Entrevista

Grobocopatel: “Más importante que el precio es tener la soja”

El empresario analizó con El Litoral la realidad del sector agroexportador. Pidió terminar con la incertidumbre económica y financiera actual.

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El titular de Los Grobos estuvo en Santa Fe y disertó en el Centro de Convenciones Estación Belgrano. Foto: Guillermo Di Salvatore

 

José E. Bordón

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El presidente del grupo Los Grobos, Gustavo Grobocopatel, consideró que en la relación con el agro el gobierno nacional “ha hecho muchas cosas pero también ha cometido muchos errores”, por lo que estimó que “hay muchísimas cosas para corregir”.

Grobocopatel, quien disertó en esta capital en el marco de las jornadas sobre Nueva Agroindustria y Transformación Territorial, la opción estratégica para competir en el mundo, que organizó la Secretaría de Producción del Gobierno de la Ciudad, visitó esta redacción. Durante la entrevista no sólo analizó la realidad sectorial. Ante consultas sobre la posición argentina ante los acreedores externos, dijo: “Tendríamos que tener la mejor gente para negociar de la mejor forma. No es cuestión de voluntad sino de capacidad técnica. Confío en que el gobierno la tenga”, subrayó.

—El último informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires estimó que la cosecha de soja cerraría finalmente en 55,5 millones de toneladas. ¿Qué significa esa cifra?

—La pregunta es buena porque en general lo que todos consultan es sobre el precio y mucho más importante que el precio es tener soja. Puede valer mucho pero si no la tenés no tiene impacto. Esa cifra significa una cifra récord, pero en general lo que hay que mirar es el portafolio general de la agricultura en la Argentina. Es una agricultura que está, desde hace 5 años, alrededor de los 100 millones de toneladas. A veces la sequía la pone por debajo, otras el buen clima la eleva. La realidad es que el vaso se puede mirar de dos maneras: medio lleno o medio vacío. En el primero podemos decir que estamos en un valor récord de producción; en el segundo, que si seguíamos con el ritmo de crecimiento que veníamos teniendo hasta el 2008/9, ahora deberíamos estar en 140 millones de toneladas. Y probablemente eso habría resuelto muchos problemas del frente externo que hoy tenemos.

—¿Qué decisiones faltaron?

—Creo que se han hecho muchas cosas y que también se han cometido muchos errores. El gobierno no pudo o no supo cómo resolverlos y que en este momento estamos perdiendo tiempo, inclusive frente a nuestros competidores internacionales, como son los casos de la carne, leche, trigo, maíz, girasol. En este último cultivo, donde éramos líderes mundiales, estamos perdiendo ese liderazgo.

—Eso significa que hay cosas por cambiar...

—Hay muchísimas cosas para corregir y que se pueden corregir rápido. No estamos hablando de problemas de infraestructura ni de capital humano, que tardan años en resolverse. Éstas son cuestiones que se resuelven con la firma de un decreto en un minuto. De ahí, la esperanza que tenemos.

—Por qué el gobierno no mira lo suficiente al campo?

—Si uno mirara desde afuera lo que está pasando en la Argentina, diría que el gobierno hace políticas públicas a favor del productor norteamericano. Como uno conoce las cuestiones culturales del país, sabe que quizá esta falta de corrección se deba más a cuestiones de ideas que no cambian, con prejuicios. También puede ser que no saben, que no tienen ganas, no les importe. Cualquiera es posible. Creo que cuanto antes se corrija eso será mejor. Esperemos que lo haga este gobierno. Sostengo que los gobiernos que cometen errores deben ser los que los corrijan, porque frente a la sociedad queda abierta la idea de que fue un error, se equivocaron, aprendieron y lo subsanaron.

—¿Cómo ve a Santa Fe?

—El mapa nos advierte que es el corazón de la zona centro, que es donde esta revolución verde e industrial verde debería tener el epicentro. Santa Fe debería ser la Liverpool de la nueva revolución verde. Hay mucho por hacer en infraestructura, capital humano, en desarrollo de emprendedores, en la integración de la región con el mundo, en el aumento del alargamiento de las cadenas de valor, que incluya más mano de obra. Hay un montón de tareas.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

—El problema que hoy tenemos no es qué hacer. Creo que en eso, hay un consenso multisectorial. El problema es cómo hacerlo.

—¿Lo del biocombustible ayuda?

—El desarrollo de la cadena de procesamiento de aceite para biocombustibles es lógica. Argentina es líder mundial en la producción y exportación de aceites. El aceite es un subproducto de la soja, el principal es la harina proteica. El aceite lo crearon para no tirarlo. En lugar de volcar esa cantidad de aceite al mercado, deprimir el precio, que era algo que nos iba a volver en contra por nuestro liderazgo global, transformar una parte en biocombustible es una decisión estratégica, estructural muy buena para defender el precio de un producto argentino. Cuando el gobierno generó esta cantidad de incentivos para que esto ocurra, más allá de la opinión de si fueron excesivos o no, era una política de Estado muy clara, muy inteligente. Cuando el gobierno, de un día para otro lo desactivó, además de ser un acto casi criminal con los pequeños inversores, es algo inentendible. El gobierno se dio cuenta de esto y está tratando de reacomodarlo, pero el daño que ya se hizo es muy grande.

—¿Cómo vive su sector esta incertidumbre económico/financiera?

—Estamos es un período de transición, no sólo en nuestro sector sino en todos. Todas las semanas hay novedades. Suelo decir que es más fácil saber qué va a ocurrir (en la Argentina) dentro de 30 años que en los próximos 3 meses. Tratamos de gestionar las empresas, los negocios, las cadenas de valor, de manera que haya la menor volatilidad posible, bregando para que el proceso de transición del gobierno sea lo más feliz posible, con menos daños y si es factible con las correcciones que haya que hacer y que sean implementadas cuanto antes. El tiempo no es neutro. Cuanto antes se hagan, más beneficios vamos a tener todos.

—¿Tiempo hay?

—Siempre hay tiempo, claro que uno puede seguir perdiéndolo. Lo único que no se pueden evitar son las consecuencias. Eso tiene impacto sobre la creación de bienestar, sobre el progreso, sobre la inclusión, sobre la competitividad, la sustentabilidad...

—¿El cambio de actitud frente a los bonistas, es positivo?

—No soy un experto en estas cuestiones por lo tanto no estoy capacitado para decir si técnicamente está bien o está mal. Me da la impresión de que estamos negociando con gente que es muy experta, que funciona dentro de un determinado sistema, determinadas reglas y que nosotros tendríamos que tener la mejor gente para negociar de la mejor forma. No es cuestión de voluntad sino de capacidad técnica. Confío que el gobierno la tenga.