Mundial Andando, vivir el sueño

Mundial Andando, vivir el sueño

Un proyecto que nació en enero de 2012 y empezó a tomar forma en abril del año pasado se hizo realidad el 7 de junio cuando “El León”, un colectivo adaptado por un grupo de amigos como motorhome, partió de Paraná con rumbo a Brasil. Este es un relato escrito el 22 de junio, después del triunfo de Argentina ante Irán y casi podría decirse que a mitad de camino, con la clasificación a octavos ya asegurada y con el sueño de volver al Maracaná para ver cómo Messi levanta la copa.

 

TEXTOS Y FOTOS. JUAN MARTÍN ALFIERI

¿Viste cuando cumplís un sueño? Bueno, así. Lo que hemos vivido a partir del proceso de transformación de un viejo colectivo en un hogar sobre ruedas para disfrutar el Mundial de Fútbol que se está disputando en Brasil ha sido una experiencia extraordinaria.

En esencia, somos un grupo de amigos paranaenses que tomamos la decisión de hacernos cargo de un sueño que nació en enero de 2012, que se gestó a lo largo de todo ese año, que tomó forma a partir de abril de 2013 y que comenzó a ser realidad a partir del pasado 7 de junio, cuando dejamos la capital entrerriana para viajar al país de los cariocas, gauchos, bahianos y mineiros.

SINERGIAS INTENSAS

Un año, un mes y una semana es el tiempo justo que pasó desde que comenzamos la metamorfosis de colectivo en motorhome hasta que partimos hacia Brasil. Fue el sábado 7 de junio desde la Plaza “1º de Mayo” de Paraná. Amigos, novias, familiares y vecinos que hasta ese día desconocíamos se acercaron para darnos un abrazo y hacernos vivir un momento emocionante. Hasta Guillermo Cóppola, padrino del proyecto, se dio una vuelta. Así, emprendimos la aventura rutera cargados con la genuina energía de ese afecto altruista. Zarpamos con lágrimas en los ojos. Nos llevó kilómetros bajar un poco a tierra, reponernos de lo que vivimos.

Fueron cuatro días de viaje en los que recorrimos más de 3000 kilómetros. Lo tomamos con calma. Hicimos la travesía sólo con luz de sol y parando a descansar en estaciones de servicio acondicionadas. Paso de los Libres, Uruguayana, Porto Alegre, Curitiba, Osorio, San Pablo y, finalmente, Río de Janeiro fueron los puntos importantes de la hoja de ruta.

Y qué bienvenida tuvimos en Río. En las calles, todos vibrando en la misma sintonía. Bocinazos, gritos de aliento, piel de gallina, ritmo carioca y mucha fiesta. Si hasta nos paró la gente de la Municipalidad para sacarse una foto con El León -nombre que le dimos al cole-. Se respiraba Mundial. Se sentía el latir del lado B de la meca futbolera.

LA CIUDAD INABARCABLE

Río de Janeiro es una ciudad tan maravillosa como inabarcable. Inmensa, demanda horas de transporte público para conectar puntos turísticos. En nuestro caso, tiramos el ancla en Villa Morena, un bello predio ubicado en el barrio de Recreio dos Bandeirantes, a 45 kilómetros de Copacabana. Sí, 45, y no estábamos “lejos” de acuerdo a las costumbres del lugar. No importa cuántos días estés en Río, jamás podrás disfrutarla a pleno. Hay tanto por ver, tanto por recorrer, tantos secretos por descubrir que el tiempo nunca alcanza. Desde las postales que regalan El Corcovado y el Pan de Azúcar, pasando por el descanso en las playas hasta la propuesta de turismo cultural y la variopinta vida nocturna en lugares como Lapa y Pedra do Sal, todo en esta ciudad enamora.

Arribamos el martes 10 y nos quedamos hasta el jueves 19 de junio viviendo intensamente la movida mundialista que encontró su epicentro en la Fifa Fan Fest, emplazada en el corazón de Copacabana con propuestas que combinan conciertos de artistas de renombre con la proyección de todos los partidos en pantalla gigante. Ahí fue donde vivimos la inauguración de la Copa, con la consiguiente desesperación por conseguir entradas para el debut argentino.

Dos cosas extraordinarias sucedieron el sábado 14. La primera tuvo que ver con el banderazo argentino en Copacabana. Más allá de la histórica juntada en la que el grito sagrado se hizo oír con fuerza, lo que vivimos en nuestro viaje hacia el punto de encuentro fue asombroso. A medida que desandábamos en El León los 45 kilómetros que nos separaban del lugar, comenzó a generarse una caravana de la que éramos vanguardia. Cientos de argentinos, primero en vehículos y luego a pie, se sumaron a nuestra procesión y marcharon al compás de Mundial Andando mientras nosotros, exultantes, saltábamos en el techo del cole. La segunda fue aún más intensa: sin esperarlo, de la nada, aparecieron las entradas para que los once vayamos al Maracaná a ver el primer partido de la selección. Fue un gesto generoso de Schneider, empresa que nos viene dando una gran mano desde diciembre del año pasado para construir este sueño. Hasta ese momento, todo estaba en el plano del inalcanzable deseo. Casi resignados, sólo podíamos esperar un milagro. Y así fue. Estremecidos por la puerta que se abrió, esa noche no pudimos dormir. Con la ansiedad dominando la escena, marchamos al mítico estadio para vivir la experiencia tribunera de nuestras vidas. Entramos con lágrimas en los ojos, nos desgarramos la garganta cantando el himno, nos exprimimos el alma gritando el gol de Messi y nos estremecimos cuando el Maracaná se rindió a sus pies.

Fueron los primeros nueve días de esta aventura. Confiamos en volver a la ciudad inabarcable para abrazarla y hacernos sentir el 13 de julio.

VIVIR EL MUNDIAL

El León rumbeó hacia el corazón de Brasil para llegar a la segunda base en el derrotero mundialista: Belo Horizonte. La bonita y sinuosa ciudad mediterránea fue nuestra casa desde el jueves 19 hasta el lunes 23 de junio. Nos alojamos en la AssociaçÆo Atlética Bemge, un club social y deportivo que devino en camping para cientos de argentinos que hospedaron en carpas, casas rodantes y motorhomes. Fulbito con equipos improvisados, asados comunitarios y charlas cruzadas en las que todos demostramos ser expertos directores técnicos fueron cuadros cotidianos.

Emplazado en una de las zonas altas de la ciudad, Bemge está a 10 minutos -caminando- del Mineirao. Haciendo base allí, nos movimos estratégicamente para conocer los puntos más atractivos entre los que se destacan Savassi, donde se respira la cultura nocturna mineira, y Plaza del Papa, espacio que se alza más de 850 metros sobre el nivel del mar para regalar una postal imponente de la ciudad. También nos movilizamos en El León hasta Cidade do Galo, con la ilusa intención de ver a los jugadores. Lejos de eso, volvió a relucir el color del lado B del Mundial: la gente apasionada haciendo vibrar las calles, haciéndose sentir, rancheando por ahí, copando Brasil.

El sábado 21, previa tempranera mediante, enfilamos al estadio en el que horas más tarde, en plena siesta, Messi demostró quién es. Las calles, como un mar celeste y blanco, fueron pobladas por miles de argentinos. Por nuestra parte, encaramos hacia el predio del Mineirao con la renovada esperanza de conseguir entradas a buen precio. Hubo fortuna, a medias. La mitad pudo entrar, la mitad no. Cinco vimos el partido contra Irán desperdigados en las tribunas, seis lo palpitaron en mesas de bares en las inmediaciones. Al igual que con Bosnia, el juego era aburrido y el show estaba en las tribunas. Ante el apático trámite, el murmullo comenzó a hacerse sentir. El equipo no aparecía y sólo Messi podía hacer algo diferente. Y así fue. Lo hizo contra Irán, ¿y qué? Ese gol hizo estallar al estadio y todos nos abrazamos y gritamos y lloramos. Explotamos en mil pedazos para hacernos uno con la masa. Más de media hora tardamos en dejar de cantar, pero las revoluciones seguían al palo. Todo el esfuerzo que demandó estar ahí valió la pena tan sólo por esos cinco segundos de inspiración del mejor jugador de estos tiempos. Al menos hasta ahora, él es nuestro único héroe en este lío.

ANDANDO VAMOS

Un mes antes de partir, cuando trazamos la hoja de ruta que seguiríamos, tuvimos que tomar una decisión fulera. Por los más de 2000 kilómetros que la separa de Belo Horizonte y por el poco tiempo entre los partidos de Irán y Nigeria, resignamos ir a Porto Alegre. Fue una determinación dura pero necesaria para no forzar la máquina ni tentar la suerte. El camino alternativo esbozado basa su esencia en andar, degustando paisajes, por rutas costeras que vayan uniendo, poco a poco, Vitoria con San Pablo. Días de descanso, playa y mar anhelando llegar a la ciudad más poblada de América del Sur para vivir los octavos de final del seleccionado que lidera Messi. De allí, el itinerario soñado será festejar el triunfo en los cuartos que se jueguen en Brasilia para regresar a San Pablo, ganar nuevamente y volver a Río de Janeiro para desgarrarnos las gargantas, las tripas y el corazón celebrando en el Maracaná mientras Lio levanta la copa. Soñar es gratis, ¿no?

De esta manera vamos tejiendo nuestra vida en Brasil, país que nos ha cobijado de la mejor manera. Andando, vamos escribiendo nuevas hojas de esta experiencia imborrable. Cada día despertamos en El León con ilusiones renovadas, buscando forjar un viaje diferente. Esto es emoción en estado puro. Esto es un sueño hecho realidad. Esto es Mundial Andando.

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CONTACTOS

www.mundialandando.com

MundialAndando @MundialAndando

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Guillermo Cóppola, padrino del proyecto, visitó al grupo.

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Banderazo argentino en Copacabana.

Mundial Andando, vivir el sueño
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En tierra carioca y con el sueño en marcha.

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Un descanso para “El León”, rumbo a Belo Horizonte.