Editorial

Más violencia en el Gran Santa Fe

  • El fenómeno se retroalimenta. A cada muerte sobreviene una venganza. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo acabará esta locura.

¿Desde principios del año pasado, con la irrupción en escena de la banda de Los Monos y otras organizaciones mafiosas vinculadas con el narcotráfico, las miradas del país se posaron sobre ciudad de Rosario. Sin embargo, y a pesar de que la situación en el sur provincial es realmente grave, el Gran Santa Fe continúa encabezando las estadísticas de muertes violentas.

En los primeros cuatro meses de 2014, en Rosario se registraron 106 homicidios, lo que arrojó un promedio de 8,84 asesinatos cada 100 mil habitantes. En el mismo período, las muertes violentas en el departamento La Capital alcanzaron los 53 casos, lo que significó un promedio de 10,15 homicidios cada cien mil habitantes.

La situación, lejos de mejorar, empeoró con el paso de las semanas y la llegada del quinto mes del año.

Entre el pasado sábado y la fatídica jornada del lunes, en el departamento La Capital fueron literalmente fusiladas ocho personas. A ello se le suman el incendio provocado en el domicilio de uno de los supuestos delincuentes -una nena de 4 años se encuentra en grave estado-, y tres jóvenes que fueron baleados en sus piernas en la céntrica Plaza España.

La locura se inició el sábado: un joven de 19 años fue asesinado en el barrio Los Troncos y otro hombre murió en Santa Rosa de Lima. El domingo, falleció un muchacho de 24 años en San Agustín II.

El lunes, cinco personas fueron literalmente ejecutadas en la vía pública. Fue, probablemente, el día más violento de la historia de la ciudad de Santa Fe: al mediodía murió un adolescente de 14 años en barrio Guadalupe Oeste; luego fue el turno de un policía en Santo Tomé; antes de las 17 asesinaron al hermanastro de la primera víctima de la jornada; y finalmente mataron a un joven de 24 detrás de la cárcel de Las Flores. También murió un cabo de la Policía Federal, quien recibió disparos de armas de fuego y 11 puñaladas en la espalda.

Aquella teoría de que la ciudad de Santa Fe encabezaba índices de homicidios a nivel nacional porque sus vecinos resolvían conflictos menores de manera violenta, parece haber quedado sepultada por las evidencias que reflejan otra realidad.

De hecho, ya nadie puede decir que se trata de simples vecinos enfrentados. Son, en todos los casos, integrantes de bandas identificadas, peligrosos delincuentes armados y dispuestos a matar en todo momento y en cada esquina.

Tienen sus propios códigos, sus propias leyes. Se muestran a cara descubierta, armados, amenazantes.

No sólo lo hacen en la vía pública, sino también a través de las redes sociales. Cualquier persona que ingrese, por ejemplo, a Facebook podrá encontrarse con páginas de las distintas bandas en pugna o sitios personales donde los asesinos exponen sus armamentos y se desafían públicamente.

Muchos son apenas adolescentes que, amenazantes, exhiben armas de guerra. Por lo general, se muestran vinculados con las barras de algunos de los dos clubes de fútbol más populares de la ciudad.

Si bien puede resultar apresurado sacar conclusiones terminantes, da la sensación de que esta escalada de violencia extrema de los últimos días, se ha convertido en una espiral de muertes que se retroalimenta.

A cada fusilamiento, sobreviene una venganza. Nadie sabe a ciencia cierta en qué momento se detendrá esta espiral de locura.

El lunes, cinco personas fueron literalmente ejecutadas en la vía pública. Fue, probablemente, el día más violento de la historia de la ciudad de Santa Fe.