Crónica política

Los dilemas de Carta Abierta

FORSTERIMG_9019.jpg

Política y locura. Ricardo Forster, diputado del FPV y habitual vocero de Carta Abierta, ensalzó los gobiernos de los Kirchner y dijo que han constituido una loca emergencia que rompió con lo hasta aquí pensado y conocido.

Foto Mauricio Garín/archivo el litoral

por Rogelio Alaniz

[email protected]

“Si a Jesús lo crucificaran en la Argentina con dos ladrones, los únicos que resucitarían serían los dos ladrones”. Leonardo Castellani

Los muchachos de Carta Abierta se reunieron en el Biblioteca Nacional y arribaron a la conclusión de que no tienen candidato parra 2015. Corrijo: tiene candidata, pero no se puede presentar porque las leyes gorilas se lo impiden. El nombre de la responsable de esta experiencia “caudalosa y transgresora” lo conocemos y lo padecemos: Cristina Fernández de Kirchner. Eduardo Jozami fue concluyente: “Si por nosotros fuera la votaríamos durante veinte o treinta años”. Ni Onganía se animó a tanto.

En una nota publicada en el diario oficialista Página 12, Ricardo Forster se despachó con sus habituales jadeos orgásmicos. Una constante significativa de su relato cargado de sonidos y de furia: la reiterada referencia a la locura. El kirchnerismo -dice- enloqueció la historia, rescató experiencias extraviadas, desequilibró lo equilibrado, encarnó una loca emergencia, fue una fisura en la historia, rompió con lo pensado y conocido, aireó lo asfixiante de una realidad miasmática.

Pregunto: ¿es o se hace? ¿Habla en serio o nos está tomando el pelo? Kirchner y su señora ¿son el vendaval surgido en la tierra de los vientos sureños? Justamente Kirchner, un caudillo peronista de tierra adentro, del cual ni sus seguidores más incondicionales pueden rescatar una frase más o menos interesante, más o menos inteligente. ¿Puede calificarse de representar históricamente “lo insólito”, un personaje cuya máxima habilidad fue lo contrario: haberse aferrado de manera procaz y manipuladora a los datos más obscenos de la realidad?

Forster, Jozami y Narvaja, entre otros, maquillan y acicalan al monstruo, lo hacen presentable, le atribuyen a punteros tramoyeros, políticos taimados y operadores tramposos, los oropeles de la rebeldía y la transgresión, inventan un delirio en el que terminan creyendo, pero a la hora de las decisiones prácticas -y el kirchnerismo de eso sabe mucho- los muchachos de Carta Abierta no cortan ni pinchan, porque los que deciden son De Vido, Ulloa, Zannini y, por supuesto, Lázaro Báez. Lo cierto es que la denominada izquierda kirchnerista, descubre al final del camino que el maravilloso proceso de transformaciones iniciado por sus jefes carece de candidato, que es como decir que carece de futuro. Palabras más, palabras menos, los muchachos están algo desanimados. Algunos, porque realmente creen que están protagonizando una épica de dimensiones tales que reduce la Larga Marcha de Mao a un paseíto por la peatonal un sábado a la mañana; otros, porque el derrumbe de sus ideales coincidirá con el derrumbe de sus ingresos.

El kirchnerismo no tiene candidato, pero a estos intelectuales nacionales y populares esta ausencia no les despierta ningún interrogante. Suponen que la fatalidad o la persistente perfidia gorila se han confabulado para que después de once años en el poder, el heredero de la gesta sea Scioli, un político que sin agitarse demasiado está cómodo a la derecha de Macri.

No hace falta -con todo respeto- ser un becario del Conicet para preguntarse qué pasa con un gobierno popular que no fue capaz de promover un candidato con condiciones para asegurar la continuidad de los evidentes beneficios brindados por los padres fundadores. Algo se hizo mal, para que de pronto se sientan al borde del abismo o condenados a peregrinar en el desierto. No conozco un solo proceso político que no sea capaz de crear las condiciones necesarias para asegurar su continuidad en el poder. Salvo el populismo, claro está, un régimen que necesita del líder eterno como el adicto de la droga, un régimen cuyo líder por lo general se ocupa, de manera deliberada y sistemática, de impedir que a su alrededor crezca el pasto. ¿Como los Kirchner? Exactamente, como los Kirchner.

Y después sus intelectuales se asombran de que no haya candidatos, cuando en realidad, todo estuvo pensado y hecho para que el relato empiece y termine con ellos.

Jozami no me deja mentir. Según él, la señora es la única señalada por los dioses para cumplir con tan magna tarea. Los seguidores de Julio César nunca fueron tan optimistas. Fuera de broma, hay que tener la austoestima muy deteriorada o estar educado en una cultura de borregos para aceptar la infalibilidad del líder, un principio del que hasta los creyentes integristas han renegado. Es que ser de izquierda y peronista es tan incómodo como ser ateo y devoto de la Virgen del Valle.

Admitamos, de todos modos, que estos muchachos están acostumbrados a transitar por la cuerda floja de la política peronista. Están acostumbrados y a esta altura del partido debo sospechar que les gusta. Sin ir más lejos, en los años setenta, los gorilas de entonces advertíamos sobre el destino que les esperaba a quienes habían comprado sin beneficio de inventario la imagen de un Perón socialista y revolucionario. Después vinieron Ezeiza y las masacres de las Tres A. Entonces dijeron que el jefe estaba “entornado”. Giro lingüístico que se sostuvo hasta esa siesta de mayo de 1974, cuando el líder y conductor los trató de imberbes e imbéciles.

Si hacemos memoria recordaremos que la consigna preferida era: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Alguna vez me explicaron el contenido del concepto: Cámpora era el candidato que el régimen podía admitir ¿Y Perón? Perón era la estrategia de poder a través de la guerra revolucionaria. En una cosa no se equivocaron: Perón llegó al poder, pero no para avanzar hacia el socialismo que había alentado desde Puerta de Hierro, sino para “exterminar como ratas a los psicópatas que tenemos adentro”. Ni Videla ni Massera se atrevieron a tanto.

Todavía recuerdo una conversación mantenida hace unos años con un veterano de Montoneros. El hombre admitía que Perón los había estafado, los había mandado a fumigar con López Rega, que era el responsable de la muerte de sus mejores amigos, pero no obstante ello, él seguía amando a Perón. Mi pregunta fue inevitable: ¿qué ofensa, qué daño, qué perjuicio necesitás que te haga Perón para que te enojés con él? Movió la cabeza como dando a entender que yo nunca aprendería la verdad íntima del movimiento nacional. Y sinceramente digo que no conozco una sola fuerza política en el mundo -de izquierda o de derecha, laica o religiosa- donde sus militantes después de admitir que fueron perseguidos y exterminados por órdenes del jefe, sigan manifestando devoción por el líder. Lo digo sin ironía: semejante lealtad, tremenda obsecuencia, me resulta un misterio, un misterio que transforma al principio de la Santísima Trinidad en una evidencia de sentido común.

Como para verificar el axioma de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, treinta años después los muchachos vuelven a morder el mismo anzuelo. Lo que sorprende y anonada es la desmesura de la fe. Para ellos una vez más es todo o nada. Por los Kirchner se han peleado con sus padres, sus hijos y sus amigos. Dos presidentes, Él y Ella, dos presidentes que se valieron del poder para transitar de la categoría de millonarios a la de multimillonarios, y una gestión que la historia reconocerá como una de las más corruptas del calendario, provoca en ellos sentimientos de adhesión que orillan el fanatismo. ¿Tan habilidosos fueron los Kirchner para venderles espejitos de colores? ¿O en realidad ellos estaban esperando la llegada de quien viniera decidido a venderles esa mercadería?

Conclusión: los muchachos de Carta Abierta descubren a la vuelta del camino que el proyecto revolucionario de la señora llega a su fin. Preguntarles si nunca se les ocurrió sospechar sobre la honorabilidad de los Kirchner me parece innecesario; también es innecesaria la pregunta acerca de la sensación de estafa, sobre todo porque en el caso que nos ocupa muchos de los supuestos estafados se han sumado a la corte de los estafadores. ¿O es necesario insistir que en este juego de lealtades traicionadas e ideales corrompidos, los exclusivos perjudicados, fueron y son una vez más los argentinos?

 

Hay que tener la austoestima muy deteriorada o estar educado en una cultura de borregos para aceptar la infalibilidad del líder.