Celebración de Andalucía

P16_1_516288.jpg

Torre de la cautiva (siglo XIII), en la Alhambra. Foto: Archivo

 

Antonio Camacho Gómez

Dice el poeta sevillano Manuel Machado en Cantares: “Vino, sentimiento, guitarra y poesía / forman los cantares de la patria mía./ Cantares... / Quien dice Cantares dice Andalucía”. Introito adecuado para referirse a la segunda región más importante de España, por espacio y población, con sus ocho capitales y respectivas provincias y un gobierno autónomo, con Parlamento y Justicia propios. Expreso autónomo porque dentro del Estado español la Constitución de 1978 contempla la independencia política de las diferentes comunidades y regiones. Y Andalucía pudo ejercer tal derecho tras largas gestiones de los ayuntamientos y del pueblo culminando con las instituciones de gobierno el 28 de febrero de 1980. Un viejo sueño del considerado padre de la patria andaluza, el abogado Blas Infante, creador del escudo y del himno, cuya estrofa inicial reza: “La bandera blanca y verde / vuelve tras siglos de guerras, / a decir paz y esperanza, / bajo el sol de nuestra tierra”.

Para entender la historia de Andalucía hay que remontarse a Tartessos o Tarshish, que ha sido la cultura más antigua de Occidente, anterior a la griega y a la romana. Considérase que antes de Cristo, seis mil años nada menos, se encontraron leyes en verso. Además de este perfil milenario cabe agregar, sin desconocer las opiniones del erudito alemán Schulten sobre los primitivos pobladores que, como asevera el filósofo Ortega y Gasset, aquélla es “de todas las regiones españolas, la que posee una cultura más radicalmente suya”.

Tengamos en cuenta que recibió la influencia de todas las culturas violentas del Mediterráneo sin dejar de absorber rápidamente a sus invasores. Y todos dejaron su huella: fenicios, griegos, romanos, cartagineses, visigodos, árabes —éstos estuvieron ochocientos años desde su llegada con Tarik en el siglo octavo— y los judíos en la diáspora. Hago un paréntesis para informar que, recientemente, el gobierno hispano le ha concedido la nacionalidad a los sefarditas.

Ciudades como Cádiz (Gades), acueductos como el de Segovia, no andaluz, monumentos tales como La Alhambra, de Granada; la Mezquita, de Córdoba y el puente romano; la Giralda sevillana, las Alcazabas de Almería y de Málaga son algunos testimonios de aquellas viejas civilizaciones.

¿Vandalucía? ¿Al-Andalus? Son nombres dados por los vándalos y los árabes a la región sureña que para Federico García Lorca no sólo era el ombligo del mundo occidental, sino que España y hasta todo lo hispánico resultaban una extensión de Andalucía. Dio dos emperadores a Roma: Adriano y Trajano; un filósofo tan profundo y austero como Séneca; una Córdoba que durante el período musulmán fue la más culta y poblada de Europa; cuna de Góngora; donde Ziryab, de origen iraquí, en el siglo IX, promovió una revolución musical y Averroes, el pensador más importante de la Europa no cristiana influyó hasta los tiempos modernos.

Cómo no recordar a sus grandes poetas. Ahí están los Machado, Bécquer, Alberti, Guillén, Rueda, Villaespesa, Lorca, Jiménez, Aleixandre y tantos otros. Y en cuanto a pintores basten Murillo, Velázquez y Picasso. En música, Manuel de Falla y Paco de Lucía, recientemente fallecido.

Andalucía: donde surgió el flamenco, declarado por la Unesco “patrimonio cultural inmaterial de la humanidad”, la de Antonio Banderas, Bisbal y el maestro Padilla, que puso música a filmes, segunda Meca del cine durante un largo período en Almería. Hoy es un centro vital de turismo internacional, con ferias y fiestas religiosas de fama mundial, modernos aeropuertos y trenes de alta velocidad, paisajes, monumentos y gastronomía singulares, con las costas en las que residen miles de extranjeros. Un pueblo cordial y abierto que acoge al visitante con la vieja hospitalidad arábigoandaluza.