llegan cartas

Al rescate de lo genuino

HUGO LUIS BONOMO

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Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día, y, a raíz de ello, se homenajea la palabra, ésa que cada vez tiene menos respaldo como representación de valores y de actos concretos, y que es modificada y dimensionada por la frivolidad de los hombres. En principio, no vamos a analizar el peso de la palabra como compromiso real de quien la usa, porque tendríamos que recurrir a balanzas atómicas y se opacaría una tradición de los últimos años, más afianzada cada día, que nos identifica en todo el mundo como el país de la sanata. Vamos a mirar sólo lo fidedigno del lenguaje. Events es un término muy usado por los norteamericanos para referirse a cualquier tipo de acontecimiento, fundamentalmente deportivo. En nuestro país, los periodistas deportivos, afectos a inventar términos novedosos que impacten y los posicionen ante los futboleros, lo copiaron y comenzaron a usar “evento” para cualquier espectáculo deportivo realizado o programado. En realidad, “evento” comunica algo eventual, imprevisto, azaroso, incierto, que no se puede prever. Un accidente, un cataclismo. Sin embargo, en nuestro país los eventos se programan y anuncian prolijamente con mucha antelación.

¿Qué hace la RAE globalizada? Lo incorpora al lenguaje argentino bastardo que propuso el modernismo superficial. Ya sé, me van a decir: ¡qué cavernícola, se opone a la modernización del lenguaje vivo que se enriquece día a día! ¿Sí?, entonces cuando yo quiera definir algo eventual ¿qué digo? En realidad, he perdido, me robaron una palabra. Y lo mismo, salvando las distancias, pasa con la palabra “pelotudo”, tan específica, que defendió Fontanarrosa, y que ahora la RAE se ha encargado de desvirtuarla, convirtiéndola en tonto. Otra, “quilombo”, como desorden o lío, etc. Y en los etc., y en recuerdo de Fontanarrosa, ahora los técnicos no hacen entrar un equipo a la cancha: los paran. Los clásicos son derby. Hay comunicadores que dicen “data”, “info” y otros términos que bastardean nuestra lengua. Así vamos cambiando nuestras palabras, nuestro lenguaje, tal como lo vamos escuchando, como lo inventan los adolescentes, como la tele nos va enseñando, como los medios nos van diciendo, sin detenernos a pensar en la esencia, en lo genuino, en la pureza de algunos significados que son inmodificables, atemporales y trascienden los caprichos e intereses de la frivolidad. Para colmo, la mayoría son extranjerizantes. ¿Es una tontería? No, porque las palabras deben ser el reflejo de nuestras acciones, y al no darle importancia al real significado de las mismas, entramos a confundir la validez y correspondencia de los actos que comunicamos. El tema es que cada vez aceptamos y adoptamos más cosas que nos caen de cualquier lado, sin detenernos a pensar, o importarnos, si éstas realmente nos enriquecen como personas. Para concluir, cito unas palabras de Oscar Wilde: “La moralidad moderna consiste en aceptar el modelo de una época. Considero que para cualquier hombre culto, aceptar el modelo de su época es el modelo más grande de la inmoralidad”.