¿Qué comemos cuando comemos?

Los altos índices mundiales de obesidad y sobrepeso, sumado a los casos de trastornos de alimentación, dejan entrever un vínculo entre las personas y la comida que va más allá del puramente nutritivo. En esta nota, una profesional nos introduce al mundo de la alimentación emocional.

Textos. Revista Nosotros.

 

“Cuando hacemos los talleres, preguntamos a los participantes qué se les viene a la mente cuando piensan en comida, con qué la asocian, qué significa para ellos. Por lo general, aparecen palabras que tienen que ver poco con lo nutricional y mucho con lo emocional: placer, cariño, mi abuela...”, relata la Lic. en Psicología Evelin Bruno, encargada de dictar el seminario de “Alimentación Emocional” en Qualitas Centro de nuestra ciudad. Nosotros charló con esta profesional para conocer más de este concepto y sus alcances.

-¿A qué nos referimos cuando hablamos de “alimentación emocional”?

- Se supone -en teoría- que los seres humanos nos alimentamos por una necesidad fisiológica de nutrir el cuerpo. Pero en realidad, psicológicamente, comemos por otros motivos; por ejemplo, para canalizar nuestros estados de ánimo. Esto se estudia muchísimo en psicología y nutrición, más aún en esta época y en nuestro país, para explicarnos los altos índices de obesidad, sobrepeso y trastornos alimentarios. En el taller vemos los motivos que nos llevan a comer que no tienen que ver con nutrir el cuerpo. Las personas nos encontramos con emociones que no sabemos o no podemos canalizar bien, entonces desarrollamos mecanismos para huir de ellas o para taparlas: algunos duermen, otros hacen deporte, muchos comen. Hacemos hincapié en estos casos en los que se utiliza la comida como escape emocional.

- ¿Qué es lo que da tanta fuerza al vínculo alimentación-emoción?

- En el seminario repasamos nuestra vida desde que nacemos y reconocemos toda la significación que le damos a la comida que no tiene que ver con nutrirnos. Esto es algo que no se da con otras necesidades básicas.

Pensemos que a ninguna madre se le ocurriría decir “si no hacés la tarea, no dormís”, pero sí se utiliza la comida como premio o castigo. Culturalmente, genéticamente, familiarmente, se dan variables que afectan nuestro vínculo con los alimentos. Darnos cuenta de esto hace que, cuando una persona quiera modificar un hábito, sepa a qué se está enfrentando porque no se trata sólo de una cuestión de voluntad, como muchas veces se confunde. Es necesaria toda una reestructuración cognitiva para poder empezar a manejarse de otra forma, nunca se va a pasar a un estado cero, pero es bueno perder la ingenuidad o el piloto automático a la hora de comer. No pasa todo por “como o no como”, “hago dieta o no hago dieta”; muchas cosas influyen en esto, principalmente lo emocional.

- ¿Cómo alguien puede reconocerse en esta problemática?

- En realidad, todos somos comedores emocionales. Mucha gente viene al curso desde un lugar profesional, para ver cómo tratar al otro; pero no es así, todos estamos incluidos. Todos hemos comido o dejado de comer por nervios para un examen, o por problemas sentimentales; nos salteamos comidas por estar estresados de trabajo; comimos para festejar algo; dijimos o escuchamos “si te portás mal, no tenés postre”. La relación alimentación-emoción es clara y no siempre tiene que ver con un trastorno. Se trata de una cuestión cultural y se da de forma cotidiana.

- ¿Cuándo esta situación da lugar a un trastorno?

- No podemos identificar la alimentación emocional con un trastorno de la conducta alimentaria. Siempre en un TCA, la relación que hay con la comida tiene que ver con el manejo emocional, pero entre la “alimentación normal” y este trastorno se da un continuo, la alimentación emocional está en el medio, no es lo mismo.

Cuando este vínculo con la comida hace que no se pueda llevar adelante una vida normal, estamos hablando de un trastorno. Es decir, cuando el problema interfiere en la actividad laboral o en los vínculos con otros. Hay casos en los que la persona está tan incomoda con su cuerpo que no permite que su pareja la toque o la abrace; en otros, se evita ir a fiestas, cumpleaños o compromisos familiares porque no se quiere quedar expuesto a comer delante de otros. En estas situaciones, la relación con la comida está interfiriendo claramente en la vida del individuo y pasa a ser un sensor o un parámetro frente al que se decide hacer algo o no.

En los casos de bulimia o anorexia esto de alimentarnos para controlar una emoción que no se sabe manejar, se da en su máxima expresión. Toda la vida se ve condicionada. La persona se aísla, no sale, no tiene actividades, no está con gente, come a escondidas, o roba para comprar comida y tener los famosos atracones.

El mal manejo emocional está en el fondo de todo, pero en el trastorno ya se extendió o invadió todas las áreas, el trabajo, la familia, el estudio, la imagen personal, la autoestima; todo está dañado.

- ¿Cómo se abordan estos desórdenes?

- Tanto la alimentación emocional como los trastornos alimentarios necesitan tratamiento, la condición para llevarlo a cabo es que la persona considere que tiene un problema, que el mismo le incomode, le moleste. Muchas veces en estas situaciones hay negación, el obeso no quiere hacer dieta, no se ve tan gordo, o dice no verse tan gordo como los demás lo ven. Lo mismo pasa con la bulimia, la anorexia, la vigorexia; la persona tiene que reconocer que tiene un problema y aceptar ayuda.

- ¿Qué tipo de tratamiento se asume?

- En cuanto a los tratamientos, el más efectivo es el interdisciplinario. El abordaje tiene que ser, por un lado, fisiológico, es decir que un médico o un nutricionista se debe encargar de establecer una dieta adecuada para nutrir bien el cuerpo, sanamente. Por otro lado, es importante que intervenga un psicólogo que pueda determinar qué situación está desencadenando el problema o trastorno. Además, muchas veces se necesita de otros médicos para hacer algunos estudios, o de un psiquiatra en caso que la desreguralización del ánimo haya pasado un límite y se necesiten medicamentos para controlar la ansiedad o la depresión. Como el abordaje es complejo, porque abarca muchas áreas, lo ideal es un tratamiento en equipo. No se trata sólo de hacer terapia o ir al nutricionista, ese es justamente el factor por el que las dietas fracasan.

- ¿Cómo se trabaja en los casos de bulimia o anorexia?

- Lo que se intenta en el tratamiento de una persona con estos trastornos es desarticular el enganche que hay entre la comida y la obsesión por tener cierto físico, que el paciente se de cuenta de que con todo esto está tapando otras cosas: que está peleado con el padre, que no sabe qué hacer con su vida, que es muy tímido para manejarse socialmente, etc.. El concentrarse en lo que se come lleva a desconcentrarse de todo lo demás que pasa pero que quiere tapar.

En los casos de alimentación emocional también se da esta relación, claro que en un grado más leve. La persona, en vez de ponerse a estudiar, va a la panadería a comprar bizcochos; o mientras estudia, pasa el malestar picando algo. Siempre que se presenta una emoción negativa, o que se siente negativa, se suaviza comiendo.

- ¿Qué rol tiene la sociedad en esta realidad?

- Toda esta temática es compleja, los índices de obesidad y trastornos alimentarios crecen, en la Argentina aún más. Pienso que cuando uno concentra demasiado la atención en cosas externas, pasa esto. Entonces es normal que sea la comida la que venga a tapar todo este vacío existencial, porque está al alcance de todos y porque es una “droga” que no tiene el estigma social del alcohol o el cigarrillo. Quizás es una visión un poco más espiritual, pero tiene que ver con cómo nos comportamos como sociedad, con si nos subimos o no a la vorágine que se nos pide. Cuando alguien se concentra en cosas externas a sí mismo, en los bienes materiales, en logros profesionales o económicos, o en dar cierta imagen; toda la necesidad que se tiene a nivel emocional, en el plano de la vida familiar, los vínculos, lo personal, termina quedando un poco de lado. En medio de la dieta, el cuerpo perfecto, las marcas, el posgrado, el éxito; no nos podemos conectar con nosotros mismos, no podemos darnos cuenta de si podemos o no, si estamos tratando de cumplir nuestras propias expectativas o las de otros. La sociedad nos lleva para un lado y nuestro mundo interior para otro. Si no se puede articular bien ese choque, se comienza a tapar de alguna manera. Todas las adicciones están creciendo porque miramos más para afuera que para adentro, porque estamos separados de nuestra esencia, de lo que nos hace bien.

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¿Por qué fracasan las dietas?

La Lic. Evelin Bruno explica: “Las personas que hacen dieta, incluso las que están coordinadas por un nutricionista, en general solo prestan atención a la inconformidad que tienen con su imagen corporal. No se dan cuenta de que comen porque la comida les está dando buen resultado para otra cosa; por ejemplo, si estoy triste, se comen un chocolate y, aunque sea por un ratito, se sienten mejor”. La profesional aclara que esto no se da porque el individuo lo imaginó, sino que efectivamente ciertos alimentos generan procesos químicos en el cuerpo que tienen como resultado sensaciones de satisfacción. “Por esto -resalta- para que una persona pueda sostener una alimentación saludable en el tiempo, es necesario que pueda manejar sus emociones. De lo contrario, en algún momento va a ‘necesitar’ comer o dejar de comer y la dieta se deja de lado. Es la situación típica que se da con las dietas. Por otra parte, cuando alguien está acostumbrado a comer ciertas cosas que producen ciertos efectos como calma, alegría, etc.; la glándula amígdala se encarga de relacionar cierto alimento con cierto estado de ánimo. Si se repite mucho la conducta de comer algo dulce cuando se está triste, el cuerpo químicamente va a asociar estos dos elementos. Se puede estar haciendo dieta, pero en un día de tristeza el cuerpo va a ‘pedir’ una golosina”.

Finalmente, la psicóloga asegura que “detrás de este tema se genera toda una industria y una serie de ‘necesidades’ a las que muchas veces no se puede hacer frente. Se vende que el cuerpo ideal se logra haciendo actividad física y comiendo ciertas cosas, la gente compra eso y luego hay un negocio que te comercializa la dieta, el personal trainer, la máquina para hacer ejercicios. La cultura actual nos condiciona a la hora de comer, a la hora de buscar cierto cuerpo”.

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