al margen de la crónica

Un recorrido... secreto

Antiguos reductos secretos durante la “ley seca”, los “speakeasies” o bares ocultos de Nueva York se han convertido en la quintaesencia de lo “chic”, con los mejores cócteles y los locales más sugerentes de la ciudad. Basta con saberse el truco para encontrarlos... y no contárselo a nadie.

Pasados más de 80 años desde la época de la ley Volstead, más conocida como la “ley seca”, cuando cualquier negocio podía ser una tapadera para el consumo de alcohol, y asumiendo que “speakeasy” ya no es sinónimo de “underground” sino todo lo contrario, en Nueva York cada vez está más de moda ir a un bar oculto.

Uno de los más buscados es el que, justamente, se llama “Please Don’t Tell” (por favor no lo digas). En un sótano del East Village donde venden perritos calientes que, además, tienen una calidad superior a la media, a la izquierda hay una antigua cabina de teléfono.

Instrucciones de uso: meterse dentro, descolgar el auricular, marcar la clave y esperar a que abran. Como si fuera una película de James Bond, tras la cabina se abre un paraíso del buen alcohol, con güisquis japoneses, julepes y mescales o coñacs mezclados con mano maestra por Jim Meehan, el dueño, y Jeff Bell. .

Un poco más hacia el Este, ya dentro de Alphabet City, hay una pequeña barbería “hipster” en la que, además de cortar el pelo y arreglar la barba con bastante buen gusto y a no tan mal precio, la puerta trasera se abre a un gran salón de sabor añejo. Es el “Blind Barber” (el barbero ciego).

No una barbería sino una farmacia es lo que oculta el “Apotheke”, en Chinatown, un antiguo fumadero de opio que deslumbra en medio de lo cochambrosos locales chinos y donde los cócteles se sirven por “prescripción médica”. Su simulación de la ley seca alcanza su auge el miércoles, cuando se organizan las “Prohibition Wednesdays” con banda de jazz y contraseña (que hay que encontrar en su cuenta de Twitter) para entrar, como si fuera la escena inicial de “Some Like it Hot”.