Un estudiante le respondió: “Sí, lo hizo”. Seguidamente, el docente argumentó: “Si Dios creó todo, entonces también hizo al mal, pues el mal existe”. El alumno quedó callado, mientras el profesor se jactaba de haber probado que la fe era un mito. Entonces, otro estudiante levantó su mano y le hizo una pregunta: “Profesor, ¿existe el frío?”. “¡Claro!, por supuesto que existe, acaso usted no ha tenido frío?”. “De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la física, el frío en realidad es ausencia de calor. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor”. “Y ¿existe la oscuridad”, continuó el muchacho, a lo que el maestro respondió afirmativamente. Luego, dijo el estudiante: “Nuevamente se equivoca señor, la oscuridad tampoco existe, sino que es ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no”. Finalmente el joven inquirió: “Señor ¿existe el mal?”, “por supuesto, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, y todo eso pertenece al mal”; a lo que el estudiante alegó: “... el mal es simplemente la ausencia de Dios, es, como los casos anteriores, un término para expresar su ausencia. Dios no creó el mal. No es como la fe y el amor, que existen como el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz”. El profesor, después de asentir con su cabeza, quedó un rato en silencio, e inmediatamente quiso saber: “¿Cómo es su nombre alumno?”, “Albert Einstein”, fue la contestación.

Si alguna vez usted durmió en el campo, al amanecer habrá observado que todo despierta. El río, el bosque, el árbol, los pájaros, todo despierta: la luz produce y confirma la continuidad de la vida. ¿No cree que deberíamos meditar en esta contundente verdad y dejar amanecer la luz interior?

Jesucristo dijo: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. “Yo, la luz, he venido al mundo para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas”. “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. El que hace lo malo, aborrece la luz, y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas. Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”.

(*) Orientador Familiar