“Campa/Pichot” en el Teatro Municipal

Humor en los bordes

El dúo conformado por Ezequiel Campa y Malena Pichot presentará su espectáculo de stand up, el domingo 27.

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Según Campa, lo que los identificó mutuamente es la falta de prejuicios a la hora de encarar el humor, aunque con las particularidades de cada uno.

Foto: Gentileza Juan Pablo Bonino

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Los comediantes Ezequiel Campa y Malena Pichot presentarán “Campa/Pichot” el próximo domingo a las 21, en la Sala Mayor del Teatro Municipal (San Martín 2020). El espectáculo se inscribe en el género del stand up y desde hace cuatro años se ha consolidado como un nuevo referente generacional en el humor argentino. Las entradas están disponibles en la boletería del Teatro: plateas y palcos bajos a 180 pesos; palcos altos 140 pesos; tertulia tercio medio 120 pesos; y generales, 100 pesos.

Sin prejuicios

Antes de llegar a la ciudad, Campa dialogó con El Litoral sobre las particularidades del espectáculo.

—Siempre se los encasilla a ustedes dentro de cierto “humor en los bordes” de la corrección política. ¿Cómo es el animarse a desafiar prejuicios a la hora de hacer humor?

—Para que eso pase uno tiene que ser lo menos prejuicioso posible. Yo no me transformo en otra persona en el momento en que me siento a escribir, o a actuar. Para que salga así es porque uno es así. Es medio difícil fingir eso, para un lado o para el otro. Y creo que eso fue lo que en su momento, cuando nos conocimos con Malena, nos dio ganas de laburar juntos.

—Como que se reconocieron en eso...

—Claro. Tal vez no lo intelectualizamos así, pero lo sentimos, o lo percibimos de alguna manera: nos gustó el humor del otro, tal vez sin racionalizarlo tanto (de pensar por qué nos gustó) y así terminamos laburando juntos.

—¿Y qué los hace distintos entre sí?

—La más fácil es que claramente hay una cuestión de género (risas). Eso es lo principal.

—La altura, también...

—Sí (risas). Después ya hablando más específicamente del humor, creo que ella tiene un estilo más... no sé si llamarlo “intelectual”, y a mí me gusta decir más pavadas, o es lo que me sale.

Proceso creativo

—¿Cómo es tu escritura y cómo se van renovando los monólogos con el tiempo?

—Tiene como dos partes, por lo menos la forma en que yo autodidácticamente terminé utilizando. Una tiene que ver con las ideas que van apareciendo, y eso ocurre prácticamente todo el tiempo: uno está (tratando de no molestar a la persona que está cerca) identificando cosas que puedan ser transformadas en material. Entonces siempre andás anotando, con un papelito, o con el celular, o te mandás mensajes a vos mismo. Después está la otra parte que es sentarse y escribirlo, porque uno lo que va descubriendo son temas o disparadores.

Lo otro que se hace es probar el material en espectáculos gratis, o colándote en espectáculos con amigos: es una de las cosas que tiene el stand up. Incluso “blanqueado”: estamos haciendo un ciclo en el Paseo La Plaza que se llama “Jam de stand up”, los martes. Ahí la consigna es que son comediantes rotativos, y haciendo 100 % material nuevo. Eso le da una identidad al show, una característica especial, que es tener un espacio en el que podemos probar material sin presión, porque está “blanqueado” que estás haciendo material nuevo, que no sabés cómo puede llegar a funcionar.

De esa manera se van construyendo los monólogos, y van cambiando función a función. Por eso cuando nos preguntan si estamos yendo a tal ciudad y estamos con el mismo monólogo de la vez anterior, o en Buenos Aires nos dicen: “Che, fui hace tres meses, ¿siguen con lo mismo?”, nuestra respuesta es: “Sí y no”. Porque tal vez la estructura sigue siendo la misma, los temas, la columna vertebral, pero el stand up es uno de los géneros (o al menos el estilo que tenemos nosotros) en los que más se nota que no hay una función igual a otra.

Límites

—¿Alguna vez te pasó que se te ocurra algo y decir “no, esto es muy zarpado”?

—No. Es un tema recurrente ese: sobre qué cosas hacer humor sobre cuáles no; es difícil determinarlo. Me parece que hay una cosa, cuando uno se mete con temas que pueden llegar a ser tabú, o dolorosos para alguien, siempre lo que hay que tratar es que sean más graciosos que crueles los chistes.

Mi límite es cuando el tema, por más que no me sea propio, a mí también me duele. Ahí no dan ganas de hacer humor. Es tal vez un poco egoísta la postura, porque sí le puede causar dolor a otro. Pero tampoco decimos cosas tan terribles; y también hay una cosa que pasa: siempre que alguien aparece quejándose por una cosa que uno dice, ya sea en un monólogo o porque pusiste en Twitter, el 100 % de las veces la persona que salta “sobre eso no se puede hacer chistes” nunca es un implicado directo del asunto. Siempre es gente que salta en nombre de terceros.

—Lo que sí te debe haber pasado es de testear y lo que vos creías que era fenómeno no funcionó.

—Acabás de describir mi vida. Y al revés también.

—Cuando no le tenías fe...

—Sí, y cuando pasa eso, no le tenías fe y termina gustando, o improvisaste, no te parecía nada y a la gente sí le gustó, está en uno ver hasta dónde lo podés llevar a eso. Y también está en uno decidir qué cosa quiere uno hacer: si vas a dejar que te “edite” la risa del público o si realmente tenés ganas de decir tal cosa porque a vos te parece graciosa y vas por esa sin importar el resultado.

Lo que pasa es que es un arma de doble filo, porque si te parás en esa postura snob de “a mí no me importa si la gente se ríe porque soy un artista extraño que tal vez no me comprenden”, puede terminar siendo medio aburrido.

Nueva era

—Hablabas del Twitter. Se los pone un poco en la camada del “humor 2.0”, “la nueva generación del stand up”. ¿Cómo te hacen sentir estas determinaciones?

—Yo no las siento para nada. Es algo del otro, no algo propio. No lo vivo como que “me levanto y tengo que hacer reír en un tweet”. Es una cosa que está incorporada en mi vida, hago mil otras cosas en mi vida, no solamente de laburo (trámites, pelotudeces), y no lo vivo como un “comediante 2.0” (risas).

Sí me parece que está buenísimo como herramienta, para promocionar lo que estás haciendo, o incluso para hacer cosas ahí adentro, como hace Malena con sus videos.

—¿Cuánto cambia (si cambia algo) entre el show de la Sala Siranush a uno en el interior o en Chile y Uruguay?

—En el interior absolutamente nada de nada. Y en el exterior teníamos muchos prejuicios... con Uruguay no, porque entendíamos que no había que cambiar tanto (y de hecho fue así); sí con Chile, pero fuimos y no hizo falta hacer grandes cambios. Obviamente, si uno tiene un monólogo en el que menciona a Maru Botana, no la van a conocer. Pero más allá de ello, tal vez por eso de “2.0”, la globalización hizo que todos entendamos todo en cualquier lugar.

Sí pasa que el efecto que causan los materiales sobre la gente sí puede ser un poco distinto. Chile es una sociedad más conservadora, que le parece mucho más zarpado lo que decimos, y sorprende nuestra ironía.