Las explicaciones de los expertos

Terremotos, expresión de normalidad sísmica

Los recientes movimientos sísmicos en la costa chilena, en Papúa Nueva Guinea y Nicaragua, no hacen más que confirmar una rutina avalada por las estadísticas.

Terremotos, expresión de normalidad sísmica

Así quedó el paisaje de Iquique luego del violento terremoto en Chile días atrás. Foto: Agencia EFE

 

Redacción de El Litoral

Agencia EFE

El reciente terremoto de magnitud 8,2 en la costa chilena fue, a pesar de su extraordinaria fuerza, un acontecimiento normal en términos sísmicos para el planeta, donde en promedio, cada año, se registra al menos un temblor de intensidad similar o superior y 18 que rebasan los 7 grados.

Los terremotos sufridos el jueves en Papúa Nueva Guinea y Nicaragua, de magnitud 7,1 y 6,2, respectivamente, no hicieron más que confirmar una rutina telúrica avalada por las estadísticas del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS).

De lo que se sorprenden sus expertos es del reducido número de víctimas que se cobran estas descomunales sacudidas gracias, sobre todo, a las medidas preventivas de algunos países que promueven la construcción de infraestructuras capaces que mantenerse en pie cuando la naturaleza insiste en derribarlas.

Tal es el caso de Chile y de Japón, ejemplos citados por el geofísico de USGS Paul Caruso, quien confirmó que, a pesar de todos los adelantos tecnológicos, hoy en día “nadie puede predecir un seísmo”.

Es más, las investigaciones que se están realizando en ese sentido, como el experimento de detección de oscilaciones electromagnéticas asociadas a terremotos en Parkfield (California), no están dando aún los frutos esperados por lo que en el futuro la prevención seguirá siendo la mejor arma de defensa frente a los sismos.

“La razón por la que es muy difícil anticiparse a los terremotos es porque hay muchas variables, algunas de las cuales no podemos medir, como lo que ocurre a grandes profundidades”, señaló Caruso.

Los avances más prometedores para minimizar la pérdida de vidas humanas se han producido en Japón con su sistema de alertas de respuesta rápida, que en 2011 permitió que se avisara a los residentes en la populosa Tokio de que iba a tener lugar un seísmo de gran magnitud instantes antes de que ocurriera.

Aquel movimiento telúrico de 8,9 se produjo frente a la costa de Sendai, a 370 km al norte de Tokio, y la destrucción que siguió se debió principalmente al tsunami y no a la sacudida.

“Las ondas sísmicas se trasladan mucho más despacio que nuestras comunicaciones. Si, por ejemplo, alguien tuitea desde el epicentro de un terremoto en Los Ángeles, el mensaje llegará a los usuarios de San Diego (a 190 kilómetros al sur) antes de que sientan el temblor”, indicó Caruso.