Crónica política

La plaza de Moyano y Barrionuevo

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¿Inevitablemente las luchas obreras producen estos resultados? Hugo Moyano y Luis Barrionuevo en la manifestación del miércoles pasado, en Buenos Aires. Foto: EFE

Rogelio Alaniz

“Una canción de gesta se ha perdido en sórdidas noticias policiales” (Jorge Luis Borges)

Barrionuevo y Moyano convocaron a todos los argentinos a salir a la calle contra la inflación, la inseguridad y la pobreza. ¿Alguien puede estar en desacuerdo? La reivindicación es tan general que desde la señora presidente hasta el último vecino de un barrio de emergencia se sentirían llamados a manifestar en la vía pública. Es más, si ésas son las causas para declarar un paro, muy bien se podría proponer -de aquí en más- parar todos los días.

Habría que agregar una última observación: no descartar la hipótesis de que paros de esta naturaleza nunca van a resolver los problemas que dicen preocupar a sus dirigentes, y, por el contrario, es muy probable que estos comportamientos sean los que contribuyen de una manera perversa a consolidar la desocupación, la inflación y la pobreza.

¿Inevitablemente las luchas obreras producen estos resultados? No es tan así, pero en el caso que nos ocupa, hay buenos motivos para poner en discusión si movilizaciones de este tipo merecen calificarse de luchas obreras. Burócratas sindicales atornillados desde tiempos inmemoriales en sus sillones, que se valen de poderosos aparatos gremiales convocantes de una platea cautiva y dependiente, tienen poco y nada que ver con el concepto de lucha proletaria, tal como lo entendieron los clásicos del movimiento obrero en el siglo veinte.

No, no son los intereses de los trabajadores los que están en juego en estas circunstancias, sino los intereses de los burócratas. No es la calidad de vida de los trabajadores lo que a Barrionuevo y a Moyano les importa. Lo decisivo para ellos es posicionarse para 2015. Sus movilizaciones no son una amenaza para la señora, sino para el próximo presidente.

La movilización del miércoles no fue masiva. Alcanzó para que fotógrafos más o menos ingeniosos en colocar la cámara reproduzcan imágenes que crean la ilusión de multitudes en la calle. La Plaza de Mayo es desde 1945 uno de los íconos históricos del populismo. La masa en la plaza y el líder en el balcón poseen la fuerza del mito. Allí está el pueblo real, lo demás no existe o pertenece al campo de la antipatria. La vida cotidiana deshilacha los mitos que degradan en leyenda. La Plaza de Mayo hace rato que ha perdido su aura, pero todos, no sólo los peronistas, se esfuerzan por abonar la leyenda, por reiterar aquello que sólo importa a quienes lo organizan. Radicales, izquierdistas de diverso pelaje, católicos, evangélicos y hasta Bernardo Neustadt se dieron el lujo de llenar la plaza de gente, pero no obstante se persiste en repetir lo mismo. Décadas de populismo abonan a estos rituales esperpénticos y políticamente inofensivos.

Pero la Plaza de Mayo de Barrionuevo y Moyano dejaron algunas otras lecciones que conviene tener presente. Por ejemplo, los niños en el escenario agitando banderines con remeras portadoras de leyendas sindicales y políticas. Corresponde decirlo con todas las letras: hacer eso es una canallada. Un país con un mínimo de conciencia jurídica no lo debería permitir. Ni a Moyano ni a nadie. Usar a los chicos para hacer política debería ser un delito. Los chicos están para otra cosa en la vida, no para ser “puntos” de burócratas inescrupulosos o políticos chapuceros. No es casualidad que la manipulación de la infancia haya sido uno de los recursos preferidos de nazis, comunistas y fascistas. Y de cuanto demagogo quiera presentarse ante la sociedad como una persona que ama a los niños, los besa y los acaricia, siempre y cuando, claro está, haya un fotógrafo que registre la imagen tierna y feliz.

Los chicos necesitan cariño, asistencia médica, alimentos, estudios y no manipulaciones infames. Preguntas al pasar: ¿qué pasa con los padres que prestan a los hijos para estas murgas? ¿Les pagan? ¿Es el requisito para continuar disponiendo de los beneficios del capanga de turno? ¿Creen realmente que con ese gesto están contribuyendo a la felicidad de sus hijos?

El acto se inició con la lectura de un documento. Se habló como siempre de pleno empleo, salarios dignos y justicia social. Pregunto: si un gobierno futuro lograra hacer realidad en sus trazos más gruesos estas reivindicaciones, pero al mismo tiempo, decidiera no darles a los dirigentes sindicales las cuotas de poder que reclaman en el Estado, ¿qué harían los Barrionuevo o Moyano de turno?

Se dice que en las actuales sociedades de masas son necesarias centrales sindicales poderosas. Su presencia aseguraría los derechos de los trabajadores, derechos que empresarios y políticos no respetarían si no existiera la amenaza de la quita de colaboración o el paro. El argumento es justo, pero en política no existen las verdades generales y mucho menos con el sindicalismo criollo. No es la existencia de un sindicato lo que se discute, sino la existencia de burócratas multimillonarios responsables de manipular a los trabajadores y medrar con los recursos del Estado. No hay sociedad democrática sin sindicatos, pero no hay sindicatos que merezcan ese nombre sin democracia sindical. Moyano perpetuado en el poder del gremio y sus hijos dueños de otros tantos sindicatos, es la prueba más elocuente de la naturaleza del sindicalismo argentino.

En estos días, el presidente de Uruguay, José Mujica, habló para empresarios y políticos norteamericanos. Lo hizo a su manera, sin corbata, con palabras sencillas y dando en la tecla la mayoría de las veces. “No somos muy trabajadores -admitió- pero no somos ladrones ni corruptos”. No sé si nosotros podemos decir lo mismo. Por lo pronto, los índices de corrupción de Uruguay están muy, pero muy por debajo de los de Argentina. También dijo en otro momento: “Nuestros dirigentes sindicales son combativos, a veces algo intransigentes, pero no son ladrones ni se hicieron millonarios con el gremio”. Está claro que esos atributos a nosotros nos son ajenos. Dicho sea al pasar, ¿cuándo habrá una investigación sobre enriquecimiento ilícito para Moyano? Se dirá que esa figura corresponde a funcionarios del Estado. Más o menos. ¿O alguien puede asegurar que Moyano no tiene nada que ver con el Estado?

Puede que Moyano hoy sea un opositor a los Kirchner. Corrijo. Lo es a la señora, pero no al modelo que la señora alentó de la mano de su marido. Es más, Moyano en muchos aspectos encarna los peores vicios del kirchnerismo: concentración del poder, autoritarismo, prepotencia, corrupción, clientelismo, saqueo de los recursos del Estado. Una riña por el reparto del botín lo colocó en el lugar de la disidencia. Hoy sienta a Blumberg a su diestra para manifestar su preocupación por la inseguridad. Que me disculpen, pero al hijo de Blumberg lo mataron en tiempos en que Moyano era uno de los principales oficiales de la tropa kirchnerista.

Moyano pretende presentarse como un duro opositor a la señora, pero cada vez que abre la boca demuestra que encarna las lacras más detestables de ese pasado. Sin ir más lejos, en su “improvisada” intervención del miércoles, los tramos más llamativos de su discurso los dirigió contra los medios de comunicación y los periodistas. Lo hizo casi sin darse cuenta, lo cual es más grave porque quiere decir que esa animosidad la tiene tan internalizada que le resulta imposible manejarla de manera consciente. ¿Alguna diferencia con la señora? Ninguna. ¿Qué pueden esperar un periodista, un diario o la propia libertad de prensa con Moyano en el poder? Muy fácil: lo mismo que recibieron durante los Kirchner y, tal vez, algo peor.

Lo dije en otras notas. La señora se va, pero Moyano y Barrionuevo se quedan. Digo otro: el kirchnerismo se va, pero el peronismo se queda. Es hora de percatarse de que las calamidades políticas de Ella y Él no provienen de su exclusiva inventiva sino de su pertenencia a una tradición, la misma que reivindica y practica Moyano. Es que la tragedia de los argentinos no la expresan los Kirchner, sino una cultura cuyo nombre prefiero no acordarme. Los últimos treinta años de democracia deberían habernos aleccionado al respecto.

 

Hoy sienta a Blumberg a su diestra para manifestar su preocupación por la inseguridad. Pero al hijo de Blumberg lo mataron en tiempos en que Moyano era uno de los principales oficiales de la tropa kirchnerista.