editorial

Drogas, un problema de salud que se agrava

  • Cada fin de semana, llegan al hospital Cullen alrededor de cinco intoxicados agudos por el consumo de cocaína y otras drogas.

La discusión sobre el avance del narcotráfico en las grandes ciudades argentinas parece haberse instalado definitivamente. Sin embargo, el debate no debe encuadrarse exclusivamente en el tema de la inseguridad: la circulación masiva de estupefacientes incrementa también los problemas de salud en gran parte de la población.

Hasta hace aproximadamente una década, en el Servicio de Toxicología del Hospital Cullen era poco frecuente la atención de pacientes con síntomas de intoxicación aguda por el consumo de drogas. Hoy, los profesionales que trabajan en el área calculan que, en promedio, atienden cinco casos con estas características cada fin de semana.

Por lo general, se trata de consumidores de cocaína. Sin embargo, no siempre es sencillo determinar qué provoca las intoxicaciones, pues el consumo de drogas suele ir acompañado por alcohol o psicofármacos de venta legal.

Las edades de los pacientes que llegan al Cullen oscilan, por lo general, entre los 14 y los 40 años. Los más jóvenes son atendidos en la Sala de Guardia del Hospital de Niños Orlando Alassia.

Los especialistas del Servicio de Toxicología del Cullen advierten sobre las consecuencias que genera el crecimiento y las características del consumo. No sólo porque repercute socialmente -muchos de quienes delinquen lo hacen bajo los efectos de las drogas-, sino porque el consumo puede provocar daños físicos irreparables, sobre todo cuando se inicia en edades tempranas.

Los síntomas frecuentes son los ataques cardíacos o los accidentes cerebro-vasculares. En general los consumidores desconocen los riesgos a los cuales se enfrentan cada vez que prueban drogas ilegales. Se trata, además, de sustancias que pueden agravar patologías preexistentes.

Es verdad que no todos se transformarán indefectiblemente en adictos. Para ello, deben darse una serie de condiciones vinculadas con la predisposición genética del consumidor, su historia de vida y el contexto social en el que se desenvuelve.

Sin embargo, los especialistas advierten que, antes de consumir, nadie está en condiciones de medir su vulnerabilidad. Por ese motivo, aconsejan no probarlas.

Incluso, remarcan que se pueden generar estados de adicción a drogas que se venden por prescripción médica, como por ejemplo los ansiolíticos y otros psicofármacos, cuyo consumo en nuestro país tuvo en los últimos años un crecimiento exponencial.

Se sabe que un número ínfimo de pacientes que ingresan a institutos de rehabilitación logran salir del abismo de las drogas. Pero, aunque lo consigan, deberán vivir el resto de sus vidas con el riesgo de volver a caer en la adicción.

Si bien el Estado cuenta con centros de atención preparados para atender a los pacientes durante los primeros tiempos del proceso de desintoxicación, carece de la infraestructura adecuada para que los adictos puedan rehabilitarse en un tiempo prolongado que les asegure no volver a consumir.

De hecho, por lo general los pacientes terminan siendo internados en instituciones que son privadas, aunque reciban ayuda y subsidios estatales. Ésta es una verdadera deuda pendiente, sobre todo porque el problema de la adicción a las drogas afecta a todas las clases sociales y muchos de los adictos carecen de posibilidades económicas como para hacer frente a los costos de estos tratamientos. Son ellos, seguramente, los más vulnerables.

Gran parte de los consumidores desconocen los riesgos a los cuales se enfrentan cada vez que prueban drogas ilegales.