Con sabor a buen teatro

Luchi Gaido y Vanina Monasterolo suben a escena, cada sábado, con “Cocinando con Elisa”. Aquí, un mano a mano con las dos actrices sobre la obra, pero también sobre el momento actual del teatro santafesino y el reconocimiento que recibe en todo el país

TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. MAURICIO GARÍN Y gentileza de producción.

Con sabor a buen teatro
 

La primera invitación, al ingresar a la sala de La treinta sesenta y ocho, es a ocupar, preferentemente, las sillas que están ubicadas en forma de círculo, justo ahí donde Nicole ya está desplegando sus exquisitos (quizá obsesivos) saberes en la cocina y donde Elisa corre y reza, reza y corre, y volverá a correr. Todo bajo una inquietante estructura colmada de cuchillos y en una tensa atmósfera que -aun con la carga dramática de la historia- se permitirá algunos momentos de humor.

En ese círculo transcurre “Cocinando con Elisa”, esta intensa obra de Lucía Laragione que, en esta adaptación, está dirigida por Edgardo Dib y protagonizada por Luchi Gaido (Nicole) y Vanina Monasterolo (Elisa).

Las dos actrices se conocen: Gaido protagonizó el “El jardín de los cerezos” de la que Monasterolo fue asistente de dirección; ambas codirigieron “¿Quienay?”. Y en esos cruces de roles que permite el teatro seguramente habrán coincidido en otros trabajos de gran calidad como los que recorren las salas santafesinas. Ésta es la primera vez que comparten escenario y también esta charla con Nosotros.

- ¿Cómo llegaron a la obra?

- Luchi: La obra llegó a mis manos hace mucho tiempo. La había leído y me resultó muy interesante. Cuando terminé de hacer “El jardín de los cerezos” me pregunté -como hacemos todos cuando finalizamos un trabajo- “¿Ahora qué voy a hacer?”. La volví a encontrar, la releí y me dieron ganas de trabajar y ahondar en esos personajes. De entrada sabía cuál iba a ser el mío: la mujer grande. Para la chica joven pensé en Vanina. Se lo propuse a Edgardo Dib, la invité a Vanina y aceptaron.

- Vanina: Tenía muchas ganas de actuar; en ese momento estaba dirigiendo pero lo mío es la actuación.

- L: Después de la primera charla con Edgardo le propusimos formalmente si quería trabajar con nosotras y lo contratamos.

- V: Fue un trabajo arduo que demandó ensayar 5 horas por día sin parar. Es lindo lo que se hizo, me parece que es un trabajo sólido y está hecho para que dure. Ahora queremos disfrutar la obra y mostrarla.

- L: En Santa Fe se hace todo tipo de teatro y de géneros, pero me interesó abordar este personaje porque tiene facetas que no son comunes y tienen que ver con la intriga: hasta último momento no se sabe qué va a pasar. Es un texto que tiene sorpresas, no es previsible. Desde la dramaturgia, los personajes están tratados con hondura, y desde la dirección están bárbaros porque Dib matiza esa hondura de los personajes, que en una primera lectura podrían ser terribles, con mucha humanidad: nadie es tan bueno ni tan malo y todos tienen una gran soledad. Aun la más malvada tiene su lado flaco y la más buena tiene su lado terrible.

- V: Se atraviesan emociones todo el tiempo y desde que empieza la obra hasta que termina no se sabe por dónde van a ir los personajes.

- ¿Cuánto tiempo les llevó preparar estos personajes?

- V: Empezamos en noviembre y ensayábamos 4 o 5 horas por día. Seguimos así hasta diciembre y retomamos en febrero y marzo con la parte más fuerte del ensayo. Edgardo dirige acá y en Buenos Aires, nosotras estábamos en otros proyectos y teníamos que armar la obra, así que fue un trabajo intensivo. Lo interesante es que todos los días nos encontrábamos a ensayar y trabajábamos en este vínculo como actrices, para conocernos más en lo actoral y lograr que los personajes vayan pincelándose con muchos colores. Y creo que lo logramos. En la obra hay un gran suspenso.

ESOS CUCHILLOS...

- ¿La escenografía les crea una impresión especial?

- V: A mí sí porque le temo a los cuchillos.

- L: Me crié en una carnicería así que estoy acostumbrada (risas). Lo que hacemos en ese ámbito que impresiona y donde el público se impresiona es tratar de aflojar al público desde el inicio: entonces, empiezo a juguetear con los cuchillos para que la gente se dé cuenta de que no se van a caer. Una cosa es que la obra tenga suspenso y el espectador sienta intriga y otra es que tengan miedo, porque en ese caso la pasa mal.

- La obra comenzó en la Marechal, ¿cambiar de sala las obligó a modificar algo de la puesta?

- L: Los ensayos empezaron en La treinta sesenta y ocho. En la Marechal, el espacio es más grande y al principio estaba un poco perdida. Nosotros trabajamos en un escenario que armamos como circular y el espacio escénico es, en realidad, chico. Pero en la Marechal, que es tan grande, tenía la sensación de estar en un océano aunque, una vez que empezamos, sentía la libertad de que si me iba un poquito no pasaba nada. En esta sala, el espacio se redujo y tuvimos que hacer pequeños corrimientos. Pero depende de cada espectáculo. A “El jardín de los cerezos” lo hicimos en otros lugares, por ejemplo en Córdoba donde estábamos en un sótano con columnas, así que tuvimos que restringirnos.

- V: Siempre se trata de pensar en puestas que sean adaptables. Porque se sabe que la obra va a rotar de sala.

- ¿En otras ciudades también se produce tanta rotación de una obra por distintas salas?

- L: No sé cómo es en otros lugares. En Santa Fe, antes teníamos la Marechal y el Centro Cultural Provincial. Los grupos más o menos estables teníamos cierta continuidad, pero han empezado a surgir varios grupos ya conformados o como nosotros que nos reunimos para una obra, y felizmente también hay nuevos ámbitos: el Foro Cultural de la UNL, La treinta sesenta y ocho, LOA Espacio Proarte, La Abadía, a los que se sumó La Mirage, de Innovación y Cultura de la Provincia.

- EN CRECIMIENTO

- Desde hace unos años se viene produciendo una movida teatral muy interesante.

- L: Creo que el teatro santafesino siempre tuvo su propio público; es un público exigente el santafesino. También hay una gran oferta y hay de todo: espectáculos locales que son fantásticos, otros a los que les faltará un poco, pero una sabe que la gente sigue apostando, se sigue formando y hay nivel.

- V: También es importante que los chicos jóvenes propongan y gestionen.

- L: En mi caso, es la primera vez que genero un proyecto. Siempre me convocaban; “¿Quienay?” surgió en los talleres de Raúl (Kreig) y la codirigí con Vanina; si no, no me hubiese animado. Tengo más de 30 años de teatro y me parece fabuloso que haya tantos chicos que están empezando: hay una conexión entre los que somos grandes y los chicos. Nos hemos encontrado compartiendo escenario, no solamente en el teatro sino en otros ámbitos, porque ahora se está filmando mucho. Es un aprendizaje mutuo: hay que animarse y reconocer que cuando uno tiene una limitación tiene que preguntar, como en toda profesión.

-V: No hay que tener miedo y preguntarse tanto qué pasará. Ahora hay más de diez espectáculos y todos llevan gente. Y eso no es común en todas las ciudades. Además, en los festivales, la ciudad de Santa Fe está presente y es muy reconocida. Se trabaja también con un teatro clásico, un trabajo que viene desde hace muchos años, con una formación actoral y una búsqueda muy importante.

- L: También colabora que se haya apostado a clásicos hermoseados e “intervenidos”, como en “El Jardín de los Cerezos”, “Edipo y yo”, “Ricardo, una farsa”. Lo hemos comprobado en los festivales donde la gente “entendida” y el público común lo agradeció y lo recibió de buena manera porque son intervenciones respetuosas, trabajadas con una gran profundidad. Y todo eso enriquece.

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“Cocinando con elisa” se presenta en la 3068.

Las dos actrices se conocen: Gaido protagonizó el “El jardín de los cerezos” de la que Monasterolo fue asistente de dirección; ambas codirigieron “¿Quienay?”.

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PREMIO

“Cocinando con Elisa” es una de las ganadoras en la edición 2014 del Concurso de Coproducciones en Artes Escénicas organizado por el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia, cuyo jurado estuvo integrado por Beatriz del Valle Lábatte, Roberto Armando Schneider y Miguel Angel Passarini. La obra se presenta los sábados, a las 22, en La treinta sesenta y ocho, incluso en agosto.

EN PRIMERA PERSONA

Una pequeña biografía y una pregunta: ¿cómo entran y cómo salen de su personaje? Fue la consigna para las dos actrices. Aquí, las respuestas.

VANINA MONASTEROLO

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“Lo único que hice en mi vida fue teatro. Empecé la carrera de Terapia Ocupacional pero la dejé porque no me podía dedicar de lleno a esta actividad. Comencé con Raúl Kreig a los 12 años, después cursé en la Escuela de Teatro y más tarde en la Licenciatura. Además, me encantó la docencia: cuando asistía a los talleres de Raúl, me gustaba mucho cómo daba las clases. Y ahora observo que hay una entrega que se hace al alumno y el alumno devuelve, que es maravillosa. Empecé a dar talleres privados; comencé con uno y ahora tengo cinco, además de una cátedra de Técnica Vocal en la Escuela de Teatro. Ésa es mi vida.

Entrar al personaje es una cuestión de técnica, te sirve cada ensayo que es el espacio en el que te vas encontrando, ajustando, buscando emociones y sensaciones. También es importante trabajar el estado físico; en mi caso y para ‘Cocinando con Elisa’ es fundamental porque en la obra corro mucho. No me costó porque entreno danza contemporánea y estoy todo el tiempo en movimiento. De hecho, Edgardo (Dib) hace que corra todo el tiempo porque sabe de mi entrenamiento. Pero el día de la función me gusta estar tranquila, trabajar el cuerpo, la respiración, la voz. También es importante el vínculo con Luchi, la otra protagonista; pasamos letra antes de cada función, repasamos el espacio y después... que sea lo que Dios quiera.

Y para salir del personaje, también importa la técnica y el entrenamiento. Cuando la función termina, la sensación es placentera y es necesario para nosotros ir al menos a tomar algo, hablar de la obra y, de esa manera, bajar la adrenalina”.

DELIA “LUCHI” GAIDO

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“Nací en Santa Fe donde mis padres vivieron por dos años, pero toda mi infancia y adolescencia transcurrió en San Carlos Centro y allí cursé la primaria y la secundaria. Fui espectadora antes de ser actriz. Cuando veníamos a Santa Fe o viajábamos para las vacaciones, con mi mamá veíamos teatro. Después vine a estudiar Abogacía y ya era amiga de Raúl Kreig que integraba el grupo Nuestro Teatro. Me acerqué al grupo como amiga; ayudaba, iba a ver las funciones y cuando Carlos Falco estaba preparando ‘Marat-Sade’, necesitaba gente y me preguntó si podía empezar. Ya era abogada. Después vinieron los cursos de Nuestro Teatro que dictaba Raúl y me invitaron a formar parte del elenco estable. Entré por la puerta grande, de cabeza. Hice esa obra y seguí con ‘Vidrio Molido’ y otras hasta que se disolvió el grupo. Soy una actriz absolutamente intuitiva, no tengo una preparación formal; me formé con ellos. Tomé cursos con Raúl y con Marina Vázquez y también me formé actuando. Mi gran aprendizaje era estar con los ‘monstruos’ del momento: Marina, José Pérez Schelter, Fernando Silvar. Era gente que venía con una trayectoria y aprendí mucho con ellos. Cuando se disolvió el grupo trabajé con otros directores que me fueron convocando y de los cuales aprendí un montón. Para entrar al personaje me dejo estar y llevar, y confío mucho en la mirada del director. Al principio, el personaje me va volando en la mente. Pero entro y salgo con mucha facilidad: creo que si no pudiéramos hacer eso estaríamos todos locos. Eso me permite seguir elaborando el personaje mientras estoy haciendo otra cosa. Me gusta mucho incorporar a los personajes con el cuerpo, sean o no dinámicos. Tengo que lograr que, de alguna manera, el personaje entre, pase por adentro y salga. Pero también me gusta llegar temprano al teatro, encontrar mis cosas, maquillarme, tener esa rutina, caminar un poco el espacio, respirar profundo, pasar letra y estar con el otro”.