“BETIBÚ”

Los poderosos y sus sombras

Daniel Fanego, Mercedes Morán y Alberto Ammann son los actores que conforman el curioso trío que impulsa una investigación en la que cada pista encontrada conduce hacia un nivel más profundo, donde el suspenso aumenta.

Foto: Gentileza Producción.

“Betibú”. Argentina-España, 2014. Dirección: Miguel Cohan. Guión: Ana y Miguel Cohan, sobre la novela homónima de Claudia Piñeiro. Intérpretes: Mercedes Morán, Daniel Fanego, Alberto Ammann, José Coronado, Osmar Núñez, Gerardo Romano, Lito Cruz, Carola Reyna, Mario Pasik, Marina Bellati y Norman Briski. Fotografía: Rodolfo Pulpeiro. Música: Federico Jusid. Edición: Irene Blecua. Diseño de producción: Mariela Rípodas. Duración: 99 minutos. Apta para mayores de 13 años con reservas. Se exhibe en Cinemark. Buena.

 

Rosa Gronda

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Un adinerado ejecutivo de apellido tradicional aparece degollado en el confortable country porteño La Maravillosa. Se trata de un caso policial de interés mediático, porque a su vez, la víctima había estado, algunos años atrás, implicada en el resonante crimen de su propia esposa en el mismo lugar, hecho por el cual terminó sobreseído, aunque las dudas sobre su culpabilidad nunca se despejaron. Para investigar acerca de lo ocurrido, el propietario de un importante diario local, recientemente adquirido por capitales extranjeros, convoca a dos de sus periodistas, uno muy experimentado y otro recién llegado a la especialidad.

El nuevo directivo (interpretado por el español José Coronado) considera que su periódico podría tener más lectores de incorporarse un punto de vista femenino y literario, que sume “un plus” a los argumentos periodísticos. Con esa intención propone a Betibú, una reconocida escritora de novelas policiales (Mercedes Morán) quien actualmente permanece casi retirada del oficio, para la que esta propuesta implica volver al ruedo acerca de temas sombríos que habían dejado de interesarle. Algo similar ocurre con el personaje de Brena (Fanego), un periodista de la vieja escuela que supo llevar adelante la sección Policiales hasta la llegada de Saravia (Ammann), un joven culto pero algo pedante y sin experiencia.

El curioso ensamble entre Betibú y los dos periodistas que se suman a la investigación del crimen, funciona. Los contactos del veterano, la energía del principiante y la imaginación con capacidad de observación de Betibú hacen del trío un complemento donde cada parte se necesita. Brena y Betibú (los más maduros) empiezan a renacer con la investigación y demuestran que no han sido vencidos por el tiempo. Ambos tienen mucho para enseñar al más nuevo: la certidumbre de que las nuevas tecnologías a veces no alcanzan para lograr un objetivo, porque Internet no aporta lo que archivos de papel o antiguas cintas analógicas sí pueden. Por eso, luego de algunos choques iniciales comienzan a complementarse en una relación de amistad y complicidad. Finalmente, el caso se revela de una complejidad impensada: es apenas el comienzo de otros asesinatos aparentemente inconexos, formando una red tan intrincada como inquietante.

La deconstrucción del misterio

Betibú habla de cambios sociológicos y laborales, de amistades, pactos, de poderes visibles e invisibles pero actuantes en un estado generalizado de corrupción.

El foco de las acciones se fija en la resolución de un enigma que implica descubrir una lógica de piezas faltantes que se deben completar. Todo ese trabajo se resuelve en circuitos cerrados entre muros y rejas de countries, estancias custodiadas y claustros antiguos. Pero cuando a partir de allí, se quiere salir con los descubrimientos a la calle y hacerlos públicos mediante la prensa, se da otra vuelta de tuerca. De este modo, tenemos una primera parte que sigue las reglas de una novela policial tradicional, en la que lo racional es la clave para la resolución del misterio y una segunda etapa, donde, a la par que el espacio, la negritud avanza y se siente miedo, mucho miedo.

El film no se molesta en entregarnos las cosas servidas en una bandeja. Cohan ofrece suficientes piezas al espectador para terminar de armar la historia y sacar conclusiones. Hacia el final, lo abarcado es mucho más grande y por lo tanto complicado de cerrar. Va en cuestión de gustos el uso de las elipsis para -en los últimos 25 minutos- resolver lo que puede aclararse de la trama, pero también allí es donde sentimos que la película nos suelta la mano, para bien o para mal.

De irreprochable factura técnica, con buena muñeca en el manejo del suspenso y el pulso narrativo, Betibú es un buen ejemplo de policial negro sostenido por buenas actuaciones y una sólida producción: un tipo de cine argentino con definido perfil industrial, popular y clásico.