Jugando con tus hijos

Jugando con tus hijos

Está bien: puede que la diferencia de edad (puede que padres “grandes”) provoque otro contacto con los hijos que aquellos que participaron de todas las innovaciones tecnológicas y de comunicación. Pero a la hora de los bifes, tenés que arremangarte y animarte a jugar. Y puede que tu hijo o hija te conceda, de onda, no perder siempre...

 

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

En todos los casos, se trata, como dice María Elena Walsh, de tener tiempo de jugar, que es el mejor. Con mi viejo, recuerdo haber compartido algún partido de tenis criollo y no mucho más. Pero disponíamos, padres mediante, de una batería de juegos artesanales o caseros, que tanto nos permitían compartir con cualquiera como arreglarnos solos, en familia, con tus hermanos.

Vos podés caer hoy con un trompo para jugar un rato con tu hijo, pero es absolutamente probable que captes su atención por un momento y nada más. Primero, es difícil que encuentres un trompo de madera: vienen esas cosas de plástico o de algo químico. Pero supongamos que vos tenés uno guardado desde el fondo del arcón y de tu infancia y lo presentes en sociedad. Puede que te acuerdes de hacerlo girar. Al rato tu pibe te va a decir, sin entusiasmo pero también sin piedad: “¿Qué otra cosa hace?”. “No hace nada: gira nomás”, debés admitir como una derrota.

Si sos o eras un experto en trompos (no es mi caso) puede incluso que mal recuerdes una prueba o figura en la que combines el giro del trompo con el hilo que lo impulsó. Tengo la imagen del desenlace, como una película de catástrofes: yo termino maniatado y tu hijo corriendo por fin liberado hacia la compu.

Digo: en todos los casos es lo mismo. Lo importante es mantener el canal, el puente, el contacto con los hijos, aunque ello implique de tu parte el esfuerzo de saber quién corno es Naruto o saber que hay un bloguero (o youtuber: actualizate, che)) chileno viral (“Hola, soy Germán”) que tus hijos siguen semana a semana con unción. Que hay un rapero español, Porta, que escuchan y que deberías saber algo sobre “Los juegos del hambre”, ácida y nada inocente historia en libros y en películas...

Hay padres recancheros (yo también: me gusta ir con mis hijas a la cancha) que se trenzan con brío y altos conocimientos en la Play con sus hijos y los amigos de los hijos. Yo lo único que sé de play es que era y es la tecla de los grabadores. Cero, Play, entonces; cero Wii, cero todo. Me quedé en el Pacman: lo siento.

A veces, siento ese pequeño orgullo vano de explicarles que detrás de una historia de animé o del héroe de moda, hay un mito griego; a veces, gano algún punto rastreando que la canción tal de la banda o el cantante que escuchan, en realidad es una copia (de inferior calidad, aunque ese comentario me lo guardo) de tal versión original de fulano o mengano. Y puedo lograr captar la atención otro ratito al explicar (sin exagerar ni la posición de poder que el “saber” ostenta -aprendo más yo de ellos que al revés, creo- ni el tonito sapiente) que increíblemente antes que la película tal, existió el libro o la historieta tal...

Yo jugaba a las escondidas, a la nicla (una terrible cosa hecha con medio palo de escoba como garrote y otro pedazo más chico que había que impulsar lejos, una especie de béisbol casero que nos entretenía por horas y rompía aquí y allá un par de vidrios casuales...), a la pelota, al tenis, al hoyito pelota, a la tocada o toca. Y los juegos “tecnológicos” eran el ludo, el estanciero, el ajedrez o las damas. Los chicos pueden jugar también hoy a eso mismo, pero claro, está la seducción de lo electrónico y la infinita gama de posibilidades lúdicas de una compu. Disponés de cientos de juegos gratis con un solo click.

Tonucci hablaba de los niños propietarios, los niños solos en sus casas, dueños de consolas y controles... pero que jugaban solos, sin la eficacia del juego como herramienta social y sociablizadora.

Así que si me permiten, no hay niño, por más tecnópata que fuera, que resista los encantos de una plaza con juegos, o de un espacio verde con el que interactuar con padres, hermanos, amigos y mascotas. Con ese algo tan antiguo y eficiente que es correr, saltar, trepar, ensuciarse... ¡Naruto Fenoglio está listo para revolcarse en el pasto, y acepta que luego lo sienten y con paciencia le expliquen ante la Play cómo se juega al call of duty o al uncharted, cómo se accede a un picapón o cómo es un rap en ezpañol ¡y con zetas!