Entrevista con María Miguez, Dra. en Ciencias Sociales

“Generación Ritalina”: infancias medicadas y pastillas en el aula

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Advertencia. Miguez asegura que la medicalización en las nuevas generaciones originará cambios profundos en la construcción de subjetividades.

Foto: Guillermo Di Salvatore

Una experta advierte sobre un inquietante fenómeno mundial: la medicalización por diagnósticos anticipados (de TDAH, ansiedad, autismo, etc.) en chicos en edad escolar. El estigma, el impacto en la subjetividad infantil y el saber médico hegemónico.

 

Luciano Andreychuk

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“Los hijos de Rita Lina”, fue el título de su cuanto menos provocadora primera investigación, en 2005. La autora: María Noel Miguez Passada, doctora en Ciencias Sociales, montevideana y experta en problemáticas infantiles. En el juego de palabras le pone nombre “maternal” a la ritalina (o metilfenidato), el medicamento más usado en el mundo para tratar trastornos de déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Desde entonces y en trabajos posteriores ha abordado un problema que atraviesa la infancia, la familia, la escuela, el Estado, la medicina y hasta la industria farmacológica.

Las tendencias mundiales indican que cada vez hay más chicos en edad escolar —de 4, 5, 6 años— que, por presentar algún síntoma “sospechoso” de una eventual patología psicológica (como el TDAH, el autismo, la ansiedad, dislexia, fobias, entre muchos otros) reciben un diagnóstico precipitado y son derivados a un profesional, que les da una prescripción farmacológica. Un tratamiento con psicofármacos o psicoestimulantes (tal el caso de la ritalina) siempre tiene su contrapartida, su efecto secundario, afirman los especialistas.

Así, con apenas uno o dos síntomas manifiestos —como timidez, introspección, pocas competencias de socialización en el aula, etc. — los chicos son diagnosticados bajo alguna patología psicológica. Y, a la larga, son estigmatizados como niños con enfermedad mental.

“Según cuantificaciones propias, en Uruguay el 30 % de los chicos en edad escolar de entre 4 y 14 años está medicado”, dispara Miguez en diálogo con El Litoral. La experta advierte sobre un cambio en la construcción de la subjetividad infantil, cuyas consecuencias se prolongarán en la etapa adolescente y la adultez. Sostiene que hay una “presencia determinante del saber médico hegemónico” y una “naturalización social” de la medicalización de la infancia.

Contexto

El debate mundial estalló tras la publicación del último DSM V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), el año pasado. El DSM es un manual elaborado en EE.UU. donde se tipifican y clasifican los trastornos y afecciones mentales y psiquiátricos.

En esta última edición, se incluyó un llamativo número de patologías mentales nuevas, muchas de las cuales son “carentes de validez científica”, expresaron en un comunicado conjunto y avalado a nivel nacional los Colegios de Psicólogos y Psicopedagogos de Santa Fe, quienes hicieron público su repudio al último DSM.

Ambos colegios de profesionales consideran que ese manual logra “que no haya más fronteras definidas entre lo normal y lo patológico, reduciendo además el número de indicadores (síntomas) para la evaluación final. Esto aumenta el riesgo de sobrediagnosis en la infancia, patologizando la vida”, sentencian. En el último DSM “se incluyen hasta las rabietas (como trastornos mentales), si son más de tres a la semana durante un año”.

Con todo, aquel niño que manifiesta al menos un síntoma presuntamente patológico en el aula (es tímido, se enoja seguido, es introvertido o callado, por caso), ya es pasible de ser diagnosticado (patologizable), de ser derivado a un psiquiatra infantil y hasta a un neurólogo, y de empezar un tratamiento farmacológico. La “pastillita” es el camino más fácil, cuando en la mayoría de los casos esa presunta patología puede ser apenas una manifestación de estado de ánimo, que se corrige apenas con apoyo docente o con la intervención de un gabinete psicopedagógico.

Etiquetas y estigmas

Miguez viene estudiando este tema desde hace largo tiempo. Sostiene que “las etiquetas infantiles que generan la patologización de la infancia (a partir de la medicación) son cargas muy pesadas para el proceso de construcción de identidad de la niñez. En el caso del TDAH, aquel que en el aula se porte un poquito mal, ya tiene el diagnóstico incorporado”.

En la tesis de su doctorado que Miguez hizo en 2010 (titulada ‘La sujeción de los cuerpos dóciles'), emergieron procesos identitarios inquietantes a partir de esas “etiquetas”, que refrendaron su trabajo de 2005. “Hay discursos muy fuertes de niños que saben por el nombre qué pastilla deben tomar; otros que se resisten a tomarla porque saben que les genera somnolencia, cansancio, mareos, dolor de cabeza. Ahora, estamos haciendo una investigación para 2014-2015”.

Y ante esto, la orden imperativa del mundo adulto de la debe tomar. “¿Por qué? Porque el chico se porta mal. Y la presión que vive el niño se traduce en: ‘Si no la tomo y me porto mal, mis papás no me quieren más'. Hay una construcción identitaria muy compleja. Y en la adolescencia, después reciben la crítica porque consumen psicofármacos u otros tipos de drogas, cuando en realidad son cuerpos que desde los 4 años fueron medicados”, explica Miguez.

“Con todo, es terrible darse cuenta cómo el saber médico hegemónico y la industria farmacológica han invadido hasta la cotidianeidad familiar y escolar”, concluye.

Qué hacer

—¿Qué puede hacer la escuela y el Estado ante el avance de este fenómeno?

—Primero, empezar a desnaturalizar la problemática, que la prensa la haga visible. Y desplegar más estrategias pedagógicas en el aula, escuchando más las voces de los chicos. Hay que entender que cada sujeto es singular, que no existe más la idea de homogeneidad. Atender esa diversidad en el aula sería clave.

Hay una directora de una escuela rural de Uruguay que siempre decía: “Prefiero que los chicos salgan a correr, a jugar al fútbol, y que haya olor feo a transpiración en el aula, con tal de que vuelvan descargados”. Ese afloje antes del proceso de aprendizaje para evitar caer en la medicalización es algo sencillo pero a tener en cuenta como estrategia.

"Vivimos en el mundo del ya. Al chico hay que arreglarlo ya. Y el camino más rápido y fácil es la medicación”. María Noel Miguez Doctora en Ciencias Sociales.

 

El dato

Quién es

  • María Noel Miguez Passada es licenciada en Trabajo Social y doctora en Ciencias Sociales. Da clases en Teorías y Metodologías en la carrera de Trabajo Social, y es coordinadora de esa licenciatura en la Universidad de la República (Uruguay). Dicta también cursos de posgrado en esa casa de estudios.

Uruguay “empastillada”

“En Uruguay, históricamente hay un porcentaje muy alto de la población que está medicada, para producir creo yo efectos de disciplinamiento. Eso hace a la idiosincrasia y a la identidad del ser uruguayo, por llamarlo así. Así se naturalizó el uso de psicofármacos”, explica Miguez.

En las farmacias uruguayas se pueden comprar algunos psicofármacos sin receta. “Así, todo esto se mezcla con el negocio de la industria farmacológica, cuyos ingresos han crecido notablemente en los últimos años. Pululan laboratorios por todas partes, porque asisten a una sociedad medicalizada. También la psiquiatría ha crecido como espacio de poder”, afirma.