Señal de ajuste

El valle de los farsantes

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“Silicon Valley” se exhibe los lunes a las 22.30 por HBO. Foto: Gentileza producción

 

Roberto Maurer

Con mayor o menor excelencia, las series suelen elegir como escenario a hospitales, comisarías, familias disfuncionales, naves interplanetarias, colegios para chicos ricos, lugares embrujados, estudios de abogados o emisoras de televisión, es decir, mundos acotados con códigos y personajes propios. Excepcionalmente -como en “The big bang theory”- enfocó al universo geek o techie, y los enormes negocios de la industria informática.

Con “Silicon Valley” (HBO, los lunes a las 22.30), el fenómeno no solamente llega a la ficción televisiva sino que ha sido situado en la línea de fuego de Mike Judge, el creador de “Beavis & Butthead”, en quien la noción de piedad resulta desconocida. Además, es graduado en física y trabajó en una compañía de Silicon Valley pero renunció disgustado con la cultura corporativa y sus empleados. “Lo interesante de estos personajes es que, aun siendo millonarios, están tan incómodos socialmente que ni siquiera saben cómo gastar su dinero”, declaró Judge, en cuya opinión es un fenómeno único en la historia.

SILICON VALLEY

En la región o urbanización donde prosperan las iniciativas tecnológicas y los emprendedores ávidos de transformarse en millonarios entre el amanecer y el crepúsculo, en el discurso de todas las compañías y sus gurúes siempre aparece la expresión “por un mundo mejor”. En la serie se desnuda a esta cultura que lleva un disfraz idealista, y que apenas disimula una voluntad de poder, riqueza y éxito que ha liquidado todo escrúpulo de naturaleza humanista.

“Silicon Valley” parodia a ese mundo con ingenio a través de la historia de Richard y otros programadores amigos que forman parte de una incubadora para jóvenes innovadores fundada por un grotesco personaje con los millones que ganó vendiendo su compañía. Ahora recluta a muchachos ofreciéndoles un lugar donde vivir, quienes deberán compartir con su protector el 10% de sus eventuales ganancias.

POR UN MUNDO MEJOR

Una opulenta fiesta sirve de introducción. Se celebra: “Esto es lo que pasa cuando Google compra tu compañía por 200 millones de dólares”. Allí están el joven Richard y sus amigos, todos pobres. “Hay dinero volando por todo Silicon Valley, pero nunca nos ha tocado”, comentan mirando a su alrededor. Se acerca alguien con una cucharita que se lleva a la boca.

—¿Qué diablos estás comiendo?

—Camarones líquidos a 200 dólares el cuarto de libra, hechos por Wylie Dufresne -responde el invitado. Acaba de mencionar a uno de los más famosos chefs de la gastronomía molecular.

—¿Y qué gusto tiene?

—Como me imagino que sabe el semen.

Interviene el jefe de Richard y sus compañeros, que los ha llevado a la fiesta:

—Chicos, las relaciones que hagamos aquí valen 40 millones de dólares, y ustedes están bebiendo camarones líquidos y hablando del gusto del semen.

Hay un brindis y el flamante magnate joven y anfitrión hace un pequeño discurso. “Tengo ocho palabras para decirles: me encanta la funcionalidad multiplataforma integrada de Goolybibes”. Levanta la copa, grita “¡yeaaah!” y continúa: “Cuando hace unos días estábamos sentados con Barak Obama miré a esos tipos y les dije: ‘¿Saben qué? Estamos ganando un montón de dinero y revolucionando el universo digital, pero lo más importante es que estamos haciendo del mundo un lugar mejor, y gracias a una elegante construcción de jerarquías para una máxima reutilización y extensibilidad de los códigos’”.

UNIVERSITARIOS, GO HOME

En Silicon Valley se vive un sentimiento hostil hacia la universidad. Richard asiste a la conferencia de un gurú que ofrece plata a quienes abandonan los estudios y brinda el ejemplo de Bill Gates y otros colegas. “Todos dejaron la universidad -dice-. Silicon Valley es la cuna de la innovación gracias a esas deserciones. Las universidades se han convertido en una broma cruel y costosa para la clase pobre y media, y sólo beneficia a sus adinerados administradores. La gente debe confiar más en sí misma que en un sistema que produce empleados con deudas y resultados dudosos”. El conferencista es interrumpido desde el público.

—El verdadero resultado de la universidad es intangible.

—El resultado del aceite de serpiente también es intangible -responde, burlón, el gurú. El hombre de mediana edad que lo interrumpió le grita “ignorante peligroso, facista” y se va.

Richard aborda al conferencista a la salida y le dice que piensa volver a la universidad. “Mejor entra a Burger King o ve al bosque a alimentarte de nueces y moras. Pero no vuelvas a la universidad”, lo aconseja.

UN COMPROMISO CON LA JUSTICIA SOCIAL

Richard espera ser recibido por el poderoso Gavin Belson, que se demora porque está con su consejero espiritual. “Yo soy el vicepresidente de la compañía y lo veo apenas diez minutos al mes”, lo consuela uno. “Pero esos diez minutos son maravillosos”, interviene otro. “Tiene un entendimiento absoluto de la humanidad. Esta compañía es considerada la más progresista del mundo por el compromiso de justicia social de Gavin”. En tanto, Gavin está en su oficina y mira a través de los ventanales a un grupo de muchachos que camina por la calle. “Es raro -dice-, los programadores siempre se mueven en grupos de cinco. Siempre hay un blanco alto y delgado, un asiático delgaducho, un gordo con coleta, un tío con mucho vello facial y un indio del este. Es como si intercambiaran la gente hasta tener un grupo completo”.

NUEVOS VIKINGOS

Richard ha inventado un programa que carece de interesados pero, sin saberlo, detrás de la interfaz que creó existe un algoritmo de compresión que puede revolucionar a la industria. Una compañía le ofrece millones por la compra y la otra le daría un pequeño capital pero el 95% de propiedad de la nueva empresa.

Richard parece optar por la propuesta que le garantiza autonomía y dice a sus compañeros: “Durante miles de años la gente como nosotros ha vivido marginada, pero ésta es una era en la que estamos en el poder y podemos crear imperios y ser los vikingos de nuestra generación. Quiero que la empresa sea distinta y separada del culto corporativo que no para de decir que quieren un mundo mejor”.