Opinión / Políticas de Estado

Los debates de fondo que deja planteados la crecida del Paraná

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Las familias que habitan en Colastiné Sur reclaman la construcción de un sistema de defensas semejante al que existe en otros puntos de la costa. Foto: Mauricio Garín

 

José Curiotto

Email: [email protected] / Twitter: @josecuriotto

El pico de la presente crecida del Paraná frente al puerto de Santa Fe parece estar pasando, aunque los especialistas advierten que el río se mantendrá en niveles elevados durante un tiempo prolongado.

Es el momento, entonces, de comenzar a evaluar la actuación de los distintos actores vinculados con el manejo del riesgo y de encarar profundos debates sobre políticas de Estado que la ciudad deberá adoptar de manera ineludible en el mediano plazo.

A la hora del balance, la emergencia dejó al descubierto una serie de indisimulables falencias en el Sistema de Información y Alerta de la Cuenca del Plata (Siyah), dependiente del Instituto Nacional del Agua. De hecho, las inexactitudes en los pronósticos de crecida no sólo se produjeron este año, sino que también aparecieron durante la creciente registrada a mediados de 2013.

Estos inconvenientes dificultaron la toma de decisiones por parte del gobierno provincial y de la Municipalidad de Santa Fe. Tanto fue así que, en un momento, desde ambos estamentos se hizo pública la determinación de comenzar a manejarse con información propia, a partir de la situación observada río arriba.

Los responsables del Siyah reconocieron los problemas. Explicaron que, en gran medida, se produjeron “debido a la cantidad limitada de información hidrológica que se dispone” y consideraron necesaria la creación de nodos locales que trabajen de manera interactiva con el INA, generando información precisa sobre la situación puntual en las distintas ciudades.

Es hora, entonces, de que el INA, las autoridades provinciales y municipales, comiencen a evaluar en conjunto las medidas necesarias como para que la situación generada en estos dos años no se repita en la próxima crecida del Paraná.

El debate local

Pero a nivel local existe otro debate en ciernes: las familias que habitan en Colastiné Sur reclaman la construcción de un sistema de defensas semejante al que existe en otros puntos de la costa. Y en la Vuelta del Paraguayo también piden medidas para reducir la vulnerabilidad del barrio.

El intendente José Corral adelantó cuál es la postura política del municipio. En este sentido, dijo que no está dispuesto a consolidar asentamientos humanos en zonas de alta vulnerabilidad, pues la construcción de terraplenes más altos y resistentes podría convertirse en una verdadera trampa mortal para las personas que allí residen. Incluso, planteó que existen otras zonas más elevadas que están disponibles como para ser urbanizadas.

No se trata de una cuestión sencilla. Gran parte de esos habitantes ha echado raíces profundas en la zona durante años o, incluso, por generaciones. Algunos -no todos-, viven gracias a la cercanía con el río.

Pero antes de avanzar en el análisis de la situación puntual de estos dos barrios, habrá que decir que la experiencia de las últimas dos décadas plantea serias dudas sobre las ventajas y desventajas de haber construido el anillo de defensas que, desde mediados de los noventa, protege zonas como La Guardia, Colastiné Norte o San José del Rincón.

Si bien esos terraplenes permitieron la urbanización de estos sectores del Gran Santa Fe, el proceso se produjo de manera caótica.

Pero eso no es todo. El mantenimiento de estas defensas genera enormes y constantes erogaciones que se sustentan con el aporte de cada uno de los contribuyentes de la provincia. Y, aun así, nada garantiza la invulnerabilidad del anillo defensivo frente a potenciales crecidas extraordinarias.

El río Paraná es el sexto río de llanura más importante del planeta. Un sistema complejo que abarca una superficie de 1,5 millones de kilómetros cuadrados desde su nacimiento, en Brasil, hasta su desembocadura, en el Río de la Plata.

Las imágenes satelitales de la ciudad de Santa Fe registradas durante los momentos de crecida, muestran cómo en los noventa se generó una pequeña isla amurallada en medio de un espejo de agua inmenso, cambiante y con una fuerza arrolladora.

Los datos estadísticos más confiables dicen que el 22 de junio de 1992 la altura del río en el puerto de Santa Fe llegó a los 7,43 metros. Sin embargo, se estima que en 1905 la crecida alcanzó 7,83 metros. Desde entonces pasaron 109 años, que representan apenas un abrir y cerrar de ojos en la vida de la cuenca del Paraná. Hacia atrás, no hay registros precisos sobre qué pudo haber sucedido con la altura del río.

Lo peor que podrían hacer las autoridades locales y provinciales, es no decir la verdad sobre los riesgos que existen. Incluso, para quienes viven dentro del anillo defensivo consolidado.

Durante los últimos años, el problema de la vulnerabilidad de la ciudad y las políticas de gestión de riesgo constituyen uno de los ejes de la gestión municipal. Desde fines de 2010 Santa Fe cuenta con un Reglamento de Ordenamiento Urbano que establece cuáles son las zonas aptas para la urbanización.

Aun así, el reclamo de las familias que hoy viven en Colastiné Sur y la Vuelta del Paraguayo está planteado y representa un conflicto latente.

En Santa Fe residen especialistas de primer nivel en la materia. De hecho, la Universidad Nacional del Litoral cuenta con una Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de sumo prestigio.

Tal vez sea el momento indicado como para que, desde la Municipalidad, se genere un nuevo espacio de discusión en el que los vecinos puedan tomar contacto con expertos locales e, incluso, nacionales; y que éstos emitan un dictamen sobre las políticas de Estado que se deben adoptar en esos puntos vulnerables.

De esta manera, las medidas que se tomen estarán sustentadas en argumentos técnicos que irán más allá de gobiernos, colores políticos o funcionarios públicos que, circunstancialmente, estén a cargo de adoptar las decisiones del caso.

El río Paraná es el sexto río de llanura más importante del planeta. Un sistema complejo que abarca una superficie de 1,5 millones de kilómetros cuadrados desde su nacimiento.

Lo peor que podrían hacer las autoridades locales y provinciales, es no decir la verdad sobre los riesgos que existen. Incluso, para quienes viven dentro del anillo defensivo consolidado.