Sobre la distancia hasta el baño

Puede parecer escatológico (niñitos y mayores tienen etapas marcadas en esta materia: materia sola, sin agregado escatológico alguno) pero es funcional, estrictamente. El bienestar, en invierno al menos, puede estar directamente ligado a la distancia que hay entre el dormitorio y el baño. Parece también que debo esforzarme en esta nota. Pero sale rapidito...

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

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¡Los dioses te concedan, mortal, un baño cerca en invierno! El principío, formulado tiempo ha por Empédocles, tiene plena vigencia en la actualidad con un crudo invierno (frase hecha si las hay: nunca escuché de uno bien cocido): jodido tener el baño lejos. A ver: uno se acuesta y toma temperatura en su cama, una suerte de cubil, un vientre materno, con toda la metáfora de la protección, el calor y el abrigo versus la dura intemperie, lo desconocido, la aventura...

Ir al baño cuando uno ya está en la cama representa toda una aventura, requiere de altas dosis de valor, de coraje, de incontinencia.

Alguno puede explicar (hablemos sin saber) que en invierno nos dan ganas de ir al baño más seguido. No lo sé. En cambio, sé que las ganas de ir al baño, solapadas, levantiscas, progresivas, son los como los bostezos o los estornudos: si empiezan a formularse, se formulan, se ejecutan, crecen, suceden. Si te vienen ganas de ir al baño, sonaste (con o sin sonido): no hay retroceso, no hay inhibición. Es una bala que ya fue percutada y que sale del caño, perdonen la metáfora.

Dicen también (hablemos sin saber) que retener es malo para la salud. Porque uno en esos casos, recibe primero la jodida notificación interna, media y profunda: ahí aparece la sensación de las ganas de ir al baño. Y uno empieza a hacer funcionar sus sensores: ¿serán de verdad ganas de ir al baño? ¿Ese pequeño, ínfimo escozor, ese telegramita de morondanga, es de verdad ya una incontenible ganas de pishear o un skatós (nada que ver con skate, aunque puede proponer el mismo vértigo y la misma velocidad) auténtico?

Uno puede arrugar, puede ponerse en posición fetal, puede hasta poner las manos como si estuviera en una barrera ante un tiro libre de potencia; el resultado es el mismo: progresión, consolidación del mensaje inicial, ratificación del telegrama, esta vez colacionado (relacionado con la cola) y con aviso de retorno.

Hay que ir al baño, nomás, carajo.

Ante esa emergencia, hay tipos felices que tienen el baño exactamente al lado del dormitorio, con lo cual el desprendimiento de la cama (un parto, literalmente), el trámite en cuestión y el retorno, es rápido y casi indoloro.

En cambio, otros, como quien suscribe, deben atravesar la larga estepa del living, la cocina y llegar por fin al retirado trono, allá lejos, en la helada tundra. Hay por lo menos dos opciones: la rapidita, infantería ligera, que nos hace ir corriendo así nomás, como vinimos al mundo. Volar hacia el baño sin chocar nada, deponer las armas, volver derrotado y zambullirse nuevamente hasta recobrar el calor y el bienestar perdidos.

O, infantería pesada, hoplita, ser más meticuloso, calzarnos las pantuflas, ponernos un pantalón o algo abajo, y proteger petos (sin alusión alguna) y espaldares con lo que encontremos. Algunos refuerzan la armadura con gorro-yelmo y con prendas extras. Algunos cruzan súbitos y diarreicos por su casa, niños envueltos con frazadas, kimonos improvisados que no hay que pisar en el atolondrado ir hacia la consumación del propio destino.

En el campo, era más complicado por un lado (el fondo estaba en el fondo: eso implicaba salir al sereno con la fría helada a la vista) y más fácil por el otro: se usaban pelelas, que tenían el equívoco nombre de escupideras.

Y nos vamos yendo. Esta nota fue un suspiro, una exhalación. Fue duro al principio pero la verdad ya me siento reconfortado, descargado, livianito, nuevamente calentito, en la cama. El viejo mito de la caverna, de Platón, que suena parecido al plato grande o palangana enlozada que el nono tenía a mano en el dormitorio. Sabios, los antiguos...