El desembarco de Berni en Rosario

Néstor Vittori

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Es posible que el desembarco realizado en Rosario por el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni con 2.000 efectivos de Gendarmería y la acción de saturación de algunos barrios en combinación con la policía provincial y fuerzas federales, sea una respuesta del gobierno a la presión mediática, cuya máxima expresión fueron las denuncias de Jorge Lanata en el inicio de su nuevo ciclo televisivo. También es posible que la demolición de los búnkeres donde se comercializa la droga, sea una puesta en escena para demostrar que el gobierno nacional, a cuya jurisdicción pertenecen los delitos vinculados con la producción y comercialización de drogas, está haciendo algo para combatir el flagelo ante la inseguridad.

De cualquier manera, al margen de consideraciones técnicas y políticas, la acción en sí es correcta y coincide con las acciones desplegadas en otras latitudes con idénticos objetivos.

Las primeras experiencias del plan de “tolerancia cero” de Rudolf Giuliani en la ciudad de Nueva York fue saturar de acción policial en los barrios más conflictivos: las calles 13 y la 33 del norte de Manhattan y la 34 en Washington Heights, que habían sido centros de distribución de drogas durante años. El mismo camino se siguió en las favelas de Río de Janeiro con buenos resultados en la disminución del flagelo.

Pero con esto no alcanza y es preciso continuar con una tarea coordinada con otros sectores del gobierno, avanzando hacia la urbanización adecuada de esos barrios, prevención sanitaria, control de la escolarización, organización de servicios básicos y control policial continuo. A su vez, con el control de la propia policía, a través de un sistema de monitoreo que los obligue a rendir información en forma diaria sobre todos los acontecimientos del barrio.

Pero, pese a todas la dificultades que entraña la cuestión, creemos fundamental consolidar una decisión política de avanzar en esta dirección. Para ello, es preciso contar con un fuerte consenso de los distintos actores, partidos y agrupaciones políticas, agrupaciones sociales e instituciones religiosas. No se puede consolidar la acción sin un fuerte respaldo a los protagonistas, que en tal condición tienen que lidiar con situaciones que los exponen a la acción defensiva de su propia vida y también a excesos en el ejercicio de la fuerza, como a los convites de la corrupción.

Es posible que los resultados en una primera etapa resulten magros, sobre todo, en la percepción de los medios. Pero en esta tarea, el desenlace espectacular de alto consumo mediático posiblemente no exista y el objetivo se alcance de una manera, en buena medida, indirecta y paulatina.

Al Capone fue a la cárcel, por evasión de impuestos, no por los numerosos crímenes que se le atribuían. Con el narcotráfico pasa lo mismo, su derrota no está en la espectacularidad de algún procedimiento, sino en crearle condiciones adversas desde el punto de vista económico para que deje de ser negocio en el ámbito que se lo combate, circunstancia ésta que provoca la migración a territorios más complacientes y corruptibles.

Si con la destrucción de los búnkeres, la incautación de droga, armas y el dinero se interrumpen los flujos de comercialización; con la prisión de los protagonistas de primera línea, se entorpece el flujo económico, provocando costos que encarecen el producto y se reduce el abanico de consumo.

Si por otra parte, frente a la firme acción policial, los vecinos de los barrios asolados por las bandas, recuperan la confianza en la acción policial, seguramente estaremos en situaciones, como la que ocurrió días pasados en la ciudad de Recreo, donde los vecinos afrontaron la expulsión de una familia de narcotraficantes, aún a costa de algunos heridos.

Lo importante es avanzar con estas acciones y comprender la necesidad de diseñar un programa de acción que tenga por objetivo mantener los barrios recuperados, que es lo más difícil, ofreciendo una unidad monolítica en la decisión de combatir el narcotráfico, colocando a los críticos en el banquillo de los cómplices y socios de la corrupción.

Es menester comprender que el narcotráfico y sus derivaciones delictivas, son situaciones que demandan una lucha continua, y que, consecuentemente, el Estado en sus distintos estamentos, tendrá que cambiar sus paradigmas funcionales, definiendo estructuras, acciones y costos que son distintos de las tradicionales en materia de seguridad, condicionantes de su eficiencia en la tarea de proteger a los ciudadanos.

Al margen de consideraciones técnicas y políticas, la acción en sí es correcta y coincide con las acciones desplegadas en otras latitudes con idénticos objetivos.