El lugar de la crítica

Coeditada por la UNL y la Provincia, acaba de publicarse “Mesa de novedades”, de Diego Colomba, crítico y poeta que obtuvo con este libro el Premio Provincial de Ensayo Juan Álvarez. De la introducción transcribimos aquí el último apartado.

Por Diego Colomba

A simple vista, las aristas críticas del periodismo cultural parecen muy pulidas en los días que corren. Suele leerse o escucharse a quienes añoran el espesor polémico de otras etapas de nuestra historia cultural, menos publicitarias que las actuales. Yo creo que el problema de cierta anemia crítica o polémica de las lecturas está más allá de las decisiones personales. De todos modos, aunque a veces se extrañe un poco la confrontación de ideas o valoraciones, cuando éstas se dan no siempre resultan muy interesantes. Como si les faltara suelo fértil donde germinar. Seguramente esto tiene que ver con el profundo cambio cultural de los últimos años y el problema del valor en relación con una permanente desjerarquización de lenguajes, géneros, obras y autores. Pero también con el lugar desde donde algo se enuncia.

Según mi visión, la reseña goza de cierta ligereza, y no se le puede exigir la exhaustividad indagatoria ni el rigor crítico (ejercicio de la negatividad) del texto académico (tesis, ensayo crítico, ponencia, informe, paper o incluso reseña bibliográfica para revista con referato). Se diferencia además de manera abismal en su efectismo, que lo emparienta más con el cuento que con la crítica académica.

Y una vuelta más sobre ésta última: la reseña, tal como la entiendo, se alimenta de la información, hipótesis, argumentos de la crítica académica, y los pone en escena, los dramatiza, teatralmente, a través de la voz del reseñista, como sucede con los aportes de la literatura dentro de la canción popular.

En algún sentido, “mesa de novedades” supone esa superficialidad, esa fragilidad del presente, de lo novedoso que pronto dejará de serlo. La reseña parece llevar consigo su acta de defunción. El presente libro sería un humilde intento por probar que se puede minar a veces esa propensión del género a la caducidad.

Recientemente, Nicolás Doffo me envió por mail una encuesta que preparó junto con Julieta Tonello e incluía la siguiente pregunta: “¿Cuáles son los autores/libros que te parecen más sobrevalorados y cuáles los menos valorados?”. A la que respondí como reseñista, y no como crítico académico -para quien sería una pregunta muy pertinente-: “No me interesa el asunto: que cada cual valore en exceso lo que quiera. Tampoco me interesa hacer justicia con los ignorados o mal leídos. Lo hará o no el paso del tiempo. Como saben, administro el sitio de prensa virtual Letracosmos; podría ser atacado, desde un punto de vista ajeno al medio, como un permanente sobrevalorador”. Que haya dos textos sobre Estela Figueroa en este libro no responde a un deseo de desagraviarla en el campo literario nacional: me gusta cómo escribe, me interesa y por eso me dedico a sus textos.

En general, el reseñista tiene la posibilidad de no escribir si un libro le resulta muy malo o poco interesante. Por eso, en parte, hay pocas críticas negativas en el libro. La lista de obras y autores tratados prueba la heterogeneidad de géneros, temas, recursos y lugares enunciativos que se practicaron en los últimos tiempos. Este corpus sin duda se moldeó bajo el influjo de los editores, quienes han propuesto esos textos y autores en algún momento, por sus razones particulares (gusto, interés, intercambio de favores, obligación, etc.) y fueron -lo advertí retrospectivamente- muy permeables al trabajo con los sellos independientes de nuestro país, que en los últimos años propiciaron la aparición de muy buena literatura.