De la energía nuclear en la República Argentina

De la energía nuclear en la República Argentina

Vista aérea

de las centrales Atucha I y II. Foto: télam

 

De la Redacción de El Litoral

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La Argentina fue el primer país de América Latina en avanzar en el terreno de la generación eléctrica a partir de la energía nuclear. Lo hizo con la central Atucha I, erigida en la localidad de Lima, provincia de Buenos Aires, junto al río Paraná, que está equipada con un reactor de tecnología alemana. El combustible empleado es uranio natural o levemente enriquecido y su potencia eléctrica alcanza los 357 MWe. La planta es refrigerada y moderada con agua pesada (D20), y pertenece al tipo de reactores PHWR (reactor de agua pesada presurizado).

La construcción de la planta se inició en 1968 y el reactor ingresó en fase crítica en 1974. Ese mismo año se inició la construcción de la central nuclear de Embalse Río III, Córdoba, con casi el doble de potencia eléctrica y tecnología de origen canadiense, obra inaugurada en 1983.

Entre tanto, para aprovechar la infraestructura de Atucha I, en 1980 se avanzó tanto en la definición técnica como en los aspectos contractuales de Atucha II, obra que se inició efectivamente al año siguiente y luego fue abandonada durante dos décadas, hasta que en 2007 se decidió completarla. En 2011 fue inaugurada pero aún no produce energía comercial.

Mucho se ha hablado de los motivos que llevaron a detenerla y de los problemas de construcción y técnicos que la nueva planta tendría, cuestión que ha merecido réplicas por parte de profesionales y trabajadores. En cualquier caso, lo cierto es que aquella decisión tuvo relación con el errático recorrido económico, político e ideológico de nuestro país. Cabe recordar que en 1982 se produjo la guerra de Malvinas y también una gran devaluación del peso; que al año siguiente se retornó al régimen institucional de la Constitución y el gobierno de Raúl Alfonsín reemplazó al régimen militar que había impulsado con fuerza el desarrollo nuclear dándole continuidad a una política iniciada por el peronismo en el contexto de la proclamada vocación de crear una “Argentina potencia”. Es sugestivo al respecto que nuestro país también detuviera el avanzado proyecto de construcción de un misil de alcance medio con capacidad para transportar cargas atómicas, proyecto que preocupaba a las potencias occidentales. Pero lo que sí influyó de modo indubitable fueron los graves accidentes ocurridos en las centrales atómicas de Three Mile Island, en los EE.UU. (1979); y Chernobyl, Ucrania (1986) que pusieron en duda la viabilidad futura de la energía nuclear.

Con el transcurso del tiempo, el desarrollo de centrales nucleares mucho más seguras restituyó la discusión de su conveniencia, y son muchos los especialistas que afirman que la única alternativa real de los combustibles fósiles es la energía atómica.

En la Argentina, los técnicos sostienen que Atucha I ha permitido un importante ahorro de recursos naturales con menor impacto ambiental, evitando una mayor destrucción de la capa de Ozono (calentamiento de la atmósfera) y mitigando la lluvia ácida. Ahora, próxima a entrar en funcionamiento, Atucha II duplicará el aporte de la central vecina al sistema interconectado nacional con una potencia eléctrica de casi 700 MW. Será, por tanto, la más grande del país.

Según los profesionales del sector se trata de una central nuclear moderna, similar a las últimas centrales construidas en Alemania -y del tipo de las que funcionan en Trillo, España, y Angra II en Brasil. Desde el punto de vista del diseño y la construcción cuenta con sistemas de seguridad actualizados, que incluyen el concepto de defensa en profundidad con barreras sucesivas, esfera de contención, separación física entre sistemas de seguridad y programa de vigilancia en servicio, entre otros conceptos mencionados por el científico alemán Schneider como factores de encarecimiento del costo energético.

Al igual que Atucha I, la tecnología de base es alemana, el tipo de reactor es el de recipiente de presión; el combustible, uranio natural y el moderador y refrigerante, agua pesada (D20) que se produce en el país.

Entrevista con el científico alemán Mycle Schneider

“Demasiado cara”

Gero Rueter (DW)

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El Premio Nobel Alternativo.

Foto: Deutsche Welle

Respecto del impacto mundial producido por la catástrofe de Fukushima, Deutsche Welle consultó la opinión de Mycle Schneider, editor del Informe Mundial sobre el Desarrollo de la Energía Nuclear y ganador, junto a Jinzaboro Takagi, del Premio Nobel Alternativo en Química.

—¿Qué cambios se han producido en este sector energético luego de Fukushima?

—La energía nuclear está perdiendo significancia en todo el mundo, eso es un hecho. En resumidas cuentas, se puede decir que la tendencia a dejar de usar la energía atómica se está expandiendo de forma acelerada. El número de centrales nucleares disminuye, y el porcentaje de energía atómica en la matriz energética también es cada vez más bajo. En todo el mundo, hace 20 años era del 17 por ciento, y hoy está en un 11 por ciento.

—¿Cuál es el motivo de esta tendencia decreciente?

—El motivo principal es el cambio en la opinión pública al respecto, además de factores económicos. La energía atómica se encarece cada vez más y hay otras fuentes de energía que se vuelven cada vez más competitivas.

—¿Cuál es el motivo del encarecimiento de la energía nuclear?

—Por un lado, la mayor complejidad de las instalaciones, además de las exigencias de seguridad, es decir, para la protección contra ataques o accidentes, que son cada vez más altas. Eso también tiene que ver, por supuesto, con la opinión pública que, con algunas diferencias, hace que en general se refuercen las medidas. En muchos países hay centrales nucleares cuyo funcionamiento debería estar prohibido, tal y como se las opera actualmente.

—¿Cuánto cuesta una hora kilovatio producida a través de energía atómica, con todos estos gastos incluidos?

—No se puede calcular exactamente, porque no hay un precio definido para el depósito final de desechos radiactivos. No hay en el mundo un solo depósito de este tipo; es decir que después de 50 años de utilizar la energía nuclear, aún no conocemos su costo total. A eso se suma el interrogante sobre el monto para asegurar una central en caso de accidente. Las estimaciones para la catástrofe de Fukushima oscilan entre los 130 y los 650.000 millones de dólares. Si se las asegurara por esas sumas, entonces una hora kilovatio costaría aproximadamente más de un euro... Pero el costo final no se conoce, y eso dificulta la toma de crédito por parte de las empresas.

—China e India tenían planes muy ambiciosos en el área energética. ¿Siguen teniéndolos?

—China es el único país que continúa apostando a las centrales nucleares de manera masiva, con unas 29 en construcción. Pero en China se invierte mucho más dinero aún en energías renovables. Ya antes de Fukushima, invertía unas cinco veces más que en energía atómica. Y en 2012, calculo que sólo la energía eólica produjo más electricidad que la energía nuclear. También en China la competitividad de las renovables va en aumento.

—En cuanto a Japón, había una enorme fe en la energía atómica hasta que se produjo el accidente. Ahora la población es muy crítica al respecto, pero el gobierno sigue apoyando la energía nuclear. ¿Cómo ve usted la evolución de ese panorama en el futuro?

—En Japón tenemos casi una situación prerrevolucionaria. Desde afuera es muy difícil entender la magnitud del drama y la conmoción que experimenta la gente. Fukushima no es sólo una catástrofe medioambiental y sanitaria, sino un hecho que ha puesto sobre el tapete y hasta ha destruido la credibilidad en la tecnología, las autoridades, el gobierno y la tecnocracia. Eso condujo a una división en la sociedad. Por un lado están los operadores de las centrales que, como es lógico, quieren que sigan funcionando los reactores; los bancos, los grandes accionistas y las empresas abastecedoras. Por el otro lado está la sociedad civil, que los rechaza con vehemencia. En este momento hay sólo dos de 50 centrales en funcionamiento, y la perspectiva de que se las vuelva a poner en marcha o de que se construyan nuevas es baja.

—¿Cómo estima que será la evolución de la energía atómica a nivel global?

—Podemos partir de que el porcentaje de energía nuclear en la producción global de energía seguirá contrayéndose, y que en las dos próximas décadas sólo quedará un pequeño porcentaje de energía atómica en la matriz energética, probablemente de menos de un cinco por ciento en 2030.

 

Mariposas mutantes

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Insectos alterados. Se han comprobado diversas anomalías luego de la fuga radiactiva. Foto: DW

Violeta Campos (DPA)

Ojos deformes, alas más pequeñas y malformaciones en las antenas y patas fueron algunas de las alteraciones genéticas comprobadas por un equipo de científicos japoneses de la Universidad de Ryukyu en mariposas regionales de la especie Zizeeria maha tras el colapso de la central de Fukushima.

Para los científicos, estos frágiles insectos cuentan como indicadores biológicos, porque reaccionan rápidamente a cambios del medio ambiente, lo que también puede significar cambios en el ecosistema.

A mitad de mayo de 2011, los científicos japoneses empezaron a recolectar mariposas en diez lugares de los alrededores de Fukushima: 144 insectos que todavía eran larvas cuando ocurrió la catástrofe. A primera vista, la mayoría de esos insectos tenía una apariencia normal. Más tarde, los científicos descubrieron anomalías morfológicas como cambios en el color, tamaño y forma de las alas. El 12,4 por ciento de las mariposas tenía alas más pequeñas.

En la segunda generación de estos insectos recolectados, la cantidad de anomalías aumentó al 18.3 por ciento. Para comprobar si las mutaciones se podían heredar, los catedráticos criaron una tercera generación de mariposas, cruzando animales sanos con animales mutados. Hasta el 33.5 por ciento de estas mariposas sufrió cambios morfológicos como antenas malformadas.

Son hereditarias

Seis meses después de la catástrofe nuclear, los científicos emprendieron un segundo trabajo de campo, en el cual recolectaron 238 mariposas. El 28,1 por ciento de ellas presentó anomalías, cantidad que aumentó al 59,1 por ciento en la segunda generación. El diario alemán Bild cita a Joji Otaki, cuyo equipo lleva diez años investigando este tipo de mariposas: “Creíamos que los insectos eran muy resistentes a la radiación nuclear”, dijo el científico nipón.

Por otra parte, en una entrevista con el noticiero británico BBC, el biólogo Tim Mosseau, de la universidad de Carolina del Sur, explicó que “estos estudios son sumamente importantes y abrumadores en cuanto a las consecuencias que tienen para los habitantes de Fukushima”. Sin embargo, Otaki advierte que estos conocimientos no se pueden transferir sin más de animales a seres humanos. Habrá que esperar nuevas investigaciones con otros tipos de animales.

Pese a que crece en Asia

El átomo reduce su participación global

Hans Spross / José Ospina-Valencia (DW)

Fukushima no significó el fin de la energía atómica como fuente de desarrollo. A finales de 2012 había en el mundo 68 reactores en construcción, 44 en países asiáticos. Actualmente, se está planeando la construcción de otros 110 reactores, en India y China, por ejemplo.

Estos dos países quieren elevar al 9 por ciento la participación de la energía atómica en el parque energético total usado para mover sus economías en los próximos 10 y 15 años. Proyectos de los que también sacan provecho empresas europeas, como Areva GmbH, filial alemana del consorcio francés Areva, uno de los mayores productores de tecnología nuclear.

“Areva está construyendo cuatro nuevas plantas nucleares: una en Francia, otra en Finlandia y dos en China”, cuenta a Deutsche Welle Stefan Pursche, vocero de esa empresa. Según la Agencia Internacional de Energía Atómica, en Asia crecerá el consumo de energía atómica en un 70 por ciento, sobre todo en China e India.

Pero Asia impulsa también las fuentes de energía renovables. “Un sector en el que Areva también ofrece tecnología”, agrega Pursche.

Entre tanto, China se ha convertido en el mayor productor de energía eólica. Pekín busca reducir la combustión de carbón que está generando graves problemas de contaminación ambiental con el consecuente deterioro de la salud de millones y millones de habitantes. Una tarea gigantesca, porque el uso del carbón crecerá tanto como el de otras fuentes limpias como el viento, el agua e, incluso, la fuente más riesgosa: la atómica.

A propósito, el mencionado consorcio nuclear construye en la India seis reactores de agua, los más seguros que existen, según los ingenieros. Pero tal afirmación no logra convencer a la población. “Las protestas populares se dirigen contra la construcción de la planta nuclear de Kudankulam, en Tamil Nadu, montada con ayuda de Rusia; pero también contra proyectos nucleares en Jaitapur, región de Maharashtra”, dice Karuna Raina, de Greenpeace India.

¿Y qué ocurre en Japón?

Ni siquiera el terremoto y el consiguiente tsunami -que provocaron una de las mayores tragedias generadas por la energía atómica- han logrado cambiar la postura favorable a su uso.

Entre tanto, muchos se preguntan si volverá Japón a ser una potencia atómica luego del estrago de Fukushima. Cabe recordar que alredor de 15.800 personas perdieron allí la vida, que aún hay unos 3.700 desaparecidos y que los daños civiles se calculan en unos 160.000 millones de euros. Peor aún, ni siquiera la contaminación se ha podido detener. Según el operador de esa central, la empresa Tepco, pasarán 40 años hasta que se aseguren las instalaciones nucleares, pese que en ese lugar han llegado a trabajar 20.000 personas para controlar los reactores.

Sin embargo, el nuevo gobierno de Shinzo Abe, figura referencial del partido “atómico” LDP, ha descartado abandonar el uso de la energía nuclear, como lo había anunciado el anterior gobierno. “Dejar la energía atómica no se logra con sólo desearlo”, apuntó Abe durante una visita a Fukushima en diciembre de 2012.

Y si así actúa Japón, no es extrañar que Indonesia y Vietnam apuesten también por esta energía, a pesar de todo.

La cantidad de anomalías aumentó al 59,1 por ciento en la segunda generación de mariposas.

“Dejar la energía atómica no se logra con sólo desearlo”, dice el primer ministro japonés Shinzo Abe.