“Pompeii, la furia del volcán”

Titanic a la romana

Titanic a la romana

Tórtolos:la noble pompeyana Cassia (Emily Browning) y el gladiador celta Milo (Kit Harington), la complicada dupla central.

Foto: Gentileza Summit Entertainment

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Las dos películas que más Oscar ganaron (11 cada una) fueron hasta ahora “Ben Hur” y “Titanic”. Entonces sería cuestión de aritmética: metamos un poco de cada una y la rompemos. Y de paso agreguemos cosas que funcionaron más o menos por ahí, como elementos de “Conan el Bárbaro”, “Gladiador” y “Cruzada” (la de Ridley Scott, un poco desconsiderada, a fuerza de ser sinceros). Entonces tomamos una estructura conocida: chica de alcurnia y chico de baja estofa se enamoran a pesar de las diferencias, con un tercero en discordia que es un poderoso pretendiente de la chica y enemigo declarado del chico. Todo esto en la víspera de una mítica tragedia cuyo resultado es conocido de antemano por toda la platea. Si a James Cameron le funcionó, ¿por qué no de nuevo? Pero metámosle gladiadores, sangre en la arena y villanos de corazas doradas, que siempre gustan.

Pareja imposible

Acá los protagonistas no son Jack y Rose, sino Milo y Cassia. Él es el último sobreviviente de una tribu celta doblegada por las legiones romanas, capturado de niño como esclavo y, 17 años después, goza de perfecta salud, estado físico y preparación para el combate (como Conan pero más chiquito y ligero). Tan bien le va que de Londinium (la actual Londres, capital de Britannia) es llevado a Pompeya (en el título y la traducción se mantiene la forma latina e inglesa de Pompeii), ahí nomás de la capital del imperio.

De Roma justamente viene escapada Cassia, hija de Severus, el hombre fuerte de Pompeya, que estuvo un año en la Ciudad Eterna ahora gobernada por Tito, lo que parece no gustarle a la muchacha, además de otras cosas que no cuenta de entrada. La muchacha parece representar cierto espíritu autonomista de los pompeyanos, gobernados por la férula de la metrópoli.

Un encuentro casual con un caballo de por medio iniciará la platónica relación entre ellos, hasta que para empiojar la cosa aparezca el senador Corvus, pretendiente a la fuerza de la muchacha y el líder de la fuerza que exterminó a la familia de Milo, que viene a negociar con Severus unos fondos para nuevas casas de baño y una flamante arena, entre otras obras públicas (como el Carmine Polito de “Escándalo americano”, sólo quiere reactivar su balneario).

En el medio pasarán muchas cosas, el héroe se hará amigo de un gladiador negro que espera convertirse en hombre libre, y explotarán varias de las tensiones argumentales. Pero lo que más explotará será el Vesubio, el volcán que linda con la ciudad, repartiendo lava, fuego, terremotos y tsunamis.

Relato conocido

Paul W.S. Anderson cuenta en su haber con una carrera de eficiencia en relatos de acción y despliegue visual, con la saga de “Resident Evil” como mayor hito (lo que además le permitió casarse con Milla Jovovich, un logro no menor). Y acá tampoco falla: estamos ante un relato bien contado, los tiempos justos, las escenas de acción y de catástrofes se ven impresionantes, y la reconstrucción de época luce convincente (aunque el imperio romano siempre ha sido un clásico para el cine de todos los tiempos).

El problema es que el guión, que firman Janet Scott Batchler, Lee Batchler y Michael Robert Johnson, está plagado de los convencionalismos que ya describimos, y encima con un poco más de pacatería: en “Titanic” Rose posaba desnuda, y estaba la famosa escena del vidrio empañado del auto. Acá es todo como más de lejos, lo que torna más meloso el final.

Lo más rescatable del argumento son los indicios que van mechando la historia: “la montaña ruge cada tanto”, dice el negro Atticus, y sus mensajes son cada vez más insistentes, aunque todos estén distraídos con sus propios problemas hasta que la cosa se vuelva inevitable.

Chicas y muchachos

El elegido para encarnar al atribulado gladiador celta es Kit Harington, poco conocido para los que no ven “Juego de Tronos”: su onda recuerda un poco al Orlando Bloom de “Cruzada”, y no está mal en el papel. Su contrapartida es Emily Browning, el descubrimiento de la desvalorizada “Lemony Snicket: Una serie de eventos desafortunados” (en ese entonces la pequeña Violet Beauregarde), y estrella de la también poco considerada “Sucker Punch - Mundo surreal” (la sugestiva Babydoll). Aquí sigue siendo bonita, pero está un poco fría, lo suficiente como para no dar tanto el perfil de vértice del triángulo.

Kiefer Sutherland seguramente se habrá sentido comodísimo en la piel de Corvus, pero el personaje no le permite mostrar demasiado: es un villano bastante unidimensional, un ser cruel y con poder. Más consistente (y empática con el espectador) es la participación de Adewale Akinnuoye-Agbaje (recordado como el Mr. Eko de “Lost”) como Atticus, el gladiador que busca morir como hombre libre.

Carrie-Anne Moss (otrora la movediza Trinity de “Matrix”) y Jared Harris (destacado recientemente como el Ulysses S. Grant en la “Lincoln” de Spielberg) tienen algún momento como los padres de la protagonista. Por lo demás, aportan lo suyo la cara de malo de Sasha Roiz como Proculus, el sanguinario adlátere de Corvus, y Jessica Lucas como Ariadne, la pulposa doncella de Cassia.

En definitiva: entretenimiento, romanticismo casto y despliegue visual (el tsunami luce bien bonito), aunque el mito de Pompeya y su caída quizás merecían algo más.

Regular * *

“Pompeii, la furia del volcán”

“Pompeii” (Estados Unidos-Alemania, 2014). Dirección: Paul W.S. Anderson. Guión: Janet Scott Batchler, Lee Batchler y Michael Robert Johnson. Fotografía: Glen MacPherson. Música: Clinton Shorter. Edición: Michele Conroy. Diseño de producción: Paul D. Austerberry. Elenco: Kit Harington, Emily Browning, Kiefer Sutherland, Adewale Akinnuoye-Agbaje, Sasha Roiz y Jessica Lucas. Duración: 102 minutos. Apta para mayores de 13 años, con reservas. Se exhibe en Cinemark, en 3D y 2D.