Monstruos que no se olvidan

“El mundo en peligro” de Gordon Douglas y “El mostruo de la Laguna Negra” de Jack Arnold permanecen, sesenta años después, como piezas artesanales propias de una época clave en la evolución del género.

TEXTO. JUAN IGNACIO NOVAK ([email protected]). FOTO. ARCHIVO EL LITORAL.

Monstruos que no se olvidan
 

Después de que la bomba de Hiroshima marcó el horroroso epílogo a la Segunda Guerra Mundial, miedos nuevos y angustias diversas sitiaron a la humanidad. Desde entonces, la destrucción del mundo ya no era solo el desvelo de algún creador de pequeñas piezas de ciencia ficción en revistas baratas. Era una posibilidad concreta, real e inquietante que, como demostraría algunos años más tarde Stanley Kubrick en su brillante sátira “Doctor Insólito” (1964), podía estar en manos de personas no siempre suficientemente equilibradas y conscientes de su enorme poder y capacidad de destrucción.

Fue imposible para el cine, y para el norteamericano en particular, abstraerse de esta “atmósfera”. Y los años ‘50 fueron pródigos en películas de ciencia ficción (la inmensa mayoría de clase B, realizadas sobre la base de la menor utilización posible de recursos económicos) que reflejaron estos traumas colectivos, que obviamente convivían con muchísimos otros, también reconocidos hoy, en retrospectiva, como auténticos síntomas de época (de la paranoia generada por la Guerra Fría) pero que resulta imposible profundizar dentro de los estrechos parámetros de estas líneas.

De hecho, la vertiente más fecunda dentro del género fue justamente aquella que aventuró, siempre bajo la clásica premisa perpetuada por Alfred Hitchcock, que el cine es un espacio lleno de butacas que “hay que saber llenar”, sobre los posibles efectos que los experimentos radiactivos podían llegar a ejercer sobre la naturaleza: desde destruirla hasta provocar cambios calamitosos para el futuro de los seres humanos. Fue el tiempo de filmes como “Tarántula” (1955, Jack Arnold), “El increíble hombre menguante” (1957, también de Arnold) y “La hora final” (1959, Stanley Kramer), entre muchos otros.

SEXAGENARIAS

En junio se cumplieron 60 años desde el arribo a las salas de cine de “El mundo en peligro” (Them!, 1954) una joya que, a diferencia de muchísimos productos de la misma época y las mismas condiciones, logró sobrevivir al paso del tiempo. La trama es especialmente ilustrativa de lo que marcábamos anteriormente: una serie de pruebas atómicas provoca mutaciones en hormigas, que se convierten en temibles monstruos que amenazan a las grandes ciudades de Estados Unidos. Con un estilo definido, marcó pautas que tuvieron luego otras variantes de la misma idea central, como “Tarántula” (1955).

El filme está protagonizado por James Whitmore (quien realizó una interpretación inolvidable ya en el otoño de su carrera, en “Sueño de libertad”, de 1994), Edmund Gwenn, famoso por ganar un Oscar por su interpretación de Papa Noel en “Miracle on 34th Street” (1947) y como dato de color para cinéfilos, por un jovencito Leonard Nimoy, que interpreta a un soldado veinteañero mucho antes de encarnar al Dr. Spock y ganarse un lugar definitivo en el universo de “Star Trek”. Fue dirigido por Gordon Douglas, un prolífico artesano del celuloide que indagó en prácticamente todos los géneros, sobre todo el western, sin ser hoy demasiado recordado más que por sus hormigas gigantes.

El otro filme que llegó a los sesenta, y cuyo arribo a los cines argentinos fue justamente junio del ‘54, es “El monstruo de la Laguna Negra”, dirigida por un gran maestro de estas artes como fue Jack Arnold. Si bien no está relacionado directamente con “Them!” (la criatura no es una derivación de las radiaciones) implica un reflejo del mismo malestar. En este caso, un grupo científico explora el Amazonas y se topa con un extraño ser que habita un pantano en medio de la espesura, en un argumento que parece remanido pero en su momento constituyó un logro de ambientación y creatividad en el desarrollo de efectos especiales. Entre quienes vieron la película, muy pocos recuerdan a los actores, Julie Adams y Richard Carlson entre otros. Pero no creo que hayan olvidado a aquel ser anfibio que, a la manera de los grandes monstruos de la historia del cine, acecha a la bella de la película y mantiene en vilo al público.

SOBREVIVIENTES

Como le dijo Sam a Ilsa en “Casablanca”, mucha agua pasó bajo el puente. La ciencia ficción vivió en las décadas posteriores numerosos vaivenes y transformaciones profundas que la llevaron hacia diversos terrenos con resultados variadísimos, con altísimos jalones como “2001, Odisea del Espacio” de Stanley Kubrick, “Blade Runner” de Ridley Scott o hasta “Terminator” de James Cameron.

Pero aquellos filmes artesanales, plenos de inventiva y sobre todo de pasión y amor al arte (como Tim Burton pone de manifiesto en la maravillosa “Ed Wood” de 1994, donde Johnny Depp encarna con maestría a uno de aquellos entusiastas deirectores de cine de clase B de los ‘50) perviven como referencias ineludibles.