Prestigiar los valores de las raíces piemontesas

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Juan Carlos Beltramino

El pediatra santafesino recibió recientemente el premio “Piemontés de Argentina” -al igual que a otros descendientes de piamonteses- por parte de la Federación Asociaciones Piemonteses de Argentina. Fue presentado como candidato por el Centro Piemontés de Santa Fe.

 

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTO. GENTILEZA FAMILIA BELTRAMINO.

VARIOS HOMENAJES. “Este premio me produjo satisfacción. Me propuso como candidato la gente del Centro Piemontés de Santa Fe (María Ester Valli, Carolina Pavarin y María Teresa Biagioni) y pusieron a consideración mis antecedentes laborales. En realidad, lo tomo más como homenaje a mis antepasados: mis ‘bisnonnos’ italianos Giuseppe y Francesca Clerico, a mi abuelo Miguel, a mi papá Celestino, a mis tíos. Era gente de mucho trabajo, honesta, con valores importantes. Era, a su vez, gente demasiado seria para mi gusto, siempre esperaban alguna catástrofe, que también está dentro de los genes piemonteses. Realmente disfruté este premio y me gustó que en la placa que recibí dijera ‘en reconocimiento a su labor prestigiando los valores de sus raíces piemontesas’. Buscando las cosas a las que uno le da importancia, coinciden con esos valores que los organizadores del premio defienden. Además, muchos de los rasgos característicos de los piemonteses, como el mal carácter, también tenemos a quién atribuirle (risas). Al mismo tiempo, tal como conté cuando recibí el premio, estaba ahí por ser médico de niños y aproveché la oportunidad para hacer un homenaje a quien realmente lo merece mucho: una científica piemontesa-argentina: la Dra. Eugenia Sacerdote de Lustig”.

UNA VALIENTE MUJER. “A los 25 años, la Dra. Eugenia Sacerdote de Lustig huyó en plena guerra de Italia. Era una de las pocas médicas que vivían en Torino. En Argentina desarrolló la técnica de cultivo de células para cultivar virus. Cuando, en la década del ‘50, ocurrió la peor epidemia de poliomielitis (se morían muchos chicos y muchos otros quedaban con secuelas) Bernardo Houssay la envió a Estados Unidos a trabajar con Jonas Salk para que aprendiera sobre la vacuna. Ella fue la que introdujo la primera vacuna efectiva en la Argentina. Cuando esta mujer, que era realmente joven todavía, trajo la vacuna ocurrió lo que siempre sucedía: el pueblo y los propios médicos de la comunidad tenían miedo de inocularse un virus (de polio). Esta mujer fue muy valiente y decidió vacunar a sus hijos. De esta manera, los primeros argentinos vacunados fueron los hijos de esta piemontesa. Otra cosa excepcional que tuvo esta mujer es que murió a los 101 años (vivió hasta 2011) y cuando tenía 90 años era directora del Instituto de Oncología Ángel Roffo, de Buenos Aires, e investigaba sobre cáncer. Entonces, aproveché esta oportunidad para hacerle un homenaje a esta mujer que fue la que permitió que muchos chicos sobrevivieran cuando, a esa edad, lo único que teníamos era una bolsita de alcanfor para defendernos de la polio. Era una buena figura, lo mejor del Piemonte y de Argentina”.

“FLOJO DE PAPELES”. “De los orígenes de los Beltramino yo le decía a María Ester Valli y María Teresa Biagioni (del Centro Piemontés de Santa Fe) que estaba ‘medio flojo de papeles’ (bromeó). En realidad, en mi familia siempre me habían dicho que los Beltramino veníamos del Piemonte, de cerca de Torino. Ellas me ayudaron a saber un poco más de esta historia. De mi bisabuelo Giuseppe Beltramino sólo es seguro que nació en el Piemonte, llegó a la Argentina en el siglo XIX y participó en la fundación de Grutly Norte. Pero desde Italia no pudieron confirmar que fuera el G. Beltramino, nacido en Piscina, y que se embarcó en el Regina Margherita. Se vino con su mujer a Grutly Norte; creo que fue uno de los primeros pobladores de ese pueblo. Ahí nacieron todos sus hijos argentinos (los primeros era italianos), incluyendo a mi abuelo Miguel. Vivieron allí, en San Agustín y en San Carlos, y cuatro de sus hijos (José, Miguel, Anselmo y mi papá, Celestino), muy jóvenes, en la década del ‘30, se fueron a Ceres, en el norte de la provincia. De ahí venimos mi hermano y yo. En Ceres escuchaba a mi viejo hablar el piemuntéis (idioma piemontés) con sus hermanos, pero desgraciadamente nunca lo aprendí. El inmigrante, para que los hijos se adaptaron, no les enseñaban la lengua, para que se arraigaran con la del lugar”.

AGRADECIMIENTOS. “No pertenezco al Centro Piemontés de Santa Fe, aunque ahora me correspondería asociarme. Ellas me conocían por mi trabajo y me pidieron los datos para presentarme como candidato. Me propusieron a fines del año pasado. En 1997 conocí Torino, la capital del Piemonte, con mi mujer, Cecilia Cavagliá. Ada Cavagliá y Guido Maffeo, unos parientes suyos, nos hicieron conocer las bellezas del piemonte prealpino y nos prepararon la auténtica bagna cauda (sin crema), en Perosa, Italia, que no es como la que comemos nosotros. Entonces, sabía que mis antepasados eran oriundos de esa zona. Incluso, vi que en la guía telefónica de ese pueblo había muchos Beltramino. Pero no tuve contacto con nadie”.

PERFIL BAJO

“De mi trabajo como pediatra prefiero no hablar tanto, ya que lo de hablar sobre la Dra. Sacerdote fue un ‘rebusque’ para no hablar de mí, pero -principalmente- porque esta mujer es admirable, sin dudas, y se merecía un homenaje. Van a hacer 41 años que llegué a Santa Fe, a trabajar en el Hospital de Niños en forma ininterrumpida. A pesar de eso, cuando me preguntan de dónde soy les digo que de Ceres”.

LO MÁS IMPORTANTE

“Si tuviera que rescatar una sola cosa de mi trabajo como pediatra fue cuando, en 1975, logramos que los chicos se internaran con sus madres. Hasta entonces, las madres dejaban a sus chicos enfermos y no se les permitía estar en el hospital. Dentro de una estrategia que hicimos para disminuir las infecciones hospitalarias, que en ese momento eran un azote terrible en el hospital, y en contra de lo que se pensaba, logramos que nos permitieran hacer la experiencia de que las madres quedaran internadas, en una pequeña salita, con sus hijos. Fueron tan buenos los resultados que enseguida se extendió a todo el hospital. Para eso tuve el apoyo del Dr. Ángel Spedaletti, ya que yo apenas era un residente. No es que uno inventó la pólvora sino que era una estrategia que ya la había implementado el Dr. Florencio Escardó en el viejo hospital de Niños de Buenos Aires. Era replicar algo que sabíamos que tenía que andar bien, pero igual, había muchos prejuicios en ese momento. Tengo publicaciones, trabajos, pero íntimamente siento que lo más importante fue eso”.

LA FAMILIA

“Cecilia, mi mujer, Javier, Leticia y Santiago, mis hijos. Cecilia hace educación de chicos especiales, se jubiló hace poco, y es profesora de italiano. Leticia es trabajadora social en Alto Verde, trabaja en terreno. Tengo miedo por ella pero estoy orgulloso de lo que hace. Javier trabaja en la producción de películas y es el creativo de la familia. Santiago, mi hijo menor, terminó la jefatura en el hospital Lanari y es terapista intensivo de adultos, y ése sí es buen médico (risas). Está en Buenos Aires”. Nietos: cinco (en la foto, con las nenas): Benicio de 6 años, Joaquín y Clara, y Francisco y Anita (estos dos últimos viven en Buenos Aires). No soy el pediatra de mis nietos y, si les doy consejos, mis hijos no los escuchan (bromeó). Tengo el rol de nonno con ellos (como me dicen ellos, siguiendo una costumbre familiar), no de médico”.

así soy yo