Atendiendo al Papa Francisco

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El Papa Francisco insiste sobre la importancia de iniciar una nueva etapa evangelizadora. Foto: Archivo El Litoral

 

Pbro. Hilmar Zanello

Con la llegada del Papa Francisco se acentúa en la historia de la Iglesia un perfil “nuevo” que trae esperanzas para una pastoral renovadora. No siempre la Iglesia vivió un mismo estilo pastoral a través de los siglos, conocimiento que sirve para comprender mejor su “misterio”, eso que la caracteriza como obra del Señor en la salvación de los hombres.

Así, por ejemplo, en la antigüedad cristiana la Iglesia se vivió como “misterio y comunión”; en los siglos IV y V, como imperio; en la Edad Media, como institución sociológica y norma jurídica; en el Renacimiento como poder y lucha por la Contrarreforma; como triunfo en el Barroco; como institución jerárquica de salvación en el Concilio Vaticano I; como guía y maestra en el siglo XX, hasta el Concilio Vaticano II, en que vuelve a ser Misterio-Sacramento-Comunión-Comunidad y Servidora (V. Codina).

La Iglesia fue percibiendo su misión de diversas formas y se fue descubriendo a sí misma, siempre guiada por el Espíritu como portadora de salvación para cada época. Será difícil emitir un juicio ecuánime sobre su fidelidad al Evangelio, pero en sus “sombras y luces” percibimos su misterio de asistencia del Espíritu de Jesús: “Yo estaré siempre con ustedes” (C. Florestan).

Después del admirable gesto de humildad de Benedicto XVI, llega al Papado, este Papa Francisco, quien desde sus primeras palabras presenta un perfil de esperanza para el mundo de hoy. Comienza llamando a una sincera conversión de todos y de la misma Iglesia, con todos sus pastores, para asumir el desafío de anunciar el Evangelio al hombre de hoy. Habla de una nueva etapa evangelizadora.

Nos invita a sumarnos a algo nuevo que ya había comenzado desde el Concilio Vaticano II y que él ya había intuido con el famoso y promisorio encuentro de la Iglesia Latinoamericana de Aparecida (2007), del cual fue, siendo cardenal, protagonista.

Al entrar en el segundo año de servicio pastoral publica su Exhortación Apostólica Evangelli Gaudium (La Alegría del Evangelio) de enorme importancia para actualizar a la Iglesia de hoy. Decía en dicha exhortación: “No se pueden dejar las cosas como están” (E. G1). Propone todo un programa pastoral recogiendo conclusiones del Sínodo de Obispos sobre la “Nueva Evangelización” celebrado en 2012. Esta exhortación quiere proponer una “Nueva etapa Evangelizadora”. Con esto Francisco apunta a lo más profundo de la identidad de la Iglesia: “Su misión de anunciar el amor salvífico de Cristo a toda la humanidad”.

La Evangelii Gaudium propone una Iglesia “en salida”. Es muy revelador el número 24 cuando llama a la comunidad evangelizadora a involucrarse con la gente, acompañando misericordiosamente como tocando la carne sufriente del mismo Cristo en el pueblo, achicando distancias para llegar sin miedos, brindando misericordia, buscando a los alejados y excluidos.

El Papa pide que todas las estructuras y movimientos de la Iglesia, se vuelvan misioneras; para esto llama a una sincera conversión personal. Pide que todos los agentes pastorales, en constante salida, abandonen las falsas seguridades y tengan la audacia evangélica de ser testigos de la misericordia de Dios (E.G 43). Previene sobre formas desviadas de cristianismo a las que llama siguiendo a H. de Lubac “mundanidad espiritual”. Con una mirada aguda discierne algunas actitudes a la luz del Evangelio de algunos de sus miembros, que entorpecen el dinamismo evangelizador buscando su propia gloria. (E.G. 93)

Un antídoto de la “mundanidad espiritual” será una vida entregada sobre todo a los pobres. Es decir poniendo a la Iglesia en movimiento, en salida de sí, centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres. Dice: “Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropaje espiritual o pastoral (E.G. 97). Habla de una sociedad cimentada en una economía injusta, de una sociedad que trata a muchos como “descarte”. De la globalización de la “indiferencia”. De la idolatría del dinero; el dinero debe servir y no gobernar. Hay que decirlo con todas las letras: “Existe un vínculo inseparable entre la fe y los pobres”. Su sueño: “Una Iglesia pobre y para los pobres”. El Evangelio nos exhorta a tener misericordia con los pobres.

Para terminar recordamos “El sueño de Francisco” como también “El temor del Papa”: “Sueño con una opción misionera capaz de transformalo todo” (E.G. 27). “Temo que también estas palabras sean sólo objeto de algunos comentarios sin verdadera incidencia práctica” (E.G. 201).