Un pequeño lugar en el mundo

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La autora describe la singularidad de la pequeña comarca marchegiana de Jesi, en Italia, con su rico patrimonio histórico-artístico diseminado en infinitas iglesias, palacios, teatros y monumentos.

 

TEXTOS. NIDIA CATENA de CARLI.

Uno de los viajes más emocionantes de mi vida fue el que realicé en la primavera de 2006 a la pequeña comarca marchegiana de Jesi, Italia, para reencontrarme con mi hija Georgina que, desde el año anterior, se encontraba residiendo allí.

Después de la llegada en tren a la estación nos confundimos en un intenso abrazo, no exento de lágrimas contenidas desde hacía largo tiempo, de besos prometidos en infinitas misivas que fueron y vinieron a lo largo de su ausencia.

Dejamos la vieja estación y nos encaminamos a la parada de taxis. Fue entonces que Georgina me aclaró que no valía la pena tomar uno ya que eran tan sólo 300 metros los que debíamos recorrer hasta las escalinatas, o bien, tomar un ascensor. Yo no entendí mucho las explicaciones que me dio, pero asentí.

En esos momentos me sentía bastante aturdida y cansada por los dos días de continuos viajes y traqueteos y, por supuesto, la emoción tan fuerte de estar junto a mi hija.

Caminamos por una ancha vereda arbolada gozando de la serenidad crepuscular mientras charlábamos animadamente. Georgina me preguntaba ansiosa cosas tales como: “Mamá, ¿cómo está papá y la Vane? “¿Y los perros, me reconocerán cuando vuelva?”. Fui contestando una a una sus preguntas, con el resto de voz que me quedaba. “Todo está bien, Georgi, ya verás cuando vuelvas la fiesta que haremos”.

Fue en ese momento que levanté la vista y vi cómo surgía delante nuestro una gran colina amurallada que circundaba todo el casco histórico de Jesi. Eran las siete de la tarde cuando la gloriosa música de las campanas del Duomo repicaban jubilosas como dándome una cordial bienvenida.

Luego de unos minutos de marcha llegamos hasta Porta Valle, una de las siete entradas de la ciudad medieval. Desde allí mismo comenzaba una larguísima escalinata que me hizo exclamar: “No me digas que debemos subir con la valija por aquí”. Y subimos nomás. El departamento de mi hija estaba en lo más alto de la colina. Nada menos que instalado sobre las ruinas de un anfiteatro romano del siglo I AC. Fatigada pero feliz, llegamos a tan emblemático habitáculo, que me resultó fascinante.

EL MEJOR DESAYUNO

Levantarse con el primer rayo de luz matinal demostraba mi impaciencia por ver, oler y sentir el suave palpitar de ese pueblito soñado, tantas veces presentido. Abrí la antigua ventana de madera y una bocanada de aire me pegó en el rostro y, al unísono, escuché el estrepitoso aleteo de las palomas que, hasta ese momento, dormitaban en el hueco del ventanal.

Miré largo rato los techos de tejas de las casas vecinas que, alguna vez, fueron rojos. Y ahora se los veía enmohecidos...... Miré hacia abajo y pude percibir el enjambre de estrechas callecitas que subían y bajaban tan pintorescas como desiguales, aún iluminadas por antiguas farolas que le otorgaban un ambiente de fábula.

De pronto, la voz de mi hija me trajo a la realidad: “Mamá, vení pronto el capuchino está a punto”. El aroma se esparcía demasiado tentador como para hacerse rogar. Cuando me acerqué a la mesa de la cocina me esperaba no sólo un humeante capuchino, también pancitos caseros con nueces y otros con finas hierbas, además tarteletas rellenas con frutos del bosque.

Toda esa maravilla culinaria era una verdadera obra de arte realizada por mi hija para agasajarme... Vaya si lo consiguió... Sin dudas, ¡fue el mejor desayuno de mi vida!

PAISAJES CON HISTORIA

Cuando bajamos de la fortaleza romana, es decir, de la pequeña vivienda de Georgina, se leía en la entrada un cartel que describía su antigüedad y, donde, todos los turistas se detenían casi obligatoriamente a leer y mirar. La calle tenía un nombre sugestivo: Vía Roccabella, indudablemente, una denominación un tanto ostentosa pero merecida.

Continuamos subiendo la escalinata hasta el corazón del centro histórico que, no obstante las transformaciones acontecidas durante los siglos, revela todavía hoy su planta medieval. La Unesco (1969) la ha denominado ciudad ejemplar por la permanencia de su primitivo tejido urbano, denominado “Castrum Romano”, que comienza a tener vigencia en el siglo III A.C.

A pesar de los siglos transcurridos, su edificación se presenta compacta, con sus casas estrechamente ligadas y conectadas por un laberinto de calles estrechas y serpenteantes, de pasajes y de ambientes que conservan los sabores y colores del pasado que aún permanece, custodiados por miles de años de historia y de luchas de los hombres y mujeres que la forjaron.

Continuamos la marcha por costa lombarda, una amplia y larga escalinata desde donde se podía gozar de un panorama nuevo y excitante a cada paso: callecitas empinadas que subían o bajaban y se perdían quien sabe dónde, balaustradas que permitían asomarnos al valle donde serpentea el río Esino, pródigo de huertas familiares y pequeñas fincas de tierras labradas con esmero, donde el dorado trigo se abanica con dulce melodía que, poco a poco, se va esfumando en el verde intenso de los castaños y las vides con sus ampulosos frutos, a la espera de su plenitud que llegará con los cálidos soles del verano.

Luego de subir casi cien vetustos escalones arribamos a la emblemática Piazza Federico II, con su diseño rectangular y su esbelto obelisco en el centro. Allí estaba erigido el antiguo Foro Romano de Jesi, y lugar de nacimiento del emperador sueco Federico II.

Edificado en uno de sus laterales se encuentra el Complejo de San Floriano que alberga el Museo Arqueológico de Jesi. Representa la memoria histórica de la ciudad y las tradiciones culturales a partir de la Pre-historia pasando por la Civilidad Picena y la Era Romana.

Continuando con nuestra recorrida por el complejo visitamos el Museo Diocesano, que se articula en nueve salas de exposición que se conservan en excelente estado debido a recientes restauraciones. Pinturas, esculturas en leño, mármoles y verdaderas joyas de orfebrería cubren un arco cronológico comprendido entre los siglos XIII al XX.

En una de las salas se puede apreciar la gran Cruz Procesional (s. XVI-XVII) de cuatro metros de longitud, única en su género. Su estilo es gótico con incrustaciones de piedras preciosas. La sede de este museo se encuentra en el Palazzo Ripanti Nuevo, erigido en el siglo XIII.

Otra vez, de vuelta en la Piazza Federico II nos encaminamos a la Catedral y Basílica dedicada a San Settimio, primer obispo de Jesi en el siglo IV, que ofrendó su vida en el martirio. La ejecución del templo comenzó en el siglo XIII pero tomó gran envergadura en el 1741 con Filippo Barigioni y en 1889 con la puesta en valor de su fachada y su campanario que imita al de la iglesia de Loreto.

Apenas ponemos un pie en ella , nos aguardan dos magníficos leones de mármol rojo,obra de arte del escultor Francesco Bellini. Su interior es simple y solemne dominado por la representación de Cristo Rey, que nos da la paz con los brazos abiertos.

EL PALIO DE SAN FLORIANO

Son antiquísimos los orígenes del “Palio de San Floriano” en Jesi. Cada año en el mes de mayo se lleva a cabo esta gran fiesta por las calles y plazas de la ciudad. Es en honor al Santo Patrono de la Valesina (o valle jesino). Son tres días memorables donde Jesi vuelve atrás en el tiempo para reconstruir, lo más fielmente posible, el ambiente y costumbres de la vida medieval de la comarca.

Son cuatro los quartieri (barrios) de Jesi que disputan el Palio: Posterma, San Benedetto, Santa Croche, y San Pietro. Cada uno de ellos prepara todo el año su participación en el evento, con mucha garra y esfuerzo.

Tuve la suerte de ser espectadora del Palio en uno de mis viajes y vivir con emoción cuando el 4 de mayo suenan las campanas de las iglesias anunciando el comienzo de la fiesta. De pronto, hace su ruidosa aparición el Grupo Tambores y Clarinetes con Los arqueros, seguidos por Los Figurantes. Estos últimos encarnan a los reyes y cortesanos que, con costosos trajes de la época, pasean por las calles orgullosos de su noble linaje. Dan vida a una de las evocaciones más conmovedoras y sugestivas de la época medieval.

En días sucesivos continúan los desfiles de banderas y estandartes y los espectáculos donde participan los grupos históricos de La armada y los Lanzallamas. Por las noches, las tabernas y cavas de la ciudad preparan exquisitas especialidades degustadas en el medioevo y, por supuesto, muy bien regadas por el Verdiccio del Castillo de Jesi Clásico, que se presenta en su original botella en forma de ánfora. Fueron aquellos días únicos e inolvidables... ¡Vividos con mucha alegría y felicidad.

EL TEATRO PERGOLESI

Mi hija Georgina me hacía de cicerone por esas callecitas encantadoras que suben y bajan y siempre existe un paisaje distinto que atrapa. Pero allí estaba ella para recordarme: “Mamá, no íbamos al teatro?”. “Si, si (me apuré en contestar) allá vamos”.

El Teatro Pergolesi fue construido en Piazza de la República por Francisco M. Ciaraffoni y luego modificado por Cosimo Morelli (1790-1798). Se inauguró apenas fue terminado con dos óperas de Cimarosa, con la sala llena. Es considerado uno de los teatros más elegantes de la región Marchegiana. Su techo fue íntegramente pintado por Felice Giani (1798).

Recorriendo el teatro nos encontramos con Francesca, una joven artista que participó en conciertos e interpretó partituras del Maestro: Giovanni Battista Pergolesi. Al respecto nos decía: “Pergolesi nació en Jesi en 1710 y, siendo muy jovencito, se trasladó a estudiar música a Nápoles, gracias a la ayuda de algunos nobles de Jesi”.

Un gran impacto fue su Opera Prima “Lo fratte innamorato” (1732); al año siguiente presentó “IL prigionier superbo”. En 1734 realizó Adriano en Siria, muy bien recibida por el público. Compone su última obra: “IL flaminio” en 1735; al año siguiente se enferma gravemente de tuberculosis, falleciendo con apenas 26 años (1736). Pergolesi es un artista universalmente reconocido por su obra “La serva padrona”, considerada un hito fundamental en el desarrollo del teatro musical.

Nos despedimos de Francesca quien, antes de irse, nos recomienda pasar por La Galería del Teatro y hacer una corta visita a la sala pergolesiana y la sala spontiniana; esta última hace alusión a otro gran músico, Gaspare Spontini, ligado a la ciudad de Jesi. Fue una corta visita porque estábamos en el horario de cierre; pero seguramente la visitaríamos en otro momento.

Es importante destacar que existe un segundo teatro-estudio en la ciudad emplazado en el complejo San Floriano, que lleva el nombre de una artista muy querida por sus habitantes: Valeria Moricone.

El patrimonio histórico artístico Jesi y de la provincia de Ancona está diseminado en infinitas iglesias, palacios, teatros y monumentos. Por este motivo, la visita a los numerosos museos se los considera como una faceta prioritaria en el conocimiento de la ciudad, que se complementa recorriendo sus calles y paseos.

Un paseo emblemático lo constituye caminar por las antiguas murallas que contienen el núcleo medieval de Jesi, de forma trapezoidal. Tienen una longitud de un kilómetro y medio. Se construyeron en los siglos XIII-XIV siguiendo el trazado de los muros romanos.

Son siete las torres y las puertas originales. Desde lo alto, las tierras de Jesi adquieren una dimensión perfecta, siguiendo la geometría de un paisaje impredecible, siempre diferente, dependiendo de la estación del año. En consecuencia , sus sembradíos serán campos dorados de trigo o verdes viñedos y olivares o simplemente campos de flores que se mecen con el viento.

Es una tierra tan áspera como dulce que atrapa para reencontrarse a sí misma. En fin, “un pequeño lugar en el mundo” elegido por Georgina.

Una cita con el arte

En el corazón de la ciudad se haya emplazado el elegante Palazo Pianetti Testi, edificado en la segunda mitad del siglo XVII. Es un insuperable ejemplo del rococó italiano la bella galería de techo dorado que se aprecia desde la entrada y da paso a la Pinacoteca Cívica.

Se caracteriza por la colección de arte del pintor Lorenzo Lotto, proveniente de iglesias de la ciudad. Las obras más destacadas son: “La Deposizione” (1512), “La Madonna con il Bambino y Santi” (1526), “La Annunciazione” y “La Visitazione” (1531-35). La temática desarrollada en esta última obra es prevalentemente femenina, de carácter intimista y doméstico.

La visita se continúa en la sala donde se encuentra “La pala de Santa Lucía”, una obra dedicada a la vida de la santa. Es considerada una de las obras maestras del Renacimiento Italiano, realizada por Lotto en 1532.

En el recorrido sobresalen importantes obras como La Piedad de Nicoló di Mastro Antonio, y la bella tela del Pomarancio: Sagrada Familia con San Giovannino. Para finalizar, hay que destacar la rica colección de arte contemporánea que coronan esta visita de gran valor artístico.

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