Última generación

Las vacunas del futuro

Prensa UNL - El Litoral

Las vacunas son aún la estrategia médica que más vidas salva en el mundo, pero hay varias cosas que cambiaron desde que hace un siglo se conoció la función de los anticuerpos.

“En los últimos 20 años, el desarrollo de la biología en general y de inmunología en particular fue exponencial y hoy se conocen con detalle muchos mecanismos que le permiten a nuestro organismo defenderse contra las infecciones”, explica Iván Marcipar, docente de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (Fbcb) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) e investigador del Conicet, quien se encuentra trabajando en el desarrollo de un prototipo de vacuna para el control del mal de Chagas en el Laboratorio de Tecnología Inmunológica de la Fbcb. “La secuenciación del genoma humano y de ciertos microorganismos, y el desarrollo de todo tipo de herramientas que permiten la manipulación genética, son conocimientos que pueden ser usados para idear vacunas en forma racional, logrando desarrollos que de otro modo ni siquiera se nos ocurrirían”, agrega.

Desde microorganismos atenuados a la ingeniería genética

Las vacunas son sustancias formadas por un microorganismo atenuado o muerto (o fracciones del mismo) denominado antígeno, capaz de producir una respuesta inmune frente a dicho microorganismo virulento, llamado patógeno.

La investigación de Luis Pasteur a fines del siglo XIX avanzó en la inoculación de microorganismos atenuados para generar anticuerpos. “La idea que acompañaba los desarrollos en aquella época era que los microorganismos infecciosos, cuando se debilitan en su virulencia, pueden ser inoculados generando un efecto protectivo en la persona vacunada”, explica Marcipar, destacando que esas pruebas se hicieron ignorando cuestiones básicas, como la existencia de anticuerpos o el rol de los glóbulos blancos en todo el proceso de defensa inmunológica.

En el siglo XX el avance en el campo de las vacunas fue imparable. En pocos años se descubrió la existencia de los virus y se avanzó en el conocimiento de las reacciones de defensa inmunológica del organismo. En la década de 1940 se encontró la forma de cultivar virus sin usar animales, acelerando el desarrollo de vacunas. “Gracias a todos estos descubrimientos, durante la primera mitad del siglo XX ya se habían desarrollado vacunas contra muchas de las pandemias más importantes que hasta ese momento habían afectado a la humanidad”, explica el investigador.

“Sin embargo, muchos microorganismos y virus generan infecciones aún más complejas y no permiten vislumbrar todavía una vacuna. Así pasa, por ejemplo, con los parásitos como los que producen el Chagas, la leishmaniasis o el virus que produce el sida”.

Para ese tipo de enfermedades, que desafían las respuestas típicas del organismo, los investigadores están trabajando en lo que se denomina “vacunas de última generación”, que hacen uso de todo el menú de opciones tecnológicas que hoy existen.

Genes, algoritmos y ética

Hay quienes trabajan desde el campo de la biología sintética, es decir, generando en laboratorio la secuencia aminoacídica de los antígenos procedentes de patógenos, como en el caso de la Malaria; otros desarrollan esas proteínas antigénicas para incorporarlas a plantas u otros alimentos comestibles y evitar pasar por los vacunatorios; muchos otros aplican técnicas genéticas para modificar el ADN de los virus, bacterias o parásitos.

Una estrategia muy utilizada en la actualidad es hacer uso de la informática para desarrollar vacunas. Marcipar dice que para la mayoría de los microorganismos infecciosos se han secuenciado los genomas completos y depositado en bases de datos lo que permite, por ejemplo, buscar sólo aquellos genes que se expresan en superficie y que sean factibles de participar de la invasión de los microorganismos. “Usando de nuevo algoritmos bioinformáticos, se puede buscar entre esos genes sólo las fracciones de proteínas que generan una respuesta inmunológica en humanos y disponer de un número de moléculas reducidas para testear en el laboratorio”.

El investigador destaca que aun con la sofisticación de tecnologías disponibles y de la cantidad de investigadores que trabajan en el tema, no hay una aceleración correlativa en el desarrollo de las vacunas. Una de las principales falencias que aún existe para los desarrolladores de vacunas es que en muchos casos no se conocen todos los mecanismos que hacen que una vacuna sea efectiva.