editorial

  • Por encima de los arrebatos nacionalistas de uno y otro lado, se impuso la decisión mayoritaria de que estos conflictos territoriales se resolvieran de modo pacífico.

Chile, Perú y un fallo salomónico

Finalmente, la Corte Internacional de La Haya se pronunció respecto de los límites de la frontera marítima entre Perú y Chile. El fallo, calificado como “salomónico” por algunos observadores, produjo manifestaciones de alegría entre nacionalistas peruanos y algunas quejas por parte de sus pares chilenos. No obstante ello, los presidentes de ambos países, Ollanta Humala y Sebastián Piñera, declararon que el fallo será respetado en todos sus puntos.

La respuesta de la clase dirigente de los vecinos países resulta ejemplar, porque más allá de los arrebatos nacionalistas de un lado y del otro, se impuso la decisión mayoritaria de que estos conflictos territoriales se resolvieran pacíficamente a través de tribunales internacionales. Lo sucedido es aleccionador no sólo para los actores de este diferendo, sino también para los demás países de América Latina, incluido el nuestro. Como se sabe, en temas como éstos las pulsiones nacionalistas han hecho estragos. Cada diferendo territorial ha sido presentado con consignas irredentas y llamados a tomar las armas. Es que para los prejuicios nacionalistas, los problemas de la nación proceden muchas veces de supuestas pérdidas territoriales.

Para la Argentina en particular, el origen de nuestros problemas proviene de distintas pérdidas territoriales en regiones del norte y, principalmente, de la ocupación de las islas Malvinas por los británicos hace más de doscientos años. Bolivia, a su vez, se hundió en el subdesarrollo porque en la Guerra del Pacífico de hace casi un siglo y medio perdió la salida al mar, algo que curiosamente no afecta, por ejemplo, a Suiza, que carece de esa vía de comunicación y no obstante figura en el lote de los países desarrollados. Es que una vez más queda en claro que la agitación de esas banderas irredentas es una excelente excusa para liberar de responsabilidades a su clase dirigente.

Es en ese sentido que lo sucedido entre Chile y Perú merece destacarse. Como en todo fallo salomónico, las partes debieron ceder en sus pretensiones de máxima. Chile, por ejemplo, podrá conservar las aguas del Pacífico hasta las ochenta millas marítimas, pero deberá entregar a Perú un triángulo que se extiende hasta las doscientas millas. Visto desde otra perspectiva, Chile le reconoce a Perú cincuenta mil kilómetros cuadrados, de los cuales veintiún mil le pertenecían hasta el momento del fallo.

Más que una disputa por territorios, lo que estaba en juego eran los derechos de explotación marítima en una de las regiones pesqueras más ricas del continente. Perú logró un reconocimiento que es menor del que su dirigencia esperaba; pero Chile, a primer golpe de vista, aunque resulta más perjudicado respecto de su planteo de máxima, logró legitimar jurídicamente parte de sus pretensiones.

El fallo de La Haya actualiza las pretensiones de Bolivia por una salida al mar. Así lo anunció en estos días el presidente Evo Morales, quien presentó una propuesta que incluye un corredor o franja propia entre las fronteras de Chile y Perú por donde podrían circular sus mercaderías en dirección a Pacífico.

Como se podrá apreciar, el horizonte que se abre hacia el futuro inmediato es interesante, sobre todo porque el fallo ratificó los precedentes regionales en orden a la resolución pacífica de los conflictos entre países de Latinoamérica.

Más que una disputa por territorios, lo que estaba en juego eran los derechos de explotación marítima en una de las regiones pesqueras más ricas del continente.