Melodías de Eastwood

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Director y actor de amplia trayectoria, Clint Eastwood desarrolló una carrera portentosa que lo coloca hoy entre los nombres más respetados de Hollywood.

 

Cineasta de corte clásico, triunfó en todos los géneros. Recibió el Oscar por “Los imperdonables” y “Million Dollar Baby”. Ahora, a los 83 años, indaga en el musical con “Jersey Boys”, que se estrena en junio.

TEXTOS. JUAN IGNACIO NOVAK ([email protected]). FOTO. EFE.

Al promediar los ‘60, pocos podían augurar que aquel hombre alto, de mirada inquisitiva, andar displicente, cigarro eterno y (claro) disparo certero, que habitaba los spaghetti western de Sergio Leone se convertiría con el tiempo en uno de los cineastas americanos más interesantes, dotado de una gran percepción narrativa unida a un enorme lirismo.

Pero Clint Eastwood logró excelentes películas en todos los géneros en los que intervino. Y, a los 83 años, realiza una apuesta inesperada: indagar en el género musical con “Jersey Boys”, con Christopher Walkeny Jeremy Luke, inspirada en la vida de Frankie Valli, vocalista del grupo “The Four Seasons” y creador de numerosos éxitos en los ‘60 y ‘70.

La carrera como director de Eastwood de desarrolló en paralelo con su trabajo en actuación. En 1971 rodó su primera película, que también protagonizó: “Obsesión mortal”, con Jessica Walter, una historia de suspenso sobre un locutor de radio que tras un tórrido romance con una sugestiva oyente y abandonarla, comienza a recibir amenazas de la mujer. Es un interesante debut en la dirección y revela en Eastwood a un artista dúctil, a un “artesano”.

Ratificó sus condiciones con “La venganza del muerto” (1973), “una remake surrealista de ‘A la hora señalada’ (...) que le debe tanto a Luis Buñuel como a Sergio Leone, es divertida, brutal y aterradora, audazmente original en su mezcla de western y terror, y está filmada con ácida autocrítica”, según afirma Kim Newman en el libro “1001 películas que hay que ver antes de morir”. “El fugitivo Josey Wales” (1976) ambientada en la guerra civil norteamericana narra las desventuras de un desertor que, tras el asesinato de su familia, emprende una forzada huida y se relaciona con varios seres marginales. Es una mirada angustiosa, provocativa y desmitificadora que continuaría en “Los imperdonables”.

REVISIÓN DEL MITO

Tras interesantes trabajos como “El jinete pálido” (1985), “Bird” (1988) y “Cazador blanco, corazón negro” (1990), “Los imperdonables” (1992), es más lograda de las películas de Eastwood, donde se permite un repaso maduro y autoconsciente sobre su papel en la historia del western. En “Por un puñado de dólares”, “Por unos dólares más” y “El bueno, el malo y el feo” había consagrado la imagen del cowboy duro. Pero en “Los imperdonables” proyecta una mirada desmitificadora y reflexiva sobre esa etapa. “Resulta fascinante por el enfoque revisionista de la mitología del Viejo Oeste (...) Es una estupenda obra de artesanía como se podía esperar de Eastwood, quien despliega todos sus conocimientos sobre un género que mantuvo vivo durante veinte años cuando ya había pasado de moda”, sostiene Angela Errigo en el mencionado libro “1001 películas...”.

Por si su capacidad para moverse dentro de los demás géneros no constituyera un pergamino suficiente, “Los puentes de Madison” (1995) mostró a un artista capaz de moverse con suficiencia para contar una hermosa historia de amor. La química que exhiben Eastwood y Meryl Streep es asombrosa. Las miradas y gestos mínimos que se prodigan ambos intérpretes es notable y es una síntesis de cómo mostrar la pasión en la pantalla.

“Jinetes del espacio” (2000) no figura entre sus mejores trabajos, pero es destacable por el retrato agridulce y autoparódico de un grupo de astronautas que, ya veteranos, deben volver al entrenamiento para una arriesgada misión. Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, James Gardner y el propio Eastwood se divierten en sus interpretaciones. Algo de eso, mixturado con una intriga muy bien puesta en escena, hay en “Poder absoluto” (1997), donde el actor de “Harry el Sucio” interpreta a un viejo ladrón más interesado en el retiro que en su próximo golpe, que se introduce sin querer en un escándalo que involucra a las más altas esferas del poder.

DÉCADA DE ÉXITOS

Con “Río místico” (2003), sintetizó grandes actuaciones (sobre todo de Sean Penn y Tim Robbins) y una trama intensa que mantiene en vilo durante todo el metraje, con una sensación de catástrofe en ciernes. En 2004 filmó “Million Dollar Baby”, donde logra saltar con una naturalidad desde la historia de boxeadores (en este caso boxeadora) de corte clásico a un áspero de drama. Tanto Morgan Freeman como Eastwood abordan sus papeles con solvencia, pero es Hillary Swank la que se luce en su interpretación de una humilde camarera que encuentra en el ring la oportunidad de sortear los grises de su existencia y se aferra a ella con toda su fuerza de voluntad.

Tras las antibélicas “Cartas desde Iwo Jima” y “La conquista del honor” (ambas de 2006), ambientadas en la Segunda Guerra Mundial y la irregular “El sustituto”, con Angelina Jolie, llegó uno de sus mejores trabajos con “Gran Torino” (2008). Allí interpreta a Walt Kowalski, un amargado ex combatiente de Corea que acaba de enviudar, mantiene en su vejez una mala relación con sus hijos, un imperturbable odio racial y una especial predilección por un auto clásico que cuida obsesivamente. Pero todos sus prejuicios tambalean cuando comienza a forjar una inesperada amistad con su vecino, un joven de origen asiático. En este inesperado giro del destino, surge la chance de redimir sus pecados.

En “Invictus” (2009), volvió a convocar a su amigo Morgan Freeman para “Invictus”, centrada en el papel fundamental que cumplió Nelson Mandela para convertir al Mundial de Rugby de 1994 en un estandarte de la paz y la reconciliación. Luego rodó “Más allá de la vida”, con Matt Damon y la “J. Edgar”, un biopic demasiado lineal de J. Edgar Hoover, el controvertido personaje norteamericano. Ahora, su filmografía vira hacia otros rumbos con “Jersey Boys”. Podría ser la demostración de la vigencia de un director que supo emular a los grandes maestros, desde Don Siegel hasta Sergio Leone.