Mesa de café
Mesa de café
¿La hora de la oposición?
REMO ERDOSAIN
Mesa de amigos. Pocillos de café, los diarios del día, dos o tres celulares y una cestita que en algún momento tuvo una que otra medialuna. Abel está eufórico. No pudo ir a Buenos Aires al acto previsto en el teatro Broadway, pero un amigo que sí pudo ir, lo puso al tanto de todo lo que pasó.
—Volvemos como en el 83 es la frase que repite a cada rato.
—A mí me parece que vuelven como en el 2000, con De la Rúa y Cavallo.
—Completá el panorama -apunta Marcial-, en la Alianza estuvieron De la Rúa y Cavallo, pero también Chacho Álvarez, Nilda Garré, Cafierito, Abal Medina, Rafael Bielsa y ese militante a tiempo completo del kirchnerismo que se llama Zaffaroni.
—Que además de ocuparse de defender al gobierno se ocupa de alguna que otra gestión inmobiliaria en la Recoleta -agrego.
—No sé adónde quieren llegar con esas chicanas -se queja José.
—A que la Alianza, efectivamente cometió muchos errores, pero las responsabilidades están compartidas, porque la mitad de la Alianza estuvo integrada por aguerridos militantes K.
—Parece que se olvidan de la Banelco -observa José.
—Yo me acuerdo muy bien de la Banelco -exclama Marcial- el comprador de voluntades también era peronista, y las supuestas voluntades que había que comprar eran senadores de la causa nacional.
—Digan lo que digan, la Alianza es indefendible y lo que van a hacer ahora corre la misma suerte. Ustedes se vienen equivocando desde los tiempos de la Unión Democrática.
—Depende cómo se mire. A lo mejor, venimos teniendo razón desde aquellos años.
—Y lo más razonable de todo ha sido la Alianza -se burla José.
—Yo te admito -digo- que la Alianza cometió errores que, dicho sea de paso, los pagó caro. Pero, que una coalición política se haya equivocado no invalida el concepto de coalición como tal. Con el mismo razonamiento ustedes después del desastre de 1973 y los gobiernos cleptocráticos de los últimos veinte años, no deberían aspirar nunca más a gobernar este país.
—Por más vuelta que le den a la cosa -insiste José- lo que no pueden negar es que son una bolsa de gatos que lo único que los une es el odio al peronismo.Y espero que no lleguen al gobierno porque... ¡pobre país!
—Pobre país después de los once o doce años seguidos de kirchnerismo -digo- ocho millones de pobres, casi dos millones de indigentes, infraestructura económica a destrozada, aislamiento internacional, instituciones políticas corrompidas, hábitos de robar... ¡pobre país!
—Ladran Sancho -exclama José- gritan los gorilas, pero los únicos que podemos gobernar este país somos los peronistas. Todos los demás están pintados.
—Qué democrático -protesta Marcial- los únicos que valen son ustedes.
—Democrático o no -responde José- a mí no me van a convencer con soluciones gorilas.
—Eso está claro -admite Marcial.
—Y ya que estamos hablando de esos temas, ¿qué piensan hacer con Macri? -pregunta José.
—A mí mal no me cae -admite Marcial- además la gestión que está haciendo en la ciudad de Buenos Aires es muy buena.
—Más o menos -se queja Abel.
—Todas las gestiones son más o menos -responde Marcial- y yo ya con eso me doy por conforme. También el gobierno de Santa Fe es más o menos y yo lo apoyo. Para gestiones exitosas, las mejores gestiones de los últimos doscientos años, ya la tenemos a la señora y a su marido. Yo soy mucho menos pretencioso y, por lo tanto, me conformo con gobiernos “más o menos”, muy en sintonía, dicho sea de paso, con un país que también es más o menos.
—Nosotros lo que hemos demostrado -dice José- es que gobernamos más o menos, pero somos los únicos capaces de gobernar.
—Ustedes, en el mejor de los casos -interrumpe Abel-, lo que han demostrado es una gran habilidad para durar en el poder, mantenerse a pesar de las catástrofes que promueven, de las pestes que siembran, de los vicios que inculcan. Y lo que nosotros nos proponemos -concluye Abel- no es durar, sino hacer las cosas bien e irnos a casa lo más rápido posible para que venga otro gobierno, como corresponde en una democracia con alternancia.
—En América Latina, se ha demostrado que hacen falta Ejecutivos fuertes para asegurar la gobernabilidad -pontifica José.
—Ustedes no quieren Ejecutivos fuertes, lo que quieren son líderes carismáticos dotados de la suma del poder público, es decir, dictadores.
—Llamales como les llames, los peronistas -insiste- somos los únicos capaces de gobernar.
—Ustedes no son capaces de gobernar, ustedes son capaces de hacer cualquier cosa.
—Allí lo tenés a Fidel Castro o al chavismo para abonar tu teoría -digo- pero en Uruguay, Chile, Brasil, Costa Rica, para darte ejemplos más edificantes, los presidentes alternan, porque lo que hay en estos casos es continuidad en las grandes políticas públicas.
—Y ya que estamos en tema -le pregunta Marcial a José-, ¿ustedes a quiénes van a apoyar en estas elecciones: a Scioli o a Massa?
—Todavía no lo hemos decidido -dice José- a lo mejor el candidato es otro. Tenemos varios pollos en galera y para el 2015 falta mucho.
—Yo no sé quién va a ser el candidato de ustedes -dice Abel- lo que sé es que será peronista y que detrás de él se van a alinear todos los peronistas, incluso los que hasta ahora dicen que son leales a la señora.
—Capaz que ahora van divididos.
—Yo no les creo.
—La compañera Cristina -informa José- se va en 2015, pero vuelve en 2019.
—Ya veo las pintadas en las paredes -se burla Marcial. “Tiemblen gorilas, Cristina vuelve”.
—Yo creo -digo- que la señora se va a su casa y no regresa más.
—Tiene aspiraciones -dice José.
—La aspiración que tiene es no ir presa, no correr la suerte de María Julia -dice Abel- aunque para ser justos, convengamos que al lado de la señora, María Julia es una inofensiva mechera.
—Hablan por hablar, porque probar no pueden probar nada -consta José.
—A Al Capone tampoco le pudieron probar nada -recuerda Marcial.
—Yo lo que pienso -digo- es que esta chica vuelve a su casa y como su antecesor, Menem, su exclusiva preocupación será gambetear los juicios, aunque para ello tenga que votar en el Congreso lo que nunca pensó votar.
—Lo que sucede es que estos caudillos populistas -dice Abel- no sirven o no saben hacer política democrática desde la oposición. Ellos necesitan del poder del Estado y, en el caso de esta chica, del poder del marido para mantenerse en ese lugar, pero cuando pierden el poder no saben qué hacer, porque jamás se prepararon para hacer política desde el llano.
—No comparto -concluye José.