editorial

  • La ofensiva de signo chiita sobre Irak ha logrado algo impensable en las dos últimas décadas: el acercamiento entre los clérigos islámicos de Irán y el gobierno de EE.UU.

El fanatismo crece en Medio Oriente

Exageraciones o no, lo cierto es que la información que circula en estos días asegura que los rebeldes jihadistas están a la puerta de Bagdad, capital de Irak, gobernada por políticos identificados con la corriente islámica chiita. El responsable de este nuevo protagonismo del terror en la región es el denominado Estado Islámico en Irán y Levante (Eiil), una escisión de Al Qaeda liderada por Abual Baka al- Baghdadi. El Eiil se propone objetivos tanto o más ambiciosos que Al Qaeda y, a juzgar por sus resultados en Siria e Irak y al entusiasmo que despierta entre voluntarios jihadistas, tan mal no le va hasta el momento.

Lo interesante es que el Eiil es financiado por Arabia Saudita y algunos emiratos, algo que llama la atención no porque estas monarquías absolutistas no sean capaces de hacerlo, sino porque son al mismo tiempo -negocios del petróleo mediante- los aliados más firmes de los Estados Unidos de Norteamérica en la región. No concluyen allí las paradojas. La ofensiva de signo chiita ha logrado algo impensable en las dos últimas décadas: el acercamiento entre los clérigos islámicos de Irán y el gobierno de EE.UU., todos atemorizados por ese rebrote feroz del integrismo de matriz sunnita. Por último, lo sucedido abre un sugestivo interrogante en Occidente respecto de la política a alentar contra el régimen sirio de Assad, ya que cada vez es más evidente que el actual gobierno sirio es el mal menor en una región donde el fanatismo religioso se disimula bajo el disfraz y la consigna de “soldados de la libertad”.

Lo cierto es que el Eiil se define como una poderosa e implacable internacional islámica que tortura y asesina sin piedad a sus víctimas en nombre de Alá. En Siria, cristianos e islámicos chiitas ya han padecido sus salvajadas y algo parecido está ocurriendo en estas semanas en Irak. En principio, dos ciudades importantes -como Mosul y Falaya- ya están controladas militarmente, como en su momento lo hicieron con Tikrit. Los operativos militares van acompañados con masacres en masa, masacres de las que se enorgullecen porque todo se hace en honor de Alá.

En esta región acosada y atormentada por la violencia y el fanatismo, nada es casual. Los EE.UU. invadieron en su momento Irak con el inconfesado propósito de controlar el petróleo y el manifiesto argumento de ponerle punto final al fascismo encarnado por Saddam Hussein. Diez años después la violencia rebrota con más intensidad, en este caso de la mano de grupos que transforman a la ya disminuida Al Qaeda en una tibia facción.

Las estrategias para neutralizar esta nueva amenaza aún no se conocen. La administración de Obama, que impulsó el retiro de las tropas norteamericanas de Irak, ahora vacila ante escenarios confusos y conflictivos en los que la tragedia humana muestra su peor rostro.

Conclusión: el terror tiene otro nombre y se llama Eiil. Su programa político es fundamentalista como el de sus antecesores, pero los nuevos cruzados han sumado una mayor voluntad de poder y una decisión militar novedosa. A la vez, el financiamiento de Arabia Saudita se mantiene; por lo tanto, la pregunta que se impone es hasta cuándo Occidente consentirá el comportamiento de quienes aportan fondos para la operatividad del terrorismo mundial mientras proclaman sus simpatías hacia quienes en definitiva terminan siendo sus víctimas indirectas.

La administración de Obama, que impulsó el retiro de las tropas norteamericanas de Irak, ahora vacila ante escenarios confusos y conflictivos en los que la tragedia humana muestra su peor rostro.